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Explota tu potencial interior.

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— Hallado en el tiempo perdido de un doloroso destino, ¿Qué aguarda en el mañana si no se digiere el ayer?— Repitió por enésima vez desde que llegó a la acogedora recámara, ahora de su propiedad.

Con la palma de su mano golpeaba repetitivamente su cabeza, esperando que de esa manera se le ocurriera algo.

— Vamos Yuji, piensa.— Dijo a lo alto, frustrado de tanto pensar. Se rindió por un momento y se recostó en la mullida superficie de la cama.
—Lo que me hizo conocer a Gojo-Sensei, fue Fushiguro, ya que por él fue que me comí el dedo, pero lo que me hizo quedarme cerca de Sensei... Fue Sukuna.— Suspiró, recordando el primer día en que fue poseído como muñeco diabólico de película de terror. —No tengo marca alguna de Sukuna en éste tiempo, lo que quiere decir que el recipiente del rey de las maldiciones aún no existe en ésta época, así que... ¿Para despertar, tendría que buscar algo relacionado a él?

Cerró los ojos momentáneamente.
Aún si no dormía, quería relajar la vista, ya que se mantuvo pensando algo lógico durante toda la noche. Pero a los pocos minutos, su breve descanso se vió interrumpido por él mismo.

— ¡Eso es! ¡Quizá el dedo que encontramos en la misión no era real! Por eso estaba en esa caja extraña, quizá era un detonante para encontrar el de verdad...— Se sentó de golpe en el colchón de la cama. —Si debo recuperarlo es aquí dentro.

Su cuerpo se levantó abruptamente y corrió hacia la puerta, aún si al levantarse se mareó con el movimiento.

Escribió su nueva hipótesis en otra hoja de papel, con letra desprolija y digna de un doctor.
Luego de ello, fué directamente al límite, como él decidió llamarlo, para informarles a sus queridos compañeros sobre su reciente teoría.

Ahora que sus neuronas habían conectado para pensar algo, la misión actual es "Encontrar un dedo de Sukuna en un límite de 264 horas"

Que sin duda alguna sería un verdadero reto.

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No tardó mucho en entregar la correspondencia a sus amigos, ya que sólo cruzó el brazo para dejar las cartas sobre el césped.

Y mientras él se dirigía nuevamente al dormitorio del que él mismo se declaró dueño, sus amigos se plantearon todo lo que Yuji expresaba en el papel.

— Se nota que Itadori pasa mucho tiempo frente al televisor.— Comentó Fushiguro, dejándo de lado las hojas después de haberlas leído un par de veces.

— Al menos es una buena idea.— Admitió la fémina.

Ambos jóvenes se quedaron unos momentos en absoluto silencio, admirando al viento que mecía con total armonía la copa de los árboles.

— Si lo que dice Itadori es verdad, probablemente tienen algunos dedos resguardados dentro de la escuela.

— Sí, es probable, pero no se los darán así como así, y de hecho, podrán sospechar más de él si trata de robar alguno.— Dijo el pelinegro, con cierto matiz nervioso.

— ¿Entonces tendrá que buscarlo por su cuenta?

— Parece que sí.

Kugisaki suspiró con cansancio.
Si para ella todo era confuso y sin sentido, no se imaginaba a Itadori tener que lidiar con eso él solo.

— Pues no queda más opción que ayudarle con el Gojo-Senpai de allá fuera.

— La próxima vez que Itadori venga, le pediremos lápices y papel para escribir todo lo necesario.— Respiró calmado antes de continuar. —Y respecto a Gojo... Puede ser posible que esté en la edad en la que se hizo cargo de mí, por lo que conozco bien cómo era.

— ¡¿Gojo-Sensei es tu tutor?!

— Lamentablemente.

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Itadori iba de regreso a los dormitorios, pateando aburrido cualquier piedra que se la atravesara por el camino.
Ya era de día, y al ver el sol anunciar su llegada lentamente detrás de las montañas, pensó que sería bastante temprano.

Pero para su sorpresa, notó a su Senpai albino, caminando despreocupado, hacia lo que sabía que era el comedor.

Y Yuji por primera vez en 24 horas, se percató del ínfimo detalle ligado a su sistema digestivo: El hambre.

— Olvidaba que también debo de comer.— Suspiró cansado.
Ahora también pensó en lo que podrían comer sus amigos durante todo el tiempo que se quedarían esperando.

Con eso en mente, ya se dirigía al comedor, dispuesto a saciar su creciente apetito.
Hasta que una muy animada voz se escuchó por detrás de él, al tiempo que sentía una cálida mano sobre su hombro.

— No te había visto por aquí, ¿Eres nuevo?— Preguntó un chico alegre y vivaz. Su cabello era negro como la noche y sus ojos parecían brillar de una curiosidad que iba en aumento.

A un lado de éste individuo radiante, había otro estudiante, aunque era por mucho, más serio, además que guardaba una compostura impecable.
Su cabello rubio era su rasgo más predominante.

— Sí, soy de primer año, llegué ayer.— Respondió con una sonrisa amable el pelirosa, mientras se rascaba una mejilla con el dedo índice de su mano derecha.

— ¿Escuchaste, Nanami? ¡Ahora seremos tres estudiantes de primer año!

Itadori abrió bien en grande sus ojos. Pues a comparación de Gojo-Sensei, Nanamin sí que había cambiado físicamente en el futuro.

— Lo escuché fuerte y claro.— Respondió sin expresión alguna.

Sí, ese era el habitual Nanami que conocía.
En eso no había cambiado para nada.

— ¡Yo me llamo Haibara Yu! ¡Pero puedes decirme Haibara!— Levantó un pulgar en señal de aprobación.

— Nanami Kento.— Respondió sin gran interés aquel blondo, aunque muy dentro de él se alegraba de tener a alguien más dentro del salón de clases, y no ser solo dos solitarios estudiantes en primer año.

— Yo soy Itadori Yuji, es un gusto conocerl...

En ese momento su estómago rugió como bestia embravecida.

El pelirosa se sonrojó avergonzado por aquel estrepitoso ruido de sus tripas comiéndose entre sí, y abrazó su propio abdomen como reflejo.

Las risas de Haibara no se hicieron esperar, y a decir verdad, a Itadori también le causaba gracia su propia situación.

— Yo también tengo hambre.— Dijo el pelinegro una vez que las risas cesaron. —¡Siéntate con nosotros para comer, Itadori!

Yuji asintió agradecido y Nanami emprendió el breve camino hacia el comedor escolar.
Ahora el pelirosa podía considerar que tenía dos nuevos amigos, o al menos compañeros para compartir ese nuevo mundo.

Así, Nanami Kento y Haibara Yu se unieron a la aventura temporal.

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