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Fin de un ciclo, inicio de otro.

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Luego de un par de minutos explicando a gran detalle la situación, aquellos estudiantes estaban en silencio, hasta que uno decidió romperlo con algo que nadie se atrevía a formular por miedo a su respuesta.

— ¿Entonces estamos muertos?— Preguntó la castaña.

— Tal vez no, si así fuera, no creo que compartamos la misma neurona para estar en la mente de Itadori.— Le respondió Fushiguro luego de unos minutos pensándolo.

Era un buen punto.
Pero de nuevo inundó el silencio.

— ¿Y qué podemos hacer para volver a despertar?

— No tengo gran idea pero supongo que está relacionado a algo que leí; está escrito de manera extraña, como un acertijo.— De su bolsillo sacó la hoja que arrancó del libro.

Fushiguro la tomó y la leyó en voz alta.

Hallado en el tiempo perdido de un doloroso destino, ¿Qué aguarda en el mañana si no se digiere el ayer?

— Supongo que debo de buscar, encontrar, o reparar algo allá afuera, prácticamente el pasado, para volver al futuro... Que básicamente es el presente.— Sabía lo que decía, más no sabía si los otros le entenderían.

— ¿Cómo lo sabes?— La castaña fué la primera en preguntar.

— Es fácil, es como en las películas donde el protagonista se descubre así mismo y después todo cobra sentido para el bien de la trama.

Nunca nadie hubiese imaginado que anteriormente estaba llorando y ahora parecía decir cosas al azar.

— Si es así, entonces tienes un límite de tiempo de 264 horas, es decir, unos 11 días.

— ¿Cómo lo sabes, Fushiguro?— Hablaron ambos de mirada color marrón.

— Si estamos en un sueño, quiere decir que ya no se puede dormir, y si lo hacemos, estaremos muertos, literalmente.— Tomó aire antes de continuar, era mucho para procesar.
— Itadori es el único que puede cruzar y por lo visto, el tiempo no transcurre de la misma manera, así que toda la responsabilidad está sobre él, por lo que debe estar siempre despierto, y lo máximo que una persona pudo estar sin dormir fueron 264 horas.— Levantó la mirada del césped y la dirigió a su amigo. —Tendrás que pasar 11 días en alerta, Itadori.

El último tragó saliva nuevamente.
Tenía bastante sentido lo dicho por Fushiguro si lo pensaba de manera adecuada, ya que tampoco quería dormir para averiguar si eso ocurría.

— Como sea... Averigualo lo más pronto posible, y si podemos hacer algo por ti, dínoslo de inmediato.— Le devolvió la hoja a Yuji.

— Los mantendré al tanto. Trataré de enviarles cartas cada hora o algo por el estilo.— Itadori volvió a meter la hoja dentro de su bolsillo.

— ¿Ah? ¿Por qué cartas?

— Bueno... Cuando estuve ahí quise llamarles, pero me indicaba que los números en cuestión no existían.— Desvío distraídamente la vista al cielo durante unos segundos. —Pero lo que si existe y también perdura, es el papel, y como pudimos ver, éste se puede pasar sin ningún problema.— Explicó ahora más calmado.

— ¿Por qué no vienes personalmente a decirnos lo que ocurra?

— Creo que me quitaría tiempo, con el que podría aprovechar para seguir investigando.

Fushiguro asintió ante su respuesta.
Mientras que el pelirosa estaba a punto de pasar de nuevo hacia el otro mundo.

— Si alguno de los dos, o los dos al mismo tiempo sienten que van a despertar antes, por favor déjenme una señal.

— Por supuesto.— Afirmaron los dos.

Itadori se alejó con paso seguro sin mirar hacia atrás; temía que al hacerlo se arrepintiera y regresara a ese pequeño lugar seguro.

Cuando éste ya estuvo lejos de donde ellos podían observar, fue el momento de Kugisaki para hablar.

— También lo notaste, ¿No es así, Fushiguro?— Comentó con la mirada baja.

— Sí.— Suspiró contrariado —Itadori puede cruzar el otro lado, porque ya murió una vez.

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Yuji al mirar a su alrededor nuevamente vió el cerezo pequeño, además que ya estaba oscureciendo.

— La primera nota es que el tiempo aquí pasa mucho más rápido.— Caminaba hacia donde suponía estaban los dormitorios, pero una voz resonó por el corredor.
Una extraña y familiar voz.

— Tú, mocoso.

— ¡Gojo-Sen... pai! Sí, sí, Gojo-Senpai.— A pesar del cambio de apariencia a una más joven, no se acostumbraría fácil a tratarlo.

— ¿Qué haces por aquí?— Se apoyó contra la pared más cercana y se permitió ver de arriba a abajo al menor.

— Yo... Bueno, estaba buscando los dormitorios, es que me perdí.— Comenzó a jugar con la capucha de su uniforme.
Era fácil ponerse nervioso estando frente de quien sería –ó ya era– el hechicero más fuerte.

— ¿Quién eres?— Preguntó acercándose cada vez más a él.

— Soy Itadori Yuji de primer...— No terminó de decirlo, pues ya se encontraba acorralado contra una pared.

— No me refiero a eso.— Como si para Gojo no fuese suficiente tenerlo prácticamente en sus brazos, ahora se acercaba peligrosamente al rostro de su presa. —Para tu mala suerte, tengo una muy buena vista y sé que no eres de por aquí, ¿Qué es lo que buscas?

— Dije que sólo busco los dormitorios, Gojo-Senpai.— No titubeó ni por un segundo, pues sería problemático que ya comenzara a sospechar de él por venir de un futuro incierto.

— ¿Terminaste de intimidar al nuevo, Satoru?— Se escuchó la voz relajada de Suguru justo detrás del nombrado.

Gojo suspiró hastiado y se alejó unos cuántos centímetros del pelirosa.

— Cruza el siguiente edificio, en el segundo piso están los estudiantes de primer año, ahora piérdete.

Itadori con el corazón latiendo a mil por hora, asintió y se retiró, no sin antes realizar una ligera reverencia agradecida ante sus superiores –especialmente a Geto–

Se retiró y siguió las instrucciones.

Sabía que no podría evitar a Satoru toda la vida y en algún momento tendría que hacerle frente.
El albino no era tonto, al contrario, era más perceptivo de lo que alguna vez Itadori creyó.

Para volver a despertar lo necesitaría de su lado y haría lo que fuese para ganarse su confianza.

Al llegar a las recámaras determinadas para cada estudiante, escogió una de las
cuales le pareció estar vacía.
Fué directamente a la cama y se sentó en la suave superficie.

Tomó un par de hojas del escritorio que estaba ahí y comenzó a escribir con el mismo bolígrafo que reposaba sobre éstas.

"¿Podrían ayudarme a encontrar una manera de ganarme la confianza de Gojo-Senpai?"

Luego de plasmar su breve mensaje, formó un pequeño avión de papel y decidió lanzarlo hacia el cerezo a primera hora del día siguiente.
Quiso cerrar los ojos para dormir, pero no pudo, era inútil querer descansar, simplemente no podría.

— Olvidaba que ya estoy durmiendo, en realidad... Y moriría si lo intento.

Observó las estrellas detrás de la ventana aledaña a su cama y esperanzado encomendó su camino a esos brillantes cuerpos celestes.

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