Capítulo 9

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—¿Falta mucho? —Le pregunté después de un tiempo.

Me volví a verlo asustada, no por él, sino por lo que me esperaba en el baile al que nos dirigíamos.

—No —me respondió serio—, mira hacia allá.

Acortó la nula distancia que nos separaba presionando su hombro contra el mío; enseguida percibí su frialdad, mi piel se erizó inevitablemente porque la temperatura de la suya era palpable incluso por encima de la ropa que usaba.

Extendió el brazo y me señaló un tumulto de luces a las que no pude hallarles forma alguna y que ciertamente se veían inalcanzables. Aunque claro, para Hadrien con aquella visión infalible que poseía, fácilmente podía vislumbrar la mansión a la perfección.

—Oh, ya lo aprecio —susurré volviendo el rostro, encontrándome de lleno con el suyo.

Me tensé debido a su cercanía, no supe en qué momento quedó tan cerca de mí hasta el punto de que nuestras bocas estaban casi rozándose. Sentía su aliento emanar de sus labios entreabiertos regalándome una suave caricia fresca; miré su boca y reprimí el deseo que tenia de besarlo, de inclinarme un sólo centímetro y unirnos en un beso.

—Ahí, ¿ese lugar, es... es bonito? —Balbucee sin dejar de mirar su boca. Era tan roja, tan exquisita y blanda.

—Es bonito —susurró mirándome con intensidad—, va a gustarte —afirmó.

Asentí y en contra de mis deseos me aparté un poco y él hizo lo mismo.

Me acomodé sobre mi asiento y fijé la vista en la mansión que poco a poco se hizo más y más grande hasta que Marco detuvo el auto frente a ella.

Era un lugar imponente, una mansión preciosa, de ésas que nunca en mi vida imaginé llegar a pisar. Era de ensueño y me sentí como la princesa que acude a su baile por primera vez, a diferencia que yo no iba de la mano de un príncipe y si lo era, era uno oscuro.

Ezequiel abrió la puerta del auto. Hadrien bajó y después tomó mi mano ayudándome a bajar como todo un caballero.

Noté varios autos estacionados, todos ellos hermosos y estaba segura que muy costosos. El viento sopló y me estremecí al sentir la brisa fría sobre mi cuerpo. Un presentimiento llegó a mí y de pronto solamente quería irme de allí.

—No quiero estar aquí —susurré mientras caminaba de la mano con Hadrien.

—No comiences por favor, Gabrielle —masculló sin mirarme.

No repliqué, era mejor mantenerme callada. A paso lento entramos a la mansión y me di cuenta que el ambiente cambió por completo, volviéndose tenebroso acompañado de aquella música clásica que no hacía más que erizarme la piel, pero de miedo.

Anonadada admirada al ver lo hermosa que era por dentro. Habían decorado todo perfectamente, dándole un toque antiguo y elegante, pero incluso así era aterradora. Al fin y al cabo, no podía ser de otra manera, eran vampiros los que se hallaban ahí dentro.

Nos dirigimos hacia un grupo de personas, entre ellas sólo reconocí a mi tía y Anthony. Al vernos llegar todas las miradas se posaron sobre nosotros, al parecer éramos los únicos que faltaban.

—Buenas noches —saludó Hadrien con voz fría y distante.

Ignoré a Hadrien y miré a todos y cada uno de los presentes, posando mis ojos en una mujer pelirroja, era guapa y de un cuerpo envidiable, más lo que llamó mi atención era que no despegaba la vista de Hadrien, él por su parte los miraba a todos con indiferencia sin prestarle atención.

A tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora