v. princes.

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George

Ringo se quedó dormido a mediados de la película. Le tomó una foto con su celular. No le dijo. Podía chantajearlo después. O simplemente tener la foto ahí. Las dos opciones sonaban tentadoras.

Algunas semanas habían pasado desde aquello. Richard le dijo que tuvo que enviarle quince mensajes a Paul para que le perdonara por lo del restaurante, y obviamente pagarle lo que le debía (George pagó lo suyo al día siguiente del suceso).

Transcurría un lunes y Ringo no se había presentado a la escuela. La mitad de las clases pasaron y fueron más aburridas de lo normal para George. Se había acostumbrado a tener los comentarios sarcásticos de Ringo en varias de ellas y dado que se encontraba ausente, la única interacción que tuvo con otro estudiante fue una pequeña conversación donde solo le preguntaron; "¿había tarea?" él solo negó. No hablaba si no era necesario.

Durante el receso estuvo con Paul y John, lo cual fue menos incómodo de lo que pensó. John era demasiado distraído como para darse cuenta de la forma en que lo miraba el alto.

—Oh,Paul, David dijo que hoy podías llegar a comer—comentó el pelinegro, antes de darle un mordisco a su sándwich.

— ¡Genial! —contestó éste con una sonrisa, que después borró—. Lo siento, no puedo. Ringo no vino a clases y debo llevarle los trabajos y tareas, al menos de las clases que comparto con él—explico.

—Entonces otro día será—dijo, restándole importancia.

Y George tuvo la idea de hacer su acto bueno del día.

—Yo podría ir—dijo, terminando de beber su jugo.

— ¿A la casa de John?

— ¡Sí! ...Espera, no—corrigió—. A la de Ringo, para entregarle los deberes. Yo comparto más clases con él y así tú podrías ir a la casa de John. Todos felices, ¿no?

—Suena bien—comentó John siguiendo con su sándwich.

Paul sonrió.

—Está bien.

Richard

Raramente y contrario a muchas personas, Ringo disfrutaba los lunes. Su horario no era tan pesado y por las tardes tenía la casa para él sólo, puesto que Emily llevaba a las gemelas a su clase de ballet y Mary se iba a canto.

A Ringo le gustaban los lunes. Pero no el estar enfermo. Sabía que el haber estado jugando con un perro callejero mientras llovía en su camino a casa no iba a tener buenos resultados. Y aquí lo tenían, él en cama con fiebre y la nariz tapada. Además de que había contagiado a Mary.

—Perfecto—decía su madre, mientras retiraba la mano de su frente—. Tu fiebre va bajando. Ya es hora de que me vaya, recuerda que Mary se quedará contigo. Emily llevará a las niñas a su clase en un momento, ¿bien?

Ringo asintió.

—También recuerda que Mary es...

—Es más pequeña y por eso requiere más cuidados, sí mamá, lo sé, me lo vienes repitiendo desde que tengo memoria—contestó, interrumpiendo a su progenitora, la cual rió.

—Ella ahora se encuentra durmiendo, así que no hagas mucho ruido. Trataré de volver más temprano del trabajo, cuídate—mencionó la dulce mujer, antes de dejar la habitación.

Ringo suspiró cuando escuchó el auto arrancar. Se disponía a seguir el ejemplo de su hermana y dormir un poco, pero unos suaves golpeteos en su puerta, seguidos de una cabecita asomándose de ésta lo impidieron.

𝐁𝐢𝐭𝐭𝐞𝐫𝐬𝐰𝐞𝐞𝐭||𝐒𝐭𝐚𝐫𝐫𝐢𝐬𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora