Capítulo 7

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Buenos días , tardes o noches!! Aquí os traigo el séptimo capítulo lleno de salseito para que lo disfrutéis. Espero que os guste el capítulo tanto como a mi me ha gustado escribirlo. Un saludo a todos!!

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Durante unos segundos Mirabel se debatió entre dejar entrar a Camilo o cerrarle la puerta en las narices. La pelea le había dejado trastocada, con ganas de esconderse debajo de la cama y fingir que el causante de su malestar no se encontraba ahí fuera, esperando la mínima oportunidad para entrar. Pero Mira no era una cobarde y si tenía que volver a enfrentarse a su primo lo haría con la cabeza bien alta.

Cuando el camaleón entró al fin, cerró la puerta a sus espaldas para evitar ojos y oídos no deseados. Puede que Dolores se encontrase durmiendo a esas horas de la noche y eso suponía una ventaja, pero no iban a perderla por algún otro Madrigal que decidiese deambular por la casa.  Mirabel se apoyó en la pared, con los brazos cruzados y la indiferencia, o el intento de ésta, plasmada en su rostro, esperando a que Camilo expusiera la razón de su inesperada visita. Bueno, ¿ a quién quería engañar? Las manos le sudaban a mares y eso solo aumentaba la histeria que le carcomía por dentro. Al menos Camilo se encontraba en una tesitura similar.

El joven daba vueltas por el cuarto, evitando la mirada de su prima en todo momento, la forma nerviosa con la que jugueteaba con sus manos revelaba su estado. Resopló y se acarició los rizos rebeldes, apartándoselos de la cara, y entonces Mirabel pudo ver sus ojos brillantes  por las lágrimas acumuladas. Su primo quería decirle algo, pero por alguna razón las palabras se quedaban atascadas y no se atrevían a salir.

Armándose de valor y tras limpiarse las manos con el camisón, Mirabel se aproximó a Camilo. Mentiría si dijera que no temía que sus sospechas fueran ciertas: que él hubiese notado sus sentimientos prohibidos y quisiera tratar el tema con ella. Pero debía dejar a un lado el temor y centrarse en resolver esa situación, quizá solo estaba siendo una paranoica, quizá no… Solo había una forma de averiguarlo.

— Camilo, no sé qué ha pasado antes — trató de sonar serena, pero el leve temblor en su voz delató su malestar — y siento haberte dicho todo eso, pero me vino tan de nuevo todo... No sé de dónde salió tanto odio y quiero decirte que, si te he hecho algo, cualquier cosa, por favor dímelo. Lo último que quiero es hacerte daño. No sé… no sé qué he hecho mal… 

Ante la desesperación de Mira, Camilo la atrajo hacia él y la abrazó con fuerza, sorprendiendo a la chica, quién trataba de no temblar ante el contacto repentino con su cuerpo. 

— No digas eso Mirabel, tú no has hecho nada malo — la voz de Camilo reflejaba la angustia contenida, la culpa por haber dañado a ese ser lleno de luz — Quién tiene que disculparse soy yo, tan solo yo. Estaba enfadado y me desquité contigo, tú que no te mereces todas las estupideces que te dije. Soy un pendejo, un maldito idiota. Vales muchísimo Mira, eres valiente, cuidas de la gente que amas y te desvives por la familia. Eres increíble, realmente lo eres. No dejes que nadie te haga pensar lo contrario.

Un suave rubor cubrió las mejillas de la joven, todavía en los brazos de su primo, fruto de las honestas palabras que acababa de escuchar. No se esperaba una disculpa similar ni por asomo, si bien es cierto que Camilo podía asumir sus errores, le costaba pedir disculpas a la primera de cambio. Era demasiado orgulloso como para ello, cortesía de la genética Madrigal al parecer.

Mirabel olió la esencia de Camilo y enterró más la cabeza en su pecho. No pudo evitarlo, olía tan bien como la ruana de la cocina, o incluso mejor teniendo en cuenta que el mismo camaleón se encontraba ahí, aferrado a ella. A pesar de las mariposas que le recorrían el estómago provocando un cosquilleo placentero, la tranquilidad se apoderó de la consciencia de Mirabel. Camilo no había descubierto su secreto, así que ya no hacía falta que pensase en algún plan de fuga. Sí, realmente había considerado la idea de largarse pitando con tal de evitar el conflicto. Pero entonces, ¿ qué era lo que perturbaba a su primo?

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