Capítulo 10

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Buenos días, tardes o noches! Al fin os traigo otro capítulo ( que ya sé que he tardado, la uni mete mucha presión) y por eso os traigo salseito del bueno con un toque... hoy😏. Espero que os guste y ya estoy deseando saber qué os ha parecido.

Nos leemooos!!

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Una vez terminada la velada se levantó de la mesa y salió del comedor tan veloz como un rayo. Sus pensamientos la ahogaban y necesitaba alejarse para poder pensar con tranquilidad. De todas formas, todos se encontraban tan entretenidos con los Guzmán que no le supuso un gran reto escabullirse sin ser vista, o eso pensó en primera instancia. 

Apenas había salido de Casita cuando le agarraron del brazo para obligarla a detenerse. Mirabel se dio la vuelta para encontrarse con el ceño fruncido de Camilo, genial, justo la persona que menos quería ver en ese momento. 

— ¿ A qué ha venido eso?

— No sé de qué hablas…

— Llevas ignorándome desde que llegué de la iglesia, ni siquiera me has dirigido la palabra. Trato de hablar contigo y es como si no existiera para ti, me estás evitando y no sé por qué — Camilo suspiró y se apartó los rizos de la cara, apaciguando su tono— ¿ Qué pasa Mirabel? ¿ Qué he hecho para que actúes así?

Mirabel se estremeció ante el tono severo  con el que su primo pronunció su nombre. No estaba acostumbrada a que empleara ese tono con ella y de cierta forma le apenaba la idea de que estuviese molesto por su culpa.

Cuando Camilo le soltó Mirabel se cruzó de brazos y, sin atreverse a mirarle a la cara, desvió su atención al pueblo. Debía admitir que le sorprendió el hecho de que la hubiese seguido, no se lo esperaba. Es más, pensaba que su primo se quedaría charlando y pasando el tiempo con María Celeste, como había estado haciendo toda la mañana. ¿ Y todavía Camilo pensaba que ella era la que le ignoraba? 

"Mira quién fue a hablar, el que no se despega de la garrapata" pensó Mirabel con recelo.

— Mejor déjalo, tengo… tengo cosas que hacer. Nos vemos luego.

Fue un patético intento de huida y lo supo en el momento en que Camilo la detuvo y le miró con preocupación. Entonces Mirabel se sintió culpable y odió esos ojos que le miraban con súplica, maldita sea, ¿ por qué tenía que ser tan débil ante él?

— Por favor, Mirabel, cuéntame qué ocurre — si pensaba que la mirada de Camilo era suficiente para debilitarla, esas palabras directamente le destrozaron. 

— Mejor hablemos en otro lugar — se resignó la joven.

Camilo asintió y se aseguró de que no hubiese fisgones observando para indicarle a Mirabel que le siguiera. Debían ir a un lugar más apartado, así que se adentraron en el frondoso bosque y caminaron un largo tramo hasta que las casas del pueblo dejaron de verse. Rodeados de árboles y sin ninguna alma a la vista, decidieron sentarse en un tronco para continuar con la conversación. No estarían a salvo del todo del don de Dolores, pero Camilo dudaba que su hermana fuera a levantarse de la siesta tan pronto.

— Creo que aquí estaremos seguros, — Camilo se dirigió a Mira y le acarició el hombro, su  tono era suave y comprensivo en esta ocasión, como si temiera que ella pudiese salir corriendo al mínimo indicio de amenaza — Ahora cuéntame qué te sucede.

Y es que Mirabel se debatía seriamente si salir corriendo para evitar la conversación o, ante la cercanía del camaleón,  echarse en sus brazos y buscar el refugio que necesitaba, pero se contuvo y, armándose de valor, conectó su mirada con esos ojos que le maravillaban y perjudicaban a la vez.

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