Capítulo 3

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Con tanto nerviosismo me precipité al contestar. Algo brusco, podría decirse.

-No importa. Es algo simple.

Mi mirada se dirigió hacia la puerta, donde seguía estando Silvia, algo incómoda, lo sé. Como yo. Alicia me exigió su atención con mi nombre en tono fuerte y algo enojada.

-Mande- parecía que me estaba burlando de ella.

-No estoy jugando,no es algo simple. Es serio.- Me sentí tan amenazada en ese entonces. No se me ocurría nada por decir y me quedé viendo hacia abajo. Intimidada.

-Estoy esperando- su seriedad aumentaba cada vez más. No era capaz de mover mi boca con la ligereza y sencillez de siempre. Cobarde. Me criticó mi mente, lo que era cierto y me sentí algo estúpida e inútil al no poder contarle algo tan importante a una maestra que lo que pretendía solamente era ayudarme. Me arme de valor.

-Pues no se qué decirle.

Me sonrojé en exceso y parecía que mi cara ardía de vergüenza y después mis ojos son inundados por mis lágrimas atrapadas que no quiero que se escabullan hacia mis mejillas. Mi intento es inútil. Antes de soltar la primera lágrima, volteé hacia la puerta y noté que Silvia ya no estaba. Cuando rompí en llanto, me daban ganas de salir corriendo lejos de aquel salón que después se convirtió en una sala de interrogatorio. No podía volver a ver a Alicia y ella tenía un gesto de gran confusión. Supongo que no entendía qué era lo que me mortificaba tanto y por qué esa fue mi reacción si ni siquiera había hablado sobre mis padres.

-¿¡Fátima!? ¿Qué sucede?

-Perdone- digo con dificultad y en medio del lloriqueo.

-Tranquila, no te preo... no tienes que... Olvídalo, ven para acá. ¿Qué sucede, cariño?- me acerqué lentamente hacia ella.

-No quiero hablar sobre eso.

-Pero, ¿por qué?

-No estoy preparada para eso. No puedo hablar de esto ahora. Tengo que tomar mi tiempo.- Hice una larga pausa.- ¿Me puedo ir?

-¿Hablaremos de esto después?

-Sí.

-¿Segura?

No hubo respuesta.

-Ya te puedes ir, Fátima.

-Gracias.

Me logré tranquilizar un poco y controlar mis lágrimas, para la despedida con Alicia, me da una gran y largo abrazo. Mientras salía me iba secando esos ojos llorosos que traía y después me dirigí hacia el portón donde los padres de familia esperan a sus hijos en cuanto van saliendo de sus clases ya terminadas. Al salir, me encontré con mi papá que estaba hablando por teléfono y traía un gesto de desacuerdo o disgusto, me supuse en seguida de que era de su trabajo y que tenía mas deberes por hacer y terminar, me sequé aun más los ojos para comprobar que no tenía una lágrima restante; pero lo seguro era que los tenía algo rojizos, no lo pude saber, no me vi ante algún espejo o algo parecido. Aunque no hizo tanta falta ya que mi padre ni siquiera me prestó atención ni mucho menos notó mis ojos que delataban que me solté llorando antes de que él llegara por mí.


Regresé a la misma rutina ese día, solo tuve uno solo para poder disfrutar y gozar de mi familia en un romántico restaurante. Mi padre sale corriendo como si fuera una emergencia demasiado grande en su trabajo o pudo ser simplemente que no se le juntara el tráfico o algo así. A decir verdad, no aproveché tanto de esa cena, lo único que hice fue escuchar a mis padres decir lo que hacían en sus trabajos, compañeros de trabajos, economía y otros temas de adulto; yo solo dije unas que otras anécdotas y eso que fueron algo cortantes, no supe qué decir o qué hacer, solo me quedé escuchando sin decir casi nada, qué estúpida.

El aire de mi casa se volvió algo sofocante por el calor y el enojo que alimentaba mi mente rápidamente y me comencé a sentir algo incrédula, no sé por qué, frente a esta situación tan presente en mi mente en esos momentos, destruyó por completo el ambiente pacífico que había dentro de mí. No lograba controlar mis emociones y eran como si estuvieran sufriendo de un proceso psicológico: orden, tristeza y al terminar, decepción. Apenas tocaba mi comida, lo único que hacía, era juguetear con ella y viéndola fijamente, afortunadamente no hay nadie que lo pueda notar o que pregunte por ello lo cual me haría sentir incómoda, aun más de lo que podía estar después de la charla con Alicia tan torturadora, no podría resistir otra igual o peor justamente después de una. La soledad es lo único que invadía mi casa en esos instantes, eso y el silencio abrumador. Solo eso podría ser rotos por la llegada de mis padres, aunque eso no lo cambiaría bastante. Abandoné la cocina y me dirigí completamente sola a realizar mi tarea en el comedor tan grande y formal, y la tarea me recordaba demasiado, desafortunadamente, a Alicia.

Había cuadernos botados a mi alrededor sobre la mesa de vidrio del comedor, alumbrada por un candelabro con luz amarilla y la luz del día que traspasaba las cortinas, al sentirme algo cansada y agobiada por todo lo que había pasando, me voy hacia la sala para recostarme un rato en el sillón, cerrar los ojos y poder relajarme un rato.

Antes de llegar al sillón de tan grande superficie y de color beige, veía las fotografías en marcos que se encontraban sobre los muebles, y en mi mente me repetía que esa familia feliz que se veía encerrada en un marco que daba la idea que estaban pasando un buen rato, y con más fotografías de ese tipo pero variadas que daban la impresión que eso era muy común y usual, que eran un completa farsa.

Años PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora