Aquel bar estaba repleto de gente. El frío de la noche se colaba por la puerta abierta y se deslizaba por el local entero, acariciando los rostros de los presentes, que en su mayoría estaban demasiado ebrios como para notar la diferencia de temperatura. Todos parecían disfrutar de su bebida, charlando despreocupadamente sobre cualquier cosa, sin imaginarse que había un asesino en serie entre ellos.
Sin embargo, ahí estaba yo, observando cómo aquellos ignorantes deambulaban de un lado a otro, haciendo oídos sordos a todo aquello que no les concerniera. Ni siquiera esa chica, concentrada en su trabajo detrás de la barra, se percataba de mi presencia; la presencia de quien sería la última persona que vería en su corta vida.
Recuerdo la primera vez que vi a esa camarera como si fuese ayer: nada más entrar al bar la encontré, ensimismada sirviendo bebidas y aperitivos. Ella era realmente trabajadora y hermosa. Su cabello negro le caía hasta la cintura como una cascada, y se agitaba con cada movimiento que ella hacía; y el verde de sus ojos resaltaba gracias a su pálida tez.
En ese mismo momento su imagen se quedó grabada en mi mente. En ese preciso instante, así como una polilla es atraída por la luz, yo no pude evitar sentirme atraído por ella. Entonces lo supe. Supe que ella debía ser mi próxima víctima, que era la persona perfecta para continuar mi serie de asesinatos.
Desde ese día empecé a seguirla, a aprenderme sus horarios, a mezclarme en su día a día como una sombra imperceptible. Y, en tres simples meses, ya había descubierto bastantes cosas. Por ejemplo, que se llamaba Ada; se comunicaba muy poco con su familia; a penas tenía amigos por trabajar en exceso; y cada día, cuando el reloj marcaba las doce, terminaba su turno de trabajo en el mismo bar en el que nos encontrábamos, salía por la puerta trasera, y caminaba por unos cuantos callejones hasta llegar a su casa.
Esa rutina tan repetitiva y alejada de las personas me pedía a gritos que interfiriera, suplicaba por algo de emoción, miedo, peligro. Por otro lado yo quería satisfacer mi sed de sangre. Necesitaba saciar mi hambre de muerte, y así lo haría.
En cuanto dieron las doce, Ada miró su reloj de pulsera tal y como lo hacía siempre. Esa era la señal de que pronto saldría del local. Cruzó la puerta para acceder a la cocina, desde allí se podía ir a la puerta trasera del bar. Corrí al exterior para poder alcanzarla en uno de los callejones, y cuando llegué, ahí estaba ella. Ada caminaba tranquilamente dándome la espalda, la tubería que hoy se transformaría en arma homicida descansaba sobre la pared, y mi coche esperaba a la vuelta de la esquina para asegurar mi huida. Todo iba según lo planeado.
Con sigilo, agarré la tubería y me acerqué por detrás a mi víctima. Alcé el arma y golpeé lo suficientemente fuerte como para hacerla caer al suelo, pero no dejarla inconsciente.
—Sorpresa, Ada —exclamé con una sonrisa torcida.
Ella se giró para verme; sus ojos abiertos de par en par brillaban con terror, y la sangre comenzaba a brotar de la herida que le había provocado. Volví a levantar la tubería preparando un segundo golpe. Desde luego, me esperaba una noche atareada.
Durante los siguientes días, la noticia número uno en todos los periódicos el asesinato de una joven camarera. Su cuerpo había sido encontrado en una de las calles detrás del bar en el que trabajaba, con el rostro completamente desfigurado. No habían pistas sobre quién podría ser el perpetrador del homicidio.
Contemplé orgulloso cómo todo el mundo hablaba de mi obra. Si algo tenía claro, era que nadie se atrevería a deambular solo por una calle oscura, al menos no en una larga temporada. Mientras tanto, yo seguiría buscando a mi próxima víctima.
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CUENTOS EN LA NOCHE
TerrorEste es un libro para aquellos quienes no pueden saciar su sed de terror, misterio y suspense con las típicas leyendas. Aquí os traigo una serie de historias un tanto inquietantes...