Gustas,💢

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Emma arrulló a la bola frustrada y chillona que estaba en su cama. —Ya, ya. Ya se fue el malo, Mikey, ya no llores.

—¡Está loco, Emma! ¡Ya no me quiere! ¡Kenchin me odia!

La chica siguió abrazando a la bola esponjosa y rosada en la que se había convertido su hermano mayor y rodó los ojos. —Draken no te odia, Mikey.

El abuelo de ambos hermanos pasó por afuera de la habitación, les dirigió una breve mirada de análisis, y tan pronto vio el rostro rojo, arrugado y berrinchudo de su nieto, decidió pasar de largo por el bien de su salud mental.

—¡Sí lo hace! ¡Sigue diciendo que le gusto! ¡No lo entiendo!

Emma frunció el ceño. ¿Que Draken había hecho qué? Apretó a su hermano entrecerrando los ojos.

—¡Yo le dije que estaba bien! ¡Pero él sigue haciendo lo mismo! ¡Me odia!

—¿Que tú le dijiste qué? —Emma arrugó la nariz, comenzando a sospechar sobre lo que estaba pasando.

—¡Yo le dije que estaba bien, porque somos amigos! ¡Pero él...!

—¡Alto ahí! —interrumpió la chica. —Mikey, creo que no estás entendiendo.

El chico ahogó un grito de frustración y coraje ocultando el rostro en la colcha. ¡Por supuesto que no estaba entendiendo! ¡Llevaba toda la jodida semana repitiendoles que no entendía! ¡¿Por qué nadie lo escuchaba?!

Emma sonrió ligeramente. ¿Cómo su hermano podía ser tan estúpido como para no entender cuando alguien se le confesaba?

Abrazó fuertemente a su dulce bolita rosada, sintiéndose un poquito feliz por él. Sin embargo, sólo bastó pensar en lo estúpido que estaba siendo Draken con él, para que su felicidad se desvaneciera por el aire.

Hace unos meses, Emma había hecho su último intento con el amigo de su hermano, Draken la había rechazado diciéndole que ya tenía a alguien que le gustaba, y ella lo había aceptado de buena manera, había llorado una semana y luego siguió adelante.

Era joven, volvería a enamorarse, un corazón roto no significaba nada para alguien tan fuerte como ella.

Sin embargo, jamás se le pasó por la cabeza que la persona que había conseguido el corazón de su crush había sido su propio hermano. Joder, que vida tan...

De cualquier forma, eso ya había quedado en el pasado. Ella ya había pasado su época de sufrir por el mayor, pero eso no explicaba por qué ahora Mikey estaba pasando por una época así.

Por un momento pensó en ayudar a Draken, explicarle a Mikey que un “me gustas” no siempre era algo amistoso, incluso si venía de tu mejor amigo, y darle un empujoncito para que pensara acerca de sus propios sentimientos.

Sin embargo, Draken estaba siendo un completo imbécil. Lo conocía desde hace años, ¿pero aún no era capaz de saber cómo decirle las cosas a Mikey? ¿Qué mierda era eso de gritarle que saliera con él?

¡Por supuesto que Mikey no iba a entender! ¡A cada rato se lo decían refiriéndose a ir a comer! Emma gruñó molesta y se meció de un lado a otro con su hermano entre sus brazos.

—No te preocupes, Mikey, yo hablaré con Draken.

Mikey dejó su berrinche de lado y la miró con ojos ilusionados. —¿De verdad?

—Sí, tú dejamelo a mí.

—¡Gracias, Emma!

Esa misma noche, Emma se dirigió al punto de encuentro de la ToMan.

Draken estaba molesto, escuchando las risas de Mitsuya y Baji, y las malas actuaciones que Pah-chin y Peh-yan hacían de Mikey y él en su última reunión de capitanes cuando escuchó como su nombre era gritado a sus espaldas.

—¡Draken! —se giró justo a tiempo para ver a una Emma furiosa llegar hasta él y asestarle una patada en las piernas que lo hizo caer de rodillas y luego darle otra en el estómago que le sacó el aire y lo hizo retorcerse por el dolor.

—Emma, ¿qué mierda...?

—¡Esto es por no darle una confesión adecuada a mi hermano! —después lo pateó en la mejilla, lanzándolo al suelo. —¡Y esto por estarlo acosando toda la semana! —lo apuntó con furia. —Más te vale hacerlo bien la próxima vez, o te arrancaré la cara con mis propias uñas.

Habiéndose desquitado, dio media vuelta y comenzó a caminar lejos del punto de reunión de la ToMan. Los “uhhh” y sonidos de dolor de los integrantes de la pandilla se escucharon por todo el lugar con burla.

Mikey, quien había presenciado todo unos metros más alejado, había tenido que interrumpir su conversación con el capitán de la quinta division cuando escuchó a su hermana llegar con la furia plasmada en cada uno de sus pasos.

No evitó hacer su propia mueca de dolor cuando vio la paliza que su vicepresidente había recibido. Pero secretamente, su pecho se llenó de orgullo, por supuesto, nadie sabía que meterse con Emma era lo mismo a meterse con él, y nadie que se metiera con él salía bien librado.

Pobre Kenchin baboso.

¡Que me gustas, mierda! || DrakeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora