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“We dont need money to feel good, 'cause you're the ride-or-die the rest of my life”.

Los diamantes que Riki estaba enseñándole se veían maravillosos, eran pequeños pero de todas formas bien sabía lo mucho que valdrían.

El problema era la persona a quién le pertenecían esas pequeñas cositas tan caras, que todos en la banda deseaban obtener para llenarse de muchos más lujos cuando lo quisieran. Meterse con ese tipo podría terminar con ellos enterrados tres metros bajo tierra.

Lee Heeseung era el dueño de esos diamantes, un empresario reconocido en toda Corea del Sur, probablemente en toda Asia. Tenía cientos de empresas bajo su nombre, era el tipo más ricachón de Corea y apenas tenía unos veintiséis años. Era simplemente increíble. Pero esas empresas eran solo una fachada para tapar sus negocios sucios. Decían también que su única debilidad era un universitario unos tres años menor que él, lo cual fue un gran punto a favor para Sunoo a la hora de idear un plan.

Yang Jungwon se les unió al grupo unas dos semanas atrás, era un chico bastante energético y les brindaba alegría junto a Lucas y Yangyang. Él seria su pequeño caballo de Troya.

La mansión de Lee estaba rodeada de muchos, muchos, guardias de seguridad que iban armados hasta los huevos. Si cualquiera se acercaba al lugar con unas malas u dobles intenciones ellos no dudarían en ponerle una bala en el medio de la frente. Por eso mismo necesitaban a Jungwon para que les abriera paso a la casa.

Era sábado, estaban en un club donde todos sabían Lee Heeseung estaba también.

Dándole una mirada al equipo, Jungwon asintió, yéndose a la pista de baile.

Tomando un poco del alcohol en su copa, Sunoo observó al chico comenzar a menear sus caderas llamando la atención de varios tipos en el lugar, incluyendo la de su objetivo. Esos pantalones de cuero ajustándose a sus piernas, su trasero marcándose de una forma que atraería a cualquier tipo homosexual. Sí, Yang Jungwon tenía un trasero que cualquiera envidiaría o desearía tenerlo en sus manos.

Riéndose un poquito, volvió su mirada a Riki, siendo recibido por una sonrisita victoriosa de su parte.

Ah, mierda, ya sentía sus dedos cosquillear por el deseo de tener esos diamantes en sus manos.

Veinte minutos más tarde ya estaban dentro de la casa. O bueno, mejor dicho Jungwon lo estaba. Había metido una pequeña cámara entre sus ropas, no había sido revisado a la hora de ingresar a la mansión puesto que todos ellos ya parecían conocerlo de mucho antes. Jungwon les había confesado que él había estado en esa casa más de una vez tiempo atrás. No se los dijo pero tanto Riki como Sunoo sabían que el chico había estado en una relación con Lee Heeseung, lo único que ambos desconocían era la razón por la cual terminaron.

Eso podría ser un punto débil de su plan, puesto que había una pequeña posibilidad de que el chico volviera a caer en los encantos del empresario y volviera a estar con él en una relación, mandando todo el plan a la mierda. Si es que no terminaba por contarle al mayor que intentaban robarle sus preciados diamantes.

— Quiero mudarme a otro país. —soltó repentinamente Riki, su mirada centrada en la entrada principal de esa mansión. Sunoo vió su perfil.

— ¿A otro país?

— Mm. —afirmó, volteando a verlo también—. De niño vi una fotografía de Shanghai, es una ciudad bonita. O tal vez a otro continente, Toronto me gusta también.

— Cuando tengamos los diamantes tendremos mucho mucho dinero y entonces nos iremos a donde queramos. —el menor se mantuvo un momento viéndole atentamente, desde sus cejas perfiladas, sus ojitos, su nariz, hasta sus labios.

— No necesito dinero para sentirme bien, ¿sabes? —comenzó, acercándose un poco para dejarle un corto beso en sus labios—. Y sonará malditamente cursi, pero solo con tenerte a mi lado me siento bien, Sunoo.

Devolviéndole un corto besito, Sunoo sonrió. Una sonrisa tan bonita que dejó plasmado a Riki, adorando tanto saber que fue dedicada a él y a nadie más. Y deseó profundamente que, si esa teoría de la reencarnación era verdad, en todas sus próximas vidas pudiera volver a verla.

— Voy a todo o nada contigo, Riki. —le dijo, sus palabras sonando más como una promesa—. Quiero que lo sepas.

Esta vez fue Sunoo quien pudo apreciar una sonrisa bonita en el rostro de su acompañante, no tardando en sentir sus labios sobre los suyos propios. Dándole un beso que cargaba miles de emociones, demasiado amor como para ser demostrado de otra manera.

Su burbuja rompiéndose cuando la voz emocionada de Lucas sonó en el walkie-talkie que todos compartían, Jungwon salió de la casa caminando lo más casual posible. Y tal como Sunoo predijo, ningún guardia lo revisó en su salida.

El chico caminó un par de cuadras hasta llegar al auto donde Sunoo y Riki esperaban, detrás de éste estando el auto de Sunghoon junto a Jake y en frente el de Lucas con Yangyang. Cuando Yang se subió al vehículo todos los autos se encendieron y partieron lejos de ese lugar, como si nada hubiera pasado.

Los diamantes eran bastante pequeños pero brillaban como las mismas estrellas en el cielo y, según sus investigaciones, valían más de cien mil millones de dólares cada uno. Tenían veinte en total en sus manos, los cuáles dividieron entre los siete, dos diamantes para cada uno. Quedaba en decisión de ellos mismos lo que harían con ellos, si lo venderían para conseguir esa suma o si solo lo mantendrían guardados.

Riki tenía planeado venderlos, tomar el dinero y marcharse a algún país con una playa, por supuesto llevándose a Sunoo con él.

Era la última vez que el equipo estaría junto, cada uno tomaría caminos completamente diferentes después así que pensaron que no habría nada mejor que hacer una fiesta entre ellos

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Era la última vez que el equipo estaría junto, cada uno tomaría caminos completamente diferentes después así que pensaron que no habría nada mejor que hacer una fiesta entre ellos. También para festejar que tenían una suma de dinero tan grande en sus manos.

Sunoo volvía a la sala con el resto, una copa de vino estando en su mano. Pero aún con el alcohol en sus venas fue el primero en percatarse de las luces que se mezclaban entre las azules y rojas, pintando de esos colores las cortinas blancas que estaban posicionadas frente a la ventana, el sonido de las sirenas no tardando en llegar a sus oídos.

La copa cayendo de su mano, los gritos de los policías en las afueras de la casa, las voces de sus mismos compañeros hablando entre sí buscando una salida a eso que parecía ser sus propias trampas de ratón, todo eso sintiéndose tan rápido. Aunque se sentía algo mareado su mirada asustadiza no tardó en buscar la cabellera negra de Riki.

“Te amo, Sunoo” fue lo que musitó Riki cuando sus miradas se encontraron.

Luego Sunghoon se acercó corriendo a él junto a Jake, el más alto tirando del brazo de los menores. Sunoo intentó librarse mientras veía como la puerta era derrumbada y los policías comenzaban a entrar a la casa. Vió a Riki alzar una pistola en dirección a los uniformados.

Entonces dos tiros resonaron por toda la casa.

bonnie & clyde ♡ sunkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora