♡ ⁺ 10.1 › KOOKGI

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“monstruo"
› omegaverse au
› pt 2

La persona que había decidido irrumpir en su habitación fue su hermano Hoseok, y Jeongguk había volado lo suficientemente rápido como para perderse en la distancia y no captar la atención de quien había decido terminar con esa misteriosa noche.

Yoongi agradeció infinitamente y por primera vez en su vida, la intimidad de sus aposentos; ya que su alcoba se encontraba entre las torres más altas del palacio y más arraigadas, dónde ni el par de ojos más audaces alcanzarían a mirar por su balcón. O bueno, de ahora en más habría un par que sí lo haría.

Hoseok lo había mirado curioso al encontrarse, le preguntó si se sentía bien, ya que sus mejillas estaban tornadas en un vivo carmesí que lo hizo reír, ya que dijo que le recordó a cuando había mirado el retrato de Jeongguk por primera vez.

Yoongi se asustó por la comparación tan exacta que su hermano había utilizado; si supiera realmente, que eso había pasado nuevamente, que él se había encontrado con Jeongguk por primera vez de nuevo. Es cierto que no se miraron, pero su presencia tan real y cercana, fue lo suficientemente impresionante para dejarlo así, con el corazón desbocado.

Después de un par de burlas inofensivas más, Hoseok se dedicó a contarle cómo estaba yendo el banquete. Le platicó acerca de los invitados, las noticias más importantes de sus regiones, le contó cómo Dahyun estaba revoloteando feliz por todos lados, siendo el centro de atención y el ser más radiante en ese salón. Yoongi podía imaginarla, tan hermosa y encantadora como siempre.

Y en esa divagación, imaginando la fiesta que acontecía a unos pisos abajo de él, se imaginó también a sí mismo, descendiendo por la escalera de caracol deslumbrante, decorada con cientos de flores y telas con bordados de oro. Mirando a todos y sin perderse ningún detalle, caminando por el centro del imponente salón de baile, iluminado por el suelo marmolado y las velas de cristal a su alrededor. Lo quería tanto... Si él pudiera ser de esa forma, tener un poco de esa sensación, en la que todos lo admiraran por tan solo un segundo, no con asco o repulsión, sino cariño y anhelo.

Y él caminaría entonces. Sus pasos agraciados resonarían por la estancia enmudecida de asombro, y finalmente llegaría hasta él. Aquél que es tan apuesto y valiente. Las personas habrían abierto paso, para que Jeongguk pudiera verlo por fin. Entonces él sonreiría y se inundaría de dicha, porque seguramente Jeongguk se vería inmensamente atractivo, tendiéndole una mano gentil para proponerle una danza. Un baile que él aceptaría bajo todos los ojos sorprendidos, porque finalmente descubrirían que no era ningún monstruo.

Eso fue lo que soñó.

Y al despertar a la mañana siguiente, lo único que deseo fue que el sol se ocultara nuevamente, y que Jeongguk apareciera de nuevo en su balcón.

Es parecido, el amor, al deseo de ser libre. Quieres extenderte y abrirte paso, de alguna manera, alcanzar sobre ti algo que no ves pero sientes con fervor. Un anhelo de oportunidad y renovación, quieres ser y vivir tal y como eres, y lo quieres compartir, y lo quieres expresar.

Yoongi está seguro de que es algo ambicioso y prematuro de su parte, llamarle amor al sentimiento que revolotea alrededor de la imagen de Jeongguk en su mente. Pero cierto es que, el príncipe Jeon y su deseo de libertad son dos cosas muy similares y es capaz de compararlas.

Cuando la noche cayó, él se encargó de ponerle el pestillo a su puerta. Colocó el biombo justo en medio de la alcoba, frente a la ventana, que ostentaba las finas cortinas ondeando por la brisa. Él estaba listo, quería que todo fuera cómodo y que saliera bien, la sensación en su pecho con cada segundo de anticipación solo hacía que sus manos temblaran sobre sus piernas. Esperó. Lo hizo durante un buen rato, y entonces, escuchó.

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