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DO IT AGAIN
"

Empezamos de nuevo, ¿no?"

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La mañana en Londres era bastante fría, algo para nada inusual. El abrigo de piel mantenía su cuerpo bastante bien a diferencia de los zapatos que iban completamente mojados por la lluvia.

- ¡Theodora McQueen, aquí!

Exclamó una señora de cabellos platinado y expresión acogedora desde la puerta de su casa, aunque prácticamente no era casa, era un castillo. A su lado una pequeña niña de rizados cabellos le sujetaba la falda mientras miraba a la joven con una profunda incertidumbre y timidez.

El sonido de la puerta cerrándose llamó la atención del mayordomo de la familia Landon, le pidió con un gesto su abrigo para colgarlo en el vestíbulo. La señora Landon la observó y sin preguntar la envolvió en un abrazo fuerte, iguales a los que suele darte una persona que no ves nunca, con la diferencia de que ellas si se veían mucho, casi todos los días.

- Bueno, niña, recuerda que te harás cargo de la mansión todo lo que resta del año. Con Trisha nos iremos a Massachusetts para que vaya a su escuela de ballet.

Su tono la hacia ver completamente distinta al abrazo de hace unos segundos, bastante loco. La más joven asentía a su cometido, puesto que no podía decir mucho.

- Si no tienes preguntas, Thea, nos iremos.- Besó la mejilla de su sobrina y caminó a las afueras de la casa para subir al coche.

- ¡Adiós, cuídense!- Exclamó la joven al ver el carro irse.

Estaba ahora completamente sola, hasta el mayordomo se había ido con la señora Landon. Un suspiro salió de la fémina y cerró la puerta con relajo, podría estar completamente tranquila luego de dos años de completo estrés.

Tomó sus maletas y las llevó a la habitación que había sido remodelada especialmente para ella, aunque aún conservaba pequeños artefactos que habían sido de ella en algún momento como también de sus antecesoras.

McQueen era un apellido difícil de ignorar si estaba en el lugar correcto.

Con las personas correctas.

La sed de sangre corría por las venas de todos aquellos que portaran el apellido, nunca existió una excepción. Decapitación, envenar, quemar, acuchillar, disparar, despellejar, eran algunos de los actos que habían cometido durante siglos.

La ambición y la avaricia eran actitudes notables de este apellido, actitudes que dejaban temblando a todo aquel que hablara con ellos. Cuenta la leyenda de que provienen de un ángel caído, y que este sin falta se hacía notar en cada uno de sus sucesores, pero no solo eso, también luego del acto, se los llevaba para quien sabe que.

Sin embargo, nadie en la familia espero que su última primogénita fuera...

Distinta.

Con el paso de los años, agarró la fama de ser brillante, talentosa, bondadosa. Destacaba en el lugar que ella deseara y en lo que ella quisiera.

Iba a jugar ajedrez, medalla.

Karate, cinta negra.

Ballet, aplausos.

Cocinar, primer lugar.

Y así como iba a acaparando miradas también obtenía con lentitud su propósito.

Limpiar su apellido.

Pero claro, no todo podía ser color de rosa, tenían que existir aquellos retoños señalando con su dedo índice y abriendo la boca para decir estupideces. Una lágrima tras otra brotaba de sus orbes zafiro, nadie decía nada.

Henry McQueen, director de Alexander McQueen, se había encargado de llenarla de sueños, de ver aquel rostro sonriendo al costo que fuera, sin embargo, el tiempo los fue separando, tanto así que ella ocultaba todo y el no la conocía, tan solo veía a una pequeña cabellera rubia, mejillas regordeta y un vestido rosa.

Tan solo eran simples extraños compartiendo con poca frecuencia.

Terminados los doce años de estudio, ya con dieciocho años decide dejar el nido y volver a aquel pueblo que alguna vez dejó su sangre, volvió para tomar posesión de lo que seguía siendo suyo.

Landon's House era una mansión ubicada en el bosque, era casi tan inadquirible como el Big Ben, un lugar sumamente histórico para muchas personas pero desgraciadamente abierto para pocos, por ejemplo, aquellos cercanos de quienes se hospedaron allí.
Se observaban muchísimos rosales, estatuas griegas, piedras de colores, y árboles grandes con troncos gordos, todo remonta a siglos pasados, la extravagancia, el glamour y la arquitectura de excéntricos artistas lo demostraban.

Recostada miró un largo de veces hacia la ventana antes de siquiera caer dormida, aunque claro, quizás ella debió explorar un poco más la casa.

Trisha Oleans, una pequeña de siete años había dejado sin que le importara un gran peligro suelto, ¿motivos? Muchos, pero demasiado injustificados.

Pop goes the weasel sonó en el último piso de la mansión, sonaba un tanto sutil a diferencia de como muchos la conocían.

Una gran figura de complexión delgada y alta salió de aquella caja, estaba animado por pasar tiempo con su nueva compañera de juegos, ánimos ánimos que se disiparon conforme notó que muchas pertenencias de la menor no estaban en aquel cuarto.

La cólera le invadió y sin pensarlo más, salió de aquel cuarto a cerciorarse de que aquello fuera cierto.

Ella no podía irse, oh, claro que no.
O aún no.

Las habitaciones de aquel piso no eran muchas, pero le asombró ver que estaban también vacías. Usualmente el personal de la casa se quedaba a limpiar aquel lugar.

Bajó otro piso, pero extrañamente sintió una presencia desconocida. Dice el dicho que la curiosidad mató al gato, ¿pero morir?¿Morir cómo? Si su conciencia estaba activa gracias a un ente más oscuro que el que rodeaba el piso.

Jamás estuvo vivo, tan solo estaba por el deseo de alguien más, pero no era independiente de ello. ¿Propósito real? Ya no existía, Isaac estaba descansando bajo tierra ya hace un siglo y algo más.

Se detuvo en una puerta al oír una tenue respiración, por un momento se emocionó pensando que era su pequeña compañera de juegos, Trisha; pero todos esos pensamientos se disiparon al recordar que sería estúpido que no se haya ido sin su madre.

Abrió la puerta con cuidado evitando que esta sonara, ya allí a paso lento descubrió quien estaba.

Cabellos rubios, labios rojos y babas cayendo por su mejilla, esa era la persona que tenía enfrente.

Le pareció interesante y logró calmar su sed en cuestión de segundos. La cubrió con una de las mantas que estaban en el ropero y cerró sus cortinas para evitar que la luz entrara.

O que fuera observada.

Miró su bolso y con la motivación de conocer más a su compañera de juegos, buscó lo básico, indicios que le dieran a saber quien era.

Sonrió de manera escalofriante al notar otro detalle.

Quizás saldría más que ganando una compañera de juegos.

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By~ ANTA𝐑𝐓𝐈𝐂𝐀.
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𝐂𝐇𝐑𝐎𝐌𝐀𝐓𝐈𝐂𝐀 (IN&OUT: 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora