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Miró hacia la ventana. Las cortinas oscilando con la brisa de abril. Debería sentirse agradecido, pero últimamente no podía llegar a sentir nada. Sólo un vacío. Sólo el tiempo pasando a su alrededor, el movimiento de los demás. La vida, muy ajena a él.

Parpadeó lentamente. Al menos desde ese hospital tenía vista a las montañas más allá y no necesariamente de la ciudad y sus edificios altos y modernos. No era fan de esa arquitectura, por más que Mingyu tratara de convencerlo, con argumentos de ergonomía, estética minimalista, situación espacial o cualquier otra cosa que sólo eran áreas de la experticia de su mejor amigo.

Pero a Wonwoo eso no le llamaba la atención. Podía fijarse en nimiedades, sólo que no en esas. No podía apreciar el arte que sus amigos sí. Prefería lo clásico. Algo que lo condenara de una manera distinta en la que ya se había condenado.

En la mesita, al lado de su cama, había un ramo de lirios blancos. Apreciaba que Minghao se hubiera tomado la molestia de hacer ese escueto y blanco lugar un poco más sencillo de sobrellevar al despertar.

Incluso había un libro. No nuevo, como hubiera esperado, sino uno de los suyos. De sus favoritos.

«El signo del gato» de Ray Bradbury.

Parpadeó de nuevo, con ese detalle en cuenta.

De todas maneras todo lo que podía ver era un marco borroso, no tenía puestas sus gafas y no estaban a su alcance.

No recordaba mucho. Trazos de memorias venían y se iban. Observó sus antebrazos, ambos vendados desde las muñecas hasta los codos. Había otra venda alrededor de su cuello. Hizo una mueca, porque era incómoda. Se sentía machacado físicamente, porque mentalmente seguía dormido. Insensible.

Así que, sentado en la cama, con la sábana blanca sobre el regazo, simplemente mirando a través de la ventana, Wonwoo entendió que no había logrado matar su cuerpo para que estuviera en el mismo estado que su interior.

—No, Minghao, no creo sea lo más adecuado.

—Pero Joshua dice que la mayoría de los procedimientos son así y creo que debería de tomarlo en cuenta.

Escuchó las voces de sus amigos y pensó si cambiar su posición era lo ideal, pero se decidió a no mover ni un músculo hasta que los hombres entraran en la habitación.

—Sigo creyendo que hay otras opciones...

—Gyu, esto es- ¡Ah, Wonwoo! —Minghao, de cabello oscuro y ligeramente largo, adornado por una boina roja, entró con otro ramo de flores en sus brazos, seguido de Mingyu por detrás, con el cabello color chocolate y una camisa de cuello negra. Sí, esa primavera era fría.

Wonwoo sonrió débilmente cuando la pareja entró a la habitación.

—Hola —saludó débilmente, con una sonrisa que no le llegó a los ojos.

—Me alegra que hayas despertado. —Ese fue Mingyu, que lo miró con una expresión de alivio. Después Minghao le pasó el ramo de orquídeas y se puso a buscar algo en el bolso que llevaba. Sacó un estuche negro con una calcomanía de gato y Wonwoo lo reconoció de inmediato.

Estiró el brazo para aceptarlo y suspiró. Lo abrió y sacó los lentes para colocárselos.

—Gracias.

Pudo observarlos mejor. Tenían rostros preocupados y él no podía culparlos. ¿Qué haría sin ellos dos? Mingyu, su mejor amigo desde la infancia, un hermano menor para él, y Minghao, el prometido de su mejor amigo que le había tomado cariño casi de inmediato y siempre cuidaba de él, porque a pesar de ser menor, actuaba de una forma muy madura.

Orgel (WonHui)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora