Love, pain and cigarettes

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Alex estaba sentada en la terraza de su casa, con los pies colgando al vacío.
Se encontraba sola, literalmente no tenía a nadie, acababa de perder a la única persona que le importaba: su madre Diane, quien después de luchar por meses contra una enfermedad muy complicada y terminal, perdió las fuerzas y se dejó ir. Por si fuera poco, un tiempo atrás se había enterado que su padre falleció por sobredosis, era mucha carga emocional para una persona, y Alex no se sentía preparada, no sin nadie que la sostuviera y aplanara la caída.

Se acercaba la noche, llovía levemente y hacía frío, Alex no supo como había llegado a su casa o en qué momento se había sentado en la cornisa del techo pero allí estaba, con un cigarro entre los dedos y la mirada nublada que poco tenía que ver con su corta visión. Se sentía atrapada, como en una encrucijada porque veía solo dos opciones frente a ella, o se quedaba en la casa de su madre, sola y con un trabajo de mierda, o dejaba todo atrás y comenzaba de cero en otro lugar. Tal vez la respuesta era obvia para cualquiera que mirara la situación desde otra perspectiva, pero a decir verdad y sin querer, se había encariñado con el lugar y le resultaba difícil escapar. La vida era tranquila allí, demasiado, pero era su sitio y lo conocía de memoria. Tenía algunas amistades, el trabajo que pagaba los impuestos y algún que otro ligue. No era la gran cosa pero le pertenecía, y sonaba complicado abandonarlo todo para volver a empezar, aunque sentada allí viendo la vida pasar tampoco era una opción.

Una vibración en el bolsillo del pantalón le hizo saber que el trabajo, mientras siguiera allí, aun demandaba. Estaba cansada del trabajo que tenía, se suponía debía ser pasajero, que sería para juntar dinero e irse a otra ciudad a estudiar. Pero su madre cayó enferma y la estadía se extendió por tiempo indeterminado. Alex atendía la barra de un bar bastante conocido en la ciudad, e importante en la noche. No era tanto por la exclusividad de clientes, sino por lo shows que el sitio ofrecía. Mujeres muy llamativas y con poca ropa llamaban la atención de un gran público. Alex detestaba que a la fecha aún se siguiera exhibiendo el cuerpo de la mujer de aquella forma, pero todas -incluida ella- necesitaban trabajar para poder pagar gastos, entonces se metía su orgullo y la opinión propia en el bolsillo y seguía con la cabeza bien en alto.

—Vause... llegas tarde—el hombre irrumpía en la sala de descanso, donde Alex -al igual que otras- dejaban sus pertenencias antes de ir a su zona de trabajo.

—Disculpe Caputo pero mi horario arranca a las diez, son apenas las diez menos cuarto—respondió cansada la pelinegra. El hombre era un asco de machista, y en general de aspecto tampoco se veía bien. Traía ropa que no era de su talla, además de un fuerte olor a cigarro y alcohol. En pocas palabras, deplorable.

—Si dije que llegas tardes, llegas tarde... y te lo descontará de tu paga. Tenías que cubrir a Nichols...—dijo el hombre sentándose en una de las sillas que había en la sala y apoyando los pies sucios sobre la mesa limpia.

Por supuesto que Nichols no apareció, la mujer seguro estaría en un hotel de menos de una estrella con alguna de las chicas que hacían el show, pasadas de alcohol y drogas. Alex siempre la cubría, pero con lo de su madre se le había pasado. De todas maneras, no era algo que al jefe le importara. El hombre era todo menos razonable y amable, no se le podía plantear una situación personal porque la solución que daba siempre era irse por la puerta de atrás. Alex hasta el momento no había tenido la posibilidad de hacerlo sin arrepentimientos. Pero la situación cambiaba en ese momento, ella ya no necesitaba el dinero para poder pagar la hospitalización de su madre, si algo la hacía quedar allí era ahorrar dinero para irse lejos, y a decir verdad eso lo podía hacer en otro lugar menos horrible que aquel.

–Disculpe señor pero no me paga el doble por hacer dos turnos, no tengo porq..—Alex dijo al límite, estaba cansada de los malos tratos.

–Ya sabes cómo es Alex, si no te gusta, la puerta siempre estuvo en el mismo lugar...—el hombre rio irónicamente al tiempo que sacaba un cigarro del bolsillo.

Vauseman ONE-SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora