𝐓𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚

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De vuelta en el auto, otra vez. La música suena en la radio y ambos estamos en silencio.

—Luego de la cena, te quedarás a dormir, ¿no? —pregunta Ares.

—No lo sé, ¿tú quieres que me quede contigo? —pregunté girándome a ver su perfil.

Ares no dejaba de ver el camino y su voz era suave. —Nat, siempre quiero que te quedes conmigo.

Sonreí de lado. —pues me quedaré. —afirmé.

—Crees que... —bajo su tono de voz— ¿pueda dormir encima de ti? —preguntó en un susurro.

—¿Ares pidiendo permiso? Guau, últimamente haces eso muy seguido. —reí levemente.

—¿Puedo o no? —preguntó avergonzado.

—Claro, Ares, claro que puedes. —reí con ternura.

—Gracias. —agradeció susurrando.

Lo miraba con ternura.

Aveces tiene cierto parecido a Apolo.

Sí, ¿no?

Ya lo creo.

Aveces eres muy tierno y eso me encanta. —tomé su mano.

—No me gusta ser así, no soy así... pero contigo... —suspiró y comenzó a acariciar mi mano antes de entrelazar nuestros dedos— contigo solo no puedo evitarlo... contigo solo me sale ser así y no puedo evitarlo no quiero evitarlo. —besó mi mano.

—Te amo. —respondí sin más y con una sonrisa.

—Y yo a ti. —continuó acariciando mi mano.

El resto de trayecto fue así: Ares acariciando mi mano e incluso metía los cambios sin soltar mi mano y nosotros en silencio, las palabras estaban demás.

Llegamos a la casa de Los Hidalgo y, tan pronto entramos, vemos al abuelo Hidalgo con una pijama muy elegante sentado al final de la mesa, el señor Juan al otro extremo, Claudia a un lado con Artemis, Apolo sentado al otro lado de Artemis y 3 sillas sobrando enfrente. Todos reían mientras el abuelo contaba una historia de sus años dorados.

No pude evitar sonreír al ver al abuelo. —Hola, Abuelo Hidalgo. —salude haciendo una reverencia.

Apenas me miró, sus ojos se alegraron. —¡Natalie! ¡Querida! Ven a darle un abrazo a este viejo. —abrió sus brazos.

Sin dudarlo, casi corrí hasta él para abrazarlo con todas mis fuerzas. Él es una de las personas más importantes para mi y para los Hidalgo en general.

—Lo extrañé mucho. —dije cuando nos separamos.

—Y yo a ti, querida. —me dio una cálida sonrisa.

—Hola, abuelo. —saluda Ares con una sonrisa y las manos en sus bolsillos.

—No, Ares Hidalgo. —negó— a tu abuelo lo saludas como se debe o te quito tu herencia.

Todos reímos y Ares se acercó para abrazar a su abuelo mientras ambos acariciaban la espalda del otro.

—Nos hacías falta. —sonrió Ares retomando la compostura.

—Pues quizás no tanto porque ambos se fueron de fiesta. —comenta Apolo riendo.

—Ese vestido te queda divino, Natalie. —Claudia me guiña un ojo.

—Apolo, ellos son jóvenes, déjalos que disfruten, no tienen que pasar un día con esta pasa, seguro prefieren ir de fiesta. —rió al Abuelo Hidalgo.

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⏰ Última actualización: Apr 05, 2022 ⏰

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