𝐂𝐫𝐞𝐨... 𝐜𝐫𝐞𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞 𝐚𝐦𝐨

𝐃𝐢𝐞𝐜𝐢𝐬𝐢𝐞𝐭𝐞

Ares cepilla mi cabello con mucho cuidado y mucha lentitud. Parece una tortuga.

—Sabes que puedes peinarme más rápido, ¿no? —reí.

—Soy nuevo en esto. —recordó— No quiero lastimarte. —se encogió de hombros.

Sonreí levemente.

Ares puso mi cabello en mi cara y comenzó a cepillarlo. Soplé mi cabello y reí, Ares rió conmigo.

—Suficiente por hoy. —acomodé mi cabello— Me iré a dormir. —me levanté de la cama.

—Puedes dormir acá. —dejó el cepillo en la mesita de noche— No me importa. —frunció sus labios.

—La verdad, creo que por hoy dormiré solita en el cuarto de invitados. Pero gracias. —sonreí.

—Como prefieras. —se encogió de hombros.

Me acerqué para darle un beso en la mejilla. —Noches, Dios Griegos.

—Noches, Bruja. —me dió una sonrisa torcida.

Si, la perdimos.

Salí del cuarto y, ayudándome con la linterna de mi teléfono, llegué al cuarto de invitados. Este día fue un caos de emociones. Estoy exhausta.

Con Ares todo es un caos, pero nunca un caos emocional.

Este día lo guardaré en mi memoria hasta que deje de respirar.

Me tiré a la cama, me metí bajo las cómodas cobijas, puse música y me quede dormida. Quité mi sostén y lo metí bajo la almohada.

[...]

Son las 10:40 a.m y me despierto porque alguien me mueve.

—¿Que quieres? —pregunté adormilada y de mala gana. Me giré dándole la espalda a esa persona.

—Iré con Artemis para hacer unas cosas del bar. Volveré en la noche. —besó mi frente.

—Suerte. —le hice un ademán con la mano para que se fuera.

Quedé dormida, otra vez.

[...]

2:33 p.m me suenan las tripas del hambre.

Me despierto mientras maldigo. Voy al baño para lavarme la cara, cepillar mis dientes con un cepillo nuevo y luego hacer mis necesidades.

—¿Dónde andaba Ares? —me cuestioné a mi misma— Cosas de Artemis. —chasqueé mis dedos al recordar.

Regreso a la cama para tomar mi teléfono y sostén. Me pongo mi sostén y bajo a la cocina. Lolo estaba almorzando.

—¿Macarrones con Queso? —pregunté mirando su plato.

—En el microondas está otro plato. Comételo y me acompañas. —sonrió.

—Con gusto.

Tomé el plato y me senté al lado de Apolo.

—Estaremos solos todo el día. ¿Jugamos unas partidas de Mortal Combat o tienes miedo? —alzó una ceja con diversión.

—Acabas de declararme la guerra, Hidalgo. —sonreí.

[...]

Pase el día jugando con Apolo en la sala de juegos. El lugar estaba lleno de platos y vasos. Se escuchaban nuestros gritos por todas partes.

Eran las 8:20. Apolo y yo ya habíamos tenido 2 platos de macarrones con queso y aún no había nadie en la casa, solo nosotros 2.

Claudia tenía cosas que hacer fuera de la casa, el Señor Juan andaba visitando a unos socios y Ares estaba con Artemis.