𝐕𝐞𝐢𝐧𝐭𝐞

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Nos separamos del abrazo lentamente.

—Iré a ver cómo sigue Apolo. —acaricié su mejilla— ¿Me esperas en tu cuarto o vienes conmigo? —

—Vamos a ver cómo sigue mi hermano. —suspiró y puso su mano sobre la mía en su mejilla con sus ojos cerrados.

Deslizó mi mano lentamente por su mandíbula hasta que legará a sus labios donde le dio un corto beso a la palma de mi mano y la volvió a colocar en su mejilla. No pude evitar no sonreír.

—Sofía nos jodió a todos. —masculló con sus ojos cerrados.

Acaricie su mejilla con mi pulgar. —Lo superaron la última vez, pueden volver a hacerlo. —sonreí.

—La odio.

—Tienes tus razones, Ares. Pero no te amargues el corazón por una persona como ella. —susurré— no vale la pena, Ares.

—Ella nada más vino para joder a Artemis, Claudia, Apolo, Sammy y a mi. Estábamos bien y nos jodió.

—¿De qué hablas, Ares...?

Ares abrió sus ojos y me miró.

—Natalie...

Ares Hidalgo

Flashback

Regresé del trabajo y estoy cansado pero, aún así, logró unir todas mis fuerzas para terminar mi tarea.

Es tu último año, no lo estropees.

Sammy y Natalie han sido de mucha ayuda para mi. A pesar de que los 3 estamos cansados y hartos de trabajar y estudia; lo seguimos haciendo.

Unos golpes a la puerta hacen que mi mente se desconcentre.

¿Quien demonios toca Tan fuerte?

—¡Apolo! ¡Ve a ver quien es! —grité desde mi cuarto.

—¡Ve tú! —gritó.

Hijo de...

Cuando Apolo contesta así, es porque está jugando y no se va a despegar de la consola nunca.

Ruedo mis ojos y estampo mi manos con mi lapicero contra la mesa. De mala gana bajo a abrir la puerta mientras maldigo y aprieto mis puños.

Abrir la puerta me permite ver a un señora mayor, con una falda negra muy elegante, una blusa blanca, unos tacos negros, unas maletas a sus costados y unos lentes de sol negros. Su cabello está perfectamente peinado en un moño muy ajustado y una cartera colgando de su hombro.

Fruncí el ceño mientras escaneaba a esa señora con la mirada. No sabía quién era.

—No hacemos caridad y no nos interesa su cualquier cosa que traiga. No queremos que nos hable de la biblia por 2 horas, con todo respeto. —respondí neutro— Fuera de eso, ¿en que le puedo ayudar?

Ella soltó una risa irónica.

—¿Le hago gracia o qué? —alcé una ceja.

—Me sorprende que no reconozcas a tu propia madre, Ares. —se quitó los lentes de sol a media frase.

Ver esos ojos azules parecidos a los míos, me dio un pinchazo en el pecho. Mis puños se apretaron, mi mandíbula se tensó, mis ojos ardían en lágrimas de odio y mis latidos incrementaron.

𝐂𝐫𝐞𝐨... 𝐜𝐫𝐞𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞 𝐚𝐦𝐨 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora