Capítulo 6: Orcos Libres

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(Señor inquisidor, ya sé que le cuesta salir de su monasterio cargado de vanidad y jaulas de castidad, pero mi marido y yo acogemos a quien nos da la gana y tenemos una sexualidad sobradamente más sana y abierta que sus guerreros besabiblias, basada sobretodo en la comunicación y el consentimiento. Mientras usted le dice a la gente como vivir, yo me pongo de rodillas cada noche ante mis compañeras y no para rezar pero invocando a Breia. Carta de la duquesa Coraline D’Ur.)

El grupo se encontraba saliendo de la cueva, vestidos con sus ropas y sudando entre jadeos de cansancio.

—Madre del amor hermoso… —Exclamó Dante. —¿Dónde estamos?

Miraron a su alrededor y vieron que estaban en la ladera de una montaña, habiendo algunos pinos, restos de nieve y hierbajos creciendo sobre la piedra, vieron apenas las montañas que debían cruzar, el río en todo su esplendor con una pequeña aldea cerca de éste, a lo lejos una presa en el valle del río con una ciudad de piedra alrededor dentro de la ladera de las montañas.

—Estamos más lejos aún. —Dante suspiró molesto al oír a Eyra.

—A tres días del siguiente pueblo y uno del paso de montaña. —Aslan observó a lo lejos. —Hay una aldea de orcos aunque parece más un campamento.

—Pero la ciudad que hay ahí pilla cerca, podrían tener una ruta a Isha con los grifos. —Alexa exclamó y los demás se mantuvieron pensativos. —¿Qué?

—¿Orzarak? Los Elzars son… quisquillosos con quienes entran en sus reinos. —Habló Dante preocupado. —Sólo podríamos entrar siendo comerciantes o con alguna prueba de linaje noble, ni los suyos pueden librarse de dicho sistema.

—Pues que ganas de socializar sus reinos y medios de producción. —Exclamó molesta Alexa.

—¿Socializar qué? —Preguntaron los tres sorprendidos.

—Nada… creo que deberíamos ir al reino ese de Orzarak. —Alexa empezó a caminar cuesta abajo. —Los orcos pueden… ¡Aah!

Alexa resbaló pero Eyra y Aslan la agarraron de los brazos.

—¡¿Estás bien?! —Exclamaron los dos.
—Sí… un poco.

—Alexa tiene razón, las patrullas nos atraparían antes de atravesar su territorio. —Aslan habló y observó el río. —No tenemos muchas alternativas, por no decir ninguna.

Ayudaron a Alexa a incorporarse y los tres asintieron.

—Si queremos llegar a la ciudad y evitar las patrullas, debemos esperar hasta el anochecer. —Dante fijó su mirada en la aldea orca y suspiró. —Nos será difícil si nos pilla una patrulla.

—Meh, me dejáis atrás que puedo con diez de ellos. —Eyra se cruzó de brazos y sonrió orgullosa.

—¡Ja! Nadie puede con diez orcos en una pelea. —Dante exclamó burlándose de ella, entonces Eyra esbozó una sonrisa sugerente y él se preocupó. —Es… en una pelea… ¿Verdad?

Mientras tanto en medio del bosque se encontraba Serxa regenerado completamente junto a Aknar, un orco malherido de piel blanca con la cara pintada de verde y atado a un árbol, y otro orco en la misma situación y de mismo aspecto pero decapitado.

—Sigo sin saber que hacemos aquí, debemos volver a por el recipiente. —Serxa habló mientras afilaba su katana. —Deja que al menos corrompa a ese.

—No quiero corruptos, quiero someter la voluntad de la tribu. —Desató al orco y vio como huía. —Así no tendré que malgastar a mi gente, confórmate con los huargos.

Serxa se enfadó, invocó su garra y se giró para ver el par de cadáveres de huargos cuyas entrañas habían sido devoradas.

—Cuando termines, ve a por la orca junto a unos hermanos míos, yo me encargaré de la tribu.

El Alma en la Espada: Acero QuebradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora