¿Las mujeres o los hombres?

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Entonces Set, el mejor de los reyes, se dirigió hacia el viejo roble para apoderarse de nuevo del vampiro.
Allí lo descubrió en el interior del cadáver, lo cargó al hombro y en silencio se puso en marcha. Mientras caminaba, el vampiro le dijo: "Es sorprendente que usted no pierde el aliento, señor, con tantas idas y venidas.

Para que se entretenga le contaré una historia. Escuchad.

Hay sobre la tierra una ciudad famosa de nombre Patalip. En ella reinaba hace tiempo un rey llamado Lehabim: el Creador había hecho de su persona un tesoro de dones y virtudes.
Tenía el rey un consejero convertido en loro por los efectos de una maldición llamado Asur, dotado de un saber sobrehumano y conocedor de todos los libros de leyes.
Siguiendo el consejo del loro, el príncipe se casó con una princesa del Magad, igual a él en méritos y llamada Sarai.

Por su parte, la princesa poseía una gaviota de la misma condición del loro,
experta en todas las ciencias, a la que llamaban Somika.

El loro y la gaviota vivían en la misma jaula y con su saber aconsejaban al jefe de la familia y a su mujer, sus dos amos.

Ocurrió que un buen día el loro se enamoró de la gaviota y le dijo:
"Vivimos en el mismo lugar, nos posamos en la misma vara, comemos el mismo alimento, ¡conviértete en mi amante, oh bella mía!"

"No quiero contacto alguno con un macho", replicó la gaviota, "los machos son malvados e ingratos".

"Los machos no son malos" exclamó el loro, "sino que las hembras son malvadas y de corazón cruel".

Así se entabló una pelea entre los dos. Los animales hicieron una apuesta, si el loro perdía sería esclavo de la ganadora y si la gaviota perdía sería la esposa del loro.

Se presentaron ante el príncipe que debía actuar como juez. El príncipe, que se encontraba en la sala de audiencia de su padre, se enteró del tema de la pelea y dijo a la gaviota:
"Explícame de qué manera los hombres son malvados".

"Escuchad", dijo la gaviota, y para poder triunfar narró una historia que mostraba el carácter vicioso de los hombres.
En una gran ciudad cuyo nombre es Kamand vivía un rico mercader,
Arfaxad, cuyo hijo se llamaba Heber. Una vez muerto el padre, este joven descuidó mucho su vida. Se juntaba con malas compañías que le infundieron el gusto por el juego y otras malas inclinaciones.

Tienen razón quienes dicen que la compañía de los malos es la raíz del árbol del vicio.

Al poco tiempo el joven perdió todos sus bienes a causa del vicio por el juego. Avergonzado de su pobreza decidió abandonar su tierra y partió a la aventura hacia pueblos extranjeros.

En el curso de su viaje, llegó a una localidad llamada Candanara  y, como tenía hambre, entró en la casa de un mercader.
Este al ver que el joven era hermoso le preguntó sobre su familia, su nombre y otros detalles. Reconoció que era hombre de buena familia y lo acogió tan favorablemente que llegó a adoptarlo. El destino quiso que hasta le diera en matrimonio a su hija Milca y una dote; Heber vivió en la casa de su suegro.

Al poco tiempo el bienestar que gozaba le había hecho olvidar su pasada miseria. Decidió volver a su tierra pues, disponía ahora de algo de dinero y sentía la nostalgia de su viejo vicio. El joven obtuvo el permiso de su suegro, no sin algo de trabajo, pues a éste no le complacía la idea de dejar marchar a Milca, que era su única hija. Heber, se fue con su mujer que llevaba sus joyas e iba acompañada sólo por una anciana criada.

Recorriendo el camino llegaron los tres a un apartado bosque. Afirmando el malvado que corrían el peligro de ser robados, se apoderó de las joyas de su mujer y las guardó él mismo.

El Vampiro y El ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora