La doncella y sus tres pretendientes

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Volviendo al viejo roble, el rey Set observó al vampiro instalado en el cadáver que colgaba del árbol, lo mismo que la vez pasada. El rey, un poco molesto, volvió a bajarlo y en seguida se puso en camino.
Mientras andaba en silencio en medio de la noche por el gran cementerio, el vampiro que estaba en su hombro le dijo:
"Señor, esta pasando por un trabajo innecesario. Pero, como es usted de gran valor, le voy a contar una historia para distraerlo"

En Ujayin, hermosa ciudad, había un funcionario lleno de virtud que era consejero fiel  y querido del rey Salum; el funcionario se  llamába Hamuel. Con su mujer, igual a él en sabiduría, tuvieron un hijo virtuoso, a quien llamaron Esem. Tuvieron también una hija, muy hermosa, a la que llamaron Elisabet. 

Cuando la joven decidió que estaba en la edad adecuada para casarase, orgullosa de su extremada belleza, le dijo a su madre que le comunicara al padre lo siguiente:
"Deben buscarme a un esposo a un hombre que sea un excelente guerrero o bien un gran adivino o un poderoso mago. Si quieren y desean mi felicidad debe tener estas características sino, no lo acepto".

Su padre Hamuel se puso a buscar a un pretendiente que poseyera una de estas condiciones. Mientras encontraba a un hombre con alguna de esas características, el rey Salum lo envió como embajador para que sellara la paz con un rey de un país vecino que había ido a hacerle la guerra.

Una vez cumplida la misión, Hamuel se encontró con un noble hombre que quería pedirle la mano de su hija, pues había oído decir que era de una belleza perfecta.

Hamuel le aclaró al pretendiente:
"Mi hija desea por esposo a un hombre que sea un gran guerrero o que tenga el arte adivinatorio o de grandes poderes mágicos. Decidme cuál de estas tres condiciones es la tuya".

"Poseo poderes mágicos", dijo el hombre.

"Muéstrame", dijo Hamuel, y entonces el hombre hizo con sus artes un carro capaz de volar por los aires. En seguida hizo subir a Hamuel en aquel carro que tenía una propulsión mágica y le hizo ver los cielos y todos los reinos. Luego hizo que el carro bajara en el mismo campamento del rey ante quien se le había confiado la misión de concluir la paz.
Satisfecho, Hamuel prometió su hija al hombre dotado de semejantes poderes y fijó el casamiento para seis días más adelante.

Mientras tanto, otro hombre fue a pedir a Esem el hijo de Hamuel, la mano de su hermana.
Esem respondió:
"Mi hermana sólo quiere por esposo a un hombre que posea el arte de adivinar o poderes mágicos o bien virtudes guerreras".
El hombre afirmó que era un héroe y lo mostró por la manera brillante con que manejaba tanto las armas arrojadizas como las armas de mano. Esem le prometió darle a su hermana y también fijó el casamiento para dentro de seis días.

Al mismo tiempo,
un tercer personaje se presentaba ante la madre, y le pedía en privado la mano de la hija. Ella respondió:
"Nuestra hija quiere un marido que tenga virtudes guerreras o poderes mágicos o el arte de la adivinación".

"Madre mía",afirmó el pretendiente, "poseo el arte adivinatorio". La mujer lo interrogó sobre el pasado y el futuro, y el hombre respondió tan bien que le prometió darle a su hija en matrimonio en un plazo de seis días.

Por la mañana siguiente Hamuel, que había vuelto a su casa, comunicó a la familia la decisión que había tomado sobre el casamiento de su hija.

  La mujer y el hijo le comunicaron a su vez lo que habían hecho ellos mismos. Hamuel se sintió muy apenado y preocupado por que habían sido invitados tres pretendientes para casarse.
El día fijado para las bodas, los tres pretendientes se presentaron en la casa de Hamuel:
el poseedor de virtudes guerreras, el poseedor del arte adivinatorio y el poseedor de poderes mágicos. Pero lo extraño del caso fue que la joven Elisabet, la novia, había desaparecido de manera inexplicable; no pudieron dar con ella por más que la buscaron.

Entonces Hamuel dijo muy conmovido al poseedor del arte adivinatorio:
"Tú que posees semejante arte, dime en seguida donde se encuentra mi hija”.
"Ha sido raptada", respondió el gran adivino, "por un bandido, que la condujo a su morada situada en el bosque Vindaya".

"¡Ay!", exclamó Hamuel entristecido, "¿cómo encontrarla? ¿Cómo podrá celebrarse el matrimonio?"
Entonces el hombre poseedor de poderes mágicos dijo:
"No pierda la calma. Lo llevaré al lugar en que se encuentra su hija".

En un abrir y cerrar de ojos construyó un carro capaz de surcar el espacio, lo cargó de diversas armas e hizo subir a él a Hamuel, al hombre del arte adivinatorio y al guerrero. En un instante y como lo había anunciado los llevó al bosque Vindaya, donde tenía su residencia el bandido.
Cuando el bandido comprendió lo que ocurría, salió de su morada lleno de furia. El hombre de virtudes guerreras lo desafió a combatir. Se entabló entonces una lucha extraordinaria entre el hombre y el bandido que combatieron con varias armas por una mujer. En poco tiempo el guerrero corto con una hoja en forma de medialuna la cabeza del bandido.

Muerto el bandido, encontraron a Elisabet y todos subieron al carro del mago.
Cuando llegaron a la casa de Hamuel, se había hecho la hora propicia para celebrar las bodas pero estalló una gran batalla entre los tres hombres, el de las virtudes guerreras, el que poseía el arte adivinatorio y el que tenía poderes mágicos. El hombre del arte de adivinar dijo:
"Si yo no hubiera sabido dónde estaba esta doncella, ¿cómo la habrían encontrado ustedes? Debe ser mi esposa."

Pero el hombre de los poderes mágicos replicó: "Si yo no hubiera hecho este carro capaz de surcar los aires,
¿cómo habrían podido ir y volver en un instante, como ángeles veloces?
Hay que dármela a mí, gracias a mí, Elisabet está a salvo.

"Si yo no hubiera matado al bandido en el combate", dijo el guerrero valiente, "¿cómo ustedes iban a salvar a la doncella?
A mí me corresponde por esposa.

Y mientras discutían de esta suerte, Hamuel  guardaba silencio pensando con todas sus fuerzas quien debia ser el esposo de su hija.

"Digame pues, señor:
¿a quién debería darse en matrimonio esta doncella?
"Si no responde, su cabeza estallará en pedazos".

A estas palabras del vampiro, el rey Set, rompiendo su silencio contestó:
"Hay que dársela al guerrero, pues él la ganó con su fuerza y destreza en la batalla y arriesgó la vida en el combate con el bandido. Los otros dos no arriesgaron nada, no tenían nada que perder.

Cuando el vampiro hubo oído la respuesta del rey, abandonó en seguida el hombro de éste y se dirigió hacia su guarida como otras veces, y el rey, sin desanimarse, partió de nuevo a buscarlo.

El Vampiro y El ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora