Los tres sacerdotes y la doncella muerta

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El rey Set regresó al viejo roble en busca del vampiro. Cuando llegó ya era de noche y gracias a la luz de las piras fúnebres descubrió el cuerpo que se encontraba en la tierra. Lo cargó al hombro junto con el vampiro instalado en el interior y en silencio se puso rápidamente en marcha. Pero el vampiro desde el hombro del rey dijo:

"Señor, no tenía que haberse molestado en venir. Este es un trabajo indigno de su rango; por eso y para distralo, le contaré una historia. Escuche".

A orillas de un río había una aldea de sacerdotes. En dicha aldea vivía un sacerdote llamado Tubal,hombre muy sabio. Tenía una hija muy bonita llamada Ada: el Creador la hizo de gran belleza.

Cuando la doncella alcanzó la edad de casarse, se presentaron tres jóvenes sacerdotes llegados de una gran ciudad; los tres tenían en igual cantidad valiosas cualidades.

Cada uno pidió al padre la mano de Ada. Todos afirmaban quitarse la vida si se entregaba la muchacha a alguno de los otros dos.
Por miedo de causar la muerte de los otros dos jóvenes, el padre no entregó a su hija a ninguno de ellos. Ada permaneció soltera. Los enamorados, se quedaron allí día y noche siempre mirando a la doncella, brillante como la luna.

A todo esto, Ada, siendo aún soltera, murió de pronto atacada por una fiebre muy alta.

Abatidos por la pena, los jóvenes sacerdotes llevaron el cuerpo al cementerio y lo incineraron, después de haber cumplido los ritos fúnebres.

Uno de ellos levantó en aquel mismo lugar una pequeña cabaña e hizo su cama sobre donde se encontraban los restos hechos cenizas de su amada los cuales protegía con su vida; por su gran amor estaba dispuesto a todo, a tal punto que no abandonaba la zona donde se encontraban las cenizas y vivía de las pocas limosnas que ganaba. Todo esto demostraba el gran amor que sentía.

El segundo reunió los huesos que quedaban de la joven y se dirigió a un río sagrado para echarlos en él.

El tercero se hizo monje errante y partió al azar para otras regiones.

Andando por esos lugares sin rumbo, llegó a una aldea llamada Vajral, donde se alojó en casa de un sacerdote. Se disponía a comer cuando un niño de corta edad se puso a llorar; la madre trato calmarlo, pero el pequeño no dejaba de llorar; entonces la mujer lo tomó en brazos y con cólera lo lanzó al llameante fuego. El tierno cuerpo del niño quedó al punto reducido a cenizas.

Ante este espectáculo, el huésped sintió que se le erizaban los pelos y exclamó indignado: " ¡Qué horror! ¡He entrado en la casa de un demonio disfrazado de sacerdote! No comeré más de esta comida."

Mas el dueño de la casa le dijo:
"Admira el poder de mi encantamiento: una vez recitada la fórmula, se realiza su efecto que es el de devolver la vida a los muertos".
Así dijo y tomó un pergamino que contenía la fórmula. Agarró un poco de polvolo y lo esparció sobre las cenizas y el niño se levantó vivo y con el mismo aspecto que antes.

Al ver todo más claro el monje errante se calmo y comenzó a comer. El dueño de la casa colgó el pergamino de un gancho, comió y luego se fue a acostar, lo mismo que su huésped, pues ya había llegado la noche.

Cuando el amo de la casa se quedó dormido, el monje errante se levantó y tomó el pergamino, pues quería volver a la vida a la doncella. Salió sigiloso y andando día y noche llegó hasta el cementerio en que había sido incinerada la doncella.

En el momento en que llegaba encontró al segundo sacerdote que regresaba del rio,
adonde había ido para arrojar los huesos de la doncella. Juntos fueron al encuentro del tercer sacerdote, aquel que había construido una pequeña cabaña y protegía con su vida las cenizas de la joven y nunca se había apartado de aquel lugar, por el gran amor que sentía.

"Quitad de aquí esta choza", dijo el monje errante, "para que pueda sacar de estas cenizas a la joven viva, gracias al poder de un encantamiento".

A al pedido del joven, los otros dos pusieron manos a la obra y demolieron la choza. Entonces, abriendo el pergamino, el joven leyó. Tomó un poco de polvo mientras resitaba la fórmula y lo esparció sobre las cenizas.

La joven Ada se levantó viva: el nuevo cuerpo sobrepasaba en belleza a aquel otro, ya tan hermoso, que había tenido antes.
Cuando la vieron viva y y tan hermosa, los tres jóvenes cayeron enfermos de amor y se pelearon la joven.

Uno dijo: "Es mi mujer, pues la he ganado por obra del encantamiento".

"Me pertenece a mí", dijo el segundo, "pues renació a causa de la virtud de las sagradas aguas".

Y el tercero dijo:
"Debe ser mi esposa, pues conservé sus cenizas y la hice renacer con mi amor".

Y dijo el vampiro entonces:
"Digame, señor, ¿ cómo se podría elegir bien en este problema?
¿A quién le corresponde la doncella como esposa?

Le estallará la cabeza si, sabiéndo la respuesta no la dice.

El rey respondió:
"El que la resucitó valiéndose de la fórmula, mágica, tras grandes esfuerzos, es su padre y no su marido, puesto
que ha procedido como un padre que da la vida por sus hijos.
El que llevó los huesos de la joven al rio puede ser considerado su hijo.
Pero el tercero, el que nunca se movió del lugar mismo de la cremación haciendo su cama sobre las cenizas y abrazando las cenizas con amor, debe considerarse su marido, puesto que procedió como un marido, con profundo afecto."

El vampiro oyó la respuesta del rey Set y al instante abandonó el hombro dél monarca y, sin ser visto, tornó a su guarida. Y el rey, que no pensaba más que en los intereses del mendigo, decidió ir a buscarlo.

Los hombres de carácter firme nunca dejan de cumplir lo que se han comprometido a hacer, aunque les cueste su vida.

El Vampiro y El ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora