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SOLO

Sergio

Como si el tiempo no pasara, cada esquina, los callejones cerrados y las casitas pintorescas siguen siendo las mismas.
La última vez que estuve aquí fue en el funeral de mi padre. Con él dentro de un cajón, me había quedado solo y mi vida le causaba lástima a casi todo el pueblo. Hijo único, pero de un amor verdadero, lleno de locura y anécdotas que papá se encargó de transmitir mientras el recuerdo de mi madre se volvía cada vez más lejano. Un amor de verdad, ¿de qué sirvió?, si cuando el dolor me abatía no tuve un hombro del cual sostenerme.
No fue hasta que recibí un mensaje del pequeño Mau, aunque ya no era tan pequeño, proponiéndome una idea de negocio, que decidí volver a aquí. Bastante interesante su proyecto, lo conversamos un par de veces y cuando me mostró los planos quedé más que impresionado.

Ese día escuché su nombre otra vez.

—Se lo mostré a Valentina, la semana pasada —dijo, esperando que le alcance la copa que llevaba en mis manos— Le ha gustado, está muy emocionada.

—¿Valentina? —interrogué para confirmar de quién se trataba.

—Mi prima Valentina, seguro la recuerdas. —afirmó— La bajita, ojos cafés, cabello oscuro... —empezó a describirla, a la par yo dibujaba en mi mente su recuerdo— Ah, —expresó con soltura— de la que fuiste pareja de promoción, ¿año 2009, quizá?

El tiempo se estancó en su última frase. A ciencia cierta, sabía que se trataba de ella desde que oí su nombre, pero escuchar como Mauricio la describía me causaba un poco de nostalgia.

—Esa mujer debe odiarme. —aseguré y el inclinó la cabeza.

—Sergio, amigo, ella ni se acuerda de ti. —su tono era sincero— No se ha mencionado tu nombre durante años y ella, hace mucho que dejó el pueblo.

Quise indagar a dónde había ido, qué era de su vida, pero me contuve en su expresión: "Ella ni se acuerda de ti".

Evoqué todo eso estacionado frente al restaurante dónde será la fiesta antes de la inauguración.

Jugueteo con las llaves del carro mientras camino hacia la puerta, entonces veo a Mauricio con un millón de líos encima.

—Se supone que el chef debería estar únicamente en la cocina. —le digo en tono burlón.

—Eso pasa en los restaurantes que ya fueron inaugurados y tienen años abiertos al público. Yo me limito a hacer todo lo que pueda para ahorrar y hacerle mejoras al lugar...

—Y para pagar la escuela de gastronomía también —lo interrumpo, pues ese fue nuestro trato.

Él me mira dubitativo.

—Es que a papá...

—Papá, nada. —mi voz es severa— Él no puede decidir por ti, si elige no apoyarte, entonces se perderá de los reconocimientos que ganarás...o los platillos que quemes. —rio un poco.

Mauricio sigue dirigiendo todos los arreglos del lugar durante todo el tiempo en que me sentí perdido. Mi rubro es la hotelería, desde que papá murió he seguido con la empresa que dejó a la familia.
Nuestros hoteles se encuentran en casi todo el país, mi familia -es decir, mi primo y yo- somos los dueños de la más grande cadena de hoteles en el Perú.

Con El Mar De TestigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora