día 20: el dolor de un alma inocente.

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Hacía frío, tanto que podía estar seguro que se le estaban helando los huesos

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Hacía frío, tanto que podía estar seguro que se le estaban helando los huesos. El miedo y el dolor en sus brazos se hacía cada vez más y más insoportables. Los moretones en todo su cuerpo dolían y más cuando presionaba suavemente para satisfacer a su curiosidad. Sus ojos demostraban el miedo que le causaba el hombre que lo miraba sentado en un sofá, burlándose implícitamente de su miedo.

— ¿Has entendido, Tigre de invierno?—El pequeño niño asintió. Miró a la mujer que retorcía sus manos en la tela del vestido y se encogió en su lugar cuando él se acercó, aterrada a la reacción que su esposo podía tener.

Las cadenas enroscadas en sus nudillos y el palo que permanecía a su lado, hacían temblar a Chan. Tenía tan solo diez años y su padre lo castigaba golpeándolo, diciéndole que el miedo no era bueno para el negocio y que tendría que aprender a sobrellevar todo eso si no quería que sus enemigos lo hicieran caer. Lo tomó de unos de sus brazos y él sin quejarse, se dejó llevar. El hombre lo metió dentro de la ducha, abriendo el agua fría y dejando que cayera sobre la cabeza y el cuerpo del pequeño que había comenzado a temblar con fuerza, sus dientes chocando entre sí.

— ¡Yeonjun por favor, déjalo!—Gritó GyeonGi molesta porque su esposo fuera de esa manera—. ¡Yeonjun! ¡Tan solo tiene diez años! ¡Déjalo!

— ¡Cierra la puta boca! ¡¿Piensas que le voy a dar el derecho de desobedecerme?!—Empujó a GyeonGi para que soltara su brazo y la fulminó con la mirada—. ¡¿Vas a seguir desobedeciéndome, mocoso?! ¡Soy tu padre y soy quien manda! ¡¿Has entendido?!—Chan temblaba bajo el agua helada y sus labios habían comenzado a ponerse morados—. ¡Soy quien mando y tú debes obedecerme!—Esas palabras grabándose a fuego en su cabeza, volviéndose en un trauma que le aterraba.

El agarre que su padre tenía en su brazo era molesto, doloroso. Frunció el ceño, sus emociones apagándose; La rabia contenida que sentía por su padre, el miedo, la tristeza, todo parecía esfumarse mientras el señor Bang golpeaba su mejilla y le hacía entender que era él quien mandaba en ese lugar. Los gritos se hicieron insoportables, su madre y padre peleaban cada que podían, y él estaba harto. Estaba harto porque en cada discusión que ellos tenían, él estaba involucrado. Chan era el primogénito, el único hijo varón que el señor Yeonjun hacía tanto tiempo había deseado, el hombre que heredaría su imperio creado a base de sufrimiento y dolor, no de él sino más bien que de sus enemigos.

— ¿Vas a seguir mis órdenes, Tigre de invierno?

¿Por qué su padre nunca lo llamaba por su nombre? Siempre era ese estúpido apodo que le molestaba, no le gustaba. Él no era un tigre y mucho menos uno de invierno. Él odiaba el invierno porque le hacía recordar a esas duchas de agua fría, a esas noches que su padre lo sacaba de su hogar para que durmiera afuera en nada más que su ligero pijama. ¿Cuántas veces por culpa de él, había ido al hospital con casi una neumonía o casi entrando en hipotermia? ¿Cuántas veces más debía de escuchar a su madre rogar porque su pequeño hijo no muriera? Él tenía diez años, pero entendía tantas cosas y le dolían muchas otras. Él deseaba todas las noches por tener un padre normal, una familia normal como las de sus compañeros en el colegio.

60 días preso › chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora