Parte 4

22 6 1
                                    


La realidad siempre es jodida,
solo en los cuentos hay finales felices.

Sirenas, sirenas y más sirenas de policía.

El hambre y cansancio me estaban jugando una mala pasada.

Mis ojos comenzaban a cerrarse de nuevo, mis piernas flaqueaban, mis hombros empezaban a pesar, como si la gravedad cada vez me empujara más hacía abajo, y de un momento a otro me encontraba en el suelo.

Recibí un fuerte golpe en la cabeza que hizo que perdiera el conocimiento por, calculo yo, un par de horas.
Hasta qué alguien me encontró y me arrastró como pudo hacia una especie de tienda de campaña en medio del bosque.

Era consciente de todo lo que sucedía a mi alrededor pero era incapaz de hablar, de moverme, ni siquiera de sentir.

Por un momento pensé que mi mente y cuerpo se habían distanciado por completo, ambos pasando de ser la pareja ideal a absolutos desconocidos.

Como yo y ese chico...

— Hola Laia, ¿como te ha ido? — preguntó él con un tono sarcástico en su voz.

NO  

ME  

JODAS

No había logrado enfocar su rostro aún pero su, ya conocida, ronca voz me era más que suficiente para saber quién se escondía tras mi borrosa visión.

Y aunque penséis que me salvó, reconozco que hubiera preferido ser encontrada por la policía y pasarme los 15, 20 o 200 años que me correspondieran encarcelada por asesinato y fuga.

Y si, me imagino que ya sabéis quién es él, aunque dudo mucho que sepáis que hacía aquí.

IRROMPIBLES © -Toda la Verdad-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora