Capítulo once

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Bien entrada la tarde, Bella estaba en su terracita leyendo. Lo primero que hizo al despertar fue asearse y desayunar, muy pocas horas antes. Seguía cansada después de la noche tan larga y contundente que tuvo, y con pocas ganas de salir de su cuarto, decidió encerrarse ahí el resto de la tarde.

Intentaba concentrarse en su lectura, pero su subconsciente la traicionaba ya que todo el rato rememoraba pequeñas secuencias de anoche. Sinceramente, le aterraba volver a ver a Axel porque no sabía cómo reaccionar y menos aún sabía de qué manera actuaría el otro. Tampoco quería montarse expectativas en su cabeza, ya que seguramente para él significó bien poco la cercanía que tuvieron, porque para este enrollarse con alguien de aquella manera era de lo más normal, al contrario que para ella. Por otra parte, en la charla que tuvieron después, pudo notar que no era algo que este hiciese normalmente.

No era tonta, notaba que poco a poco se iba pillando de él muy a su pesar y no le gustaba en absoluto. Seguía sin conocerle bien, pero con todo lo que hablaron, le dejó más que claro que con él no tenía la oportunidad de abrirse porque saldría dolorida y eso era lo único que quería evitar. Era de cajón, pillarse de un mujeriego nunca podría salir bien, a no ser que este estuviera dispuesto a abrirse, cosa que no tenía pinta de suceder.

Por otra parte, también se decía a sí misma que dejarse llevar no estaba mal. No sabía qué clase de fuerza divina conseguía atraerla hacia él, simplemente surgía y era imparable. El momento de la piscina fue el más placentero que había tenido jamás, no se imaginaba cómo sería en la cama, y todo había que decirlo, curiosidad tenía, y mucha. Pero sabía perfectamente que dejarse llevar era sinónimo de pillarse cada vez más, asique estaba en una situación de total desconcierto.

Estaba viendo la bonita puesta de sol cuando se le ocurrió ir a su tienda de vinilos favorita aprovechando que en verano cerraba tarde, ya que era casi la hora de cenar. Sin muchas ganas de arreglarse, se puso unos shorts, una sudadera ancha y unas Dr. Martens. Justo antes de salir de casa, le llegó dos mensajes.

Mamá: ¿Qué tal mi amor? Papá y yo nos quedaremos un poco más. Se nos han complicado las cosas.

Emma: Holaaa, ¿me puedes recoger en el skatepark en un rato?

El mensaje de su madre no la sorprendió para nada, asique se limitó a responderle que no pasaba nada, que estaba bien. En cuanto a Emma, sí que se extrañó ante su petición, más que nada porque no sabía qué pintaba su amiga en tal lugar, pero como la tienda a la que iba estaba cerca, le dijo que sí.

Nada más entrar en Vinyl Store saludó amable al dueño, que lo conocía desde que era pequeña porque era amigo de sus padres. Este siempre tenía una sonrisa pintada en la cara, su apariencia era como de un bebé mayor.

- ¿Qué tal pequeña? – preguntó el hombre de casi ochenta años, detrás de la caja

- Muy bien, Bob, ¿y tú? – preguntó de vuelta mientras rebuscaba vinilos en el mueble situado en el centro de la tienda, donde se apilaban muchos desordenadamente

- Bien, con ganas de ver a tus padres

- Ahora están fuera por trabajo – informó, sacando del montón uno de Jimi Hendrix

- ¿Vienes buscando buenos guitarristas? – preguntó acercándose

- Sí, me apetece escuchar Rock del bueno – dijo admirando la portada

- Aquí tengo otro que te va a encantar – comentó mientras sacaba un vinilo que parecía estar escondido – Kurt Cobain – dijo ofreciéndoselo

- Nirvana – musitó analizando la contraportada

- De los mejores grupos del último centenario

Limerencia SanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora