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—Mira, mira—Felix apuntó emocionado. Llevaba un mapa de aquella reserva natural entre sus manos, el cual le tendió a Bang para poder correr por aquel camino de tierra hasta el borde del acantilado.

Chan lo siguió a paso calmo, admirando la naturaleza de aquella mañana. Cuando llegó con el menor observó la vista e inhaló profundamente el aire fresco.

—Ven, abajo.—Felix le tomó de la muñeca y lo hizo ponerse en cuclillas a su lado.

Dirigió la vista a donde Felix veía emocionado. Una madre y su cervatillo estaban del otro lado, entre los arbustos.

—Mira eso—habló Chris y la hembra dirigió su vista hacia ellos.

—Shh, no la asustes—Felix se encogió en su lugar.

—Es una madre, siempre está alerta por su bebé. Bonito, ¿verdad?—el castaño hizo una mueca

—No es bonito. No le importa su bebé, en cuanto un depredador se acerque, lo abandonará a su suerte para salvarse ella primero. Después de todo, ella siempre podrá volver a aparearse y tener más crías, así que no le importará usar a su bebé cómo distracción.—murmuró.—la naturaleza es cruel.

Chan le miró, el menor tenía su cabello castaño ligeramente largo cayendo sobre su cara.

—Si, pero es muy bonita.—le apartó el cabello con suavidad.

—Bueno, si.—se levantó—ven, ya tengo hambre.

—Entonces vamos a comer.

Ambos regresaron por donde vinieron.

Habían hablado con Minho y luego de que Bang le asegurara que él no tenía problemas con ello, el mayor de los Lee había aceptado y prometido enviarle más dinero.

Pero Chan no hacia aquello por dinero.

Observó al más joven sentado en aquellas mesas del recinto especialmente destinadas a comer, con sus pies balanceándose en el aire y comiendo aquel sándwich de salmón con ánimo.

Cuando Felix había llegado a su vida, tenía unos ojos increíblemente tristes, aún si sonreía, pero ahora mismo sus ojos brillaban ante la vista y no había dejado de sonreír.

Llevaba unas botas que le quedaban ligeramente grandes, unos calcetines color crema que sobresalían de sus botas y un pantalón que había doblado para que le llegara a la pantorrilla. La camisa de Godzilla que Chan le había regalado pues el menor la había amado y una camisa suya de franela, pues hoy el sol era más cálido y no hacia tanto frío.

Felix bebió de su jugo de caja y luego sonrió.

—Mira, una ardilla te está mirando.—le informó y Bang llevó su mirada a un costado, donde a varios metros había una ardilla en el suelo, mirando hacia su dirección.

Chan tomó la pequeña bolsita que contenían nueces, almendras y trocitos de chocolate—cortesía de la cafetería del lugar—y se levantó despacio.

—¿Que haces?—preguntó el castaño.

Chan se acercó despacio y cuando notó que la ardilla iba a salir corriendo, se puso en cuclillas.

Sacó un par de almendras y nueces y se las ofreció al animalito en la mano.

La ardilla tardó su tiempo, vacilando entre acercarse o no, pero de poco a poco se acercó a la mano extendida y tomó una almendra, metiéndosela a la boca y así hizo con las demás.

—Ven, Felix.—le susurró y el menor se acercó con cautela. La ardilla retrocedió un poco y Chan le puso una nuez en la palma a Felix, quien la estiró hacia el animalito.

—Toma—le dijo el menor.

El roedor se acercó y a pesar de tener las mejillas llenas, tomó la nuez y se la metió con dificultad a la boca, para luego salir huyendo.

Felix tenía una sonrisa dientona en la cara y Bang le sonrió de igual forma. Pero su vista inmediatamente bajó a la piel descubierta del menor que su pantalón dejaba ver y observó sus moretones ya menos colorados.

—¿Te duelen?—preguntó de repente. Felix bajó la mirada hacia donde Chan miraba y negó.

—No. Usualmente los de las piernas o torso no duelen, pero en los brazos si que era molesto.—hizo una mueca.

Chan, sin ser muy consciente, llevó sus dedos hasta la piel del menor y pasó su yema por aquel hematoma verdusco.

—Va a desaparecer.—le aseguró.

—Si, eso espero.—le sonrió, sintiendo su rostro ligeramente caliente.—¡oye!—se levantó de golpe, mirando hacia la mesa.

La ardilla estaba sosteniendo su último trocito de sándwich y al ver la reacción de Felix saltó de la mesa y salió corriendo.

—¡Era mi último pedazo, rata con cola esponjada!—pero el animal ya corría lejos de él—por eso estás obesa.—murmuró haciendo un suave puchero y frunciendo el ceño.

Bang le sonrió, levantándose y poniéndole una mano en el hombro. Le tendió la bolsita que ahora sólo tenia trocitos de chocolate y la cara de Felix volvió a ser contenta.

**

—¿Felix?—le llamó el mayor, tocando la puerta del baño. El castaño llevaba casi dos horas ahí dentro.

—¡Ya voy!—la voz de Felix del otro lado le tranquilizó un poco. Sólo un poco.

—¿Todo está bien?—preguntó.

—Si, es sólo que...—la puerta se abrió y Bang retrocedió.

Lo primero que miró fue a Felix con el cabello mojado y rubio. El menor tenía una sonrisa en la cara.

—Tenían un tinte rubio aquí—apuntó el gabinete—no sabía hacerme una decoloración así que sólo la hice en base a mi criterio, pero no se me quemó el pelo, ¿ves?—se apuntó la cabeza.

—Si...lo veo.—no sabía exactamente que decir. Lucía bien y era un alivio que no hubiese terminado calvo.

—También hay tinte castaño—le miró con una sonrisilla que Bang no entendió—te verías bien con castaño.

—Ah...—soltó una risa nerviosa—no creo que...

—Anda, pienso que te verías muy cool, cambiaríamos estilos, mira es un color bonito—sacó la caja con tinte.

—La verdad no sé si sea buena idea...—observó a Felix y éste apretó la caja contra su pecho—pero puedo intentar...

**
—¡Te ves muy bien!—el menor dio un pequeño salto.

Ambos caminaban por las calles de aquella noche fría para ir a comprar la cena.

Bang tomó un mechón de su cabello ahora castaño y sonrió nerviosamente.

—Creo...que me veo raro.

—No, no. Luces bien—sus mejillas se sonrojaron—muy bien, si.

—Gracias.

El menor asintió y Chan notó cómo su cabello seguía húmedo. Él se había secado el suyo, pero cómo siempre, Felix no lo hizo.

—Felix, creo que debiste secar tu cabello, está húmedo aún y está haciendo frío.—habló ligeramente preocupado.

—No pasa nada, está bien.—le aseguró el menor.

No muy convencido, el mayor asintió.

Aquella noche, ambos cenaron y después de que Felix sacara toda su emoción por el lugar al que partirian la mañana siguiente, cayó dormido.

El hotel en el que se alojaron no era muy elegante, ni mucho menos, pero tenía dos camas por un precio justo.

Tú de estrellas. CHANLIX AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora