Por azares del destino

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| RESUMEN: El secreto de Johnny ha salido a la luz |

°°°

Daniel intuyó que algo andaba mal desde que descubrió la pequeña nota atorada en su pupitre. Por un momento decidió pasarlo de largo y al siguiente, su curiosidad era mucho más poderosa que su fuerza de voluntad. El señor Miyagi siempre hablaba de pensar antes de actuar, ser crítico y cauteloso cuando fuera necesario. Pero también prestar atención a sus instintos estaba bien. Daniel en realidad siempre fue más instintos que cabeza, pero una parte de él le decía que no tenía nada que perder incluso si había un grupo de cobras esperando a que cayera en su nido. No tendría ese pensamiento hasta después de que la campana sonara y tomase su tiempo hasta asegurarse de que todos hubieran salido del aula hacia el laboratorio.

Se dirigió a las jardineras detrás del salón de música, el mismo lugar donde fantaseaba pidiéndole a Ali que saliera con él y tal vez en algún momento, también besarla. En realidad, tenía la esperanza de que hubiera sido ella quien puso la nota en su lugar. Aunque no tenía mucho sentido, pero eso no le importó y sonrió al vislumbrar unos cabellos dorados asomando detrás de los arbustos.

Luego su sonrisa se desvaneció.

"Parece que todo el mundo se volvió rubio." Dijo su mamá.

Para él parecía ser una maldición.

Los ojos azules de Johnny se posaron en él mientras seguía arrancando hojitas de los arbustos y las lanzaba al pasto luego de destruirlas en sus manos. Su semblante se endureció sin cambiar en ningún segundo.

Daniel estaba intentando no parecer tan nervioso como en realidad lo estaba. Incluso si tenía inmunidad durante un par de meses seguía pareciendo como si el tipo tratara de oler su miedo y estuviera dispuesto a atacarlo

—Así que ahora escribirás notas cada vez que quieras golpearme. ¿No se te ocurrió algo más inteligente?

Johnny no respondió, al menos no de inmediato.

—De todas formas viniste —Johnny dibujó esa estúpida sonrisa mientras se cruzaba de brazos—. ¿Creíste que era Ali?

—No es necesario cuando hablamos todo el tiempo. Ya sabes, siempre estamos juntos.

Daniel celebró cuando se dio cuenta de que había tocado un nervio cuando el rubio apretó los puños. Se enfrentó a él sin sentir temor después de mucho tiempo. Aun así, podía escuchar a sus dientes rechinando.

— ¿Qué quieres? —dijo Daniel tan seco como pudo. Las hojitas seguían cayendo.

Johnny solo se quedó inmóvil y su mueca se deformó en una fina línea rosada. Parecía algo ansioso y confundido, como si ni él mismo supiera por qué estaban ahí. Abrió la boca para decir algo, pero no logró emitir ninguna palabra. Daniel esperó un momento más hasta que decidió que había sido suficiente.

—A la mierda. Me largo de aquí.

Alcanzó a dar solo dos pasos cuando ya tenía la mano de Johnny apretando su muñeca. Lo último que pensó fue cómo había acortado tan rápido la distancia, pero las piernas del tipo eran tan largas como para haber llegado hasta él con solo un par de zancadas.

—¿Qué carajo haces? ¡Suéltame!

—No te traje aquí para golpearte, LaRusso.

Algo en su tono cambió y de pronto se oía más calmado. No recordaba que su voz sonara tan suave alguna vez. Daniel había levantado la mano, lo que hizo que el rubio mantuviera su brazo elevado, aun sosteniéndolo. Pudo ver que debajo de la chaqueta de cuero había un vendaje que partía desde la muñeca izquierda y desaparecía en la oscuridad de la misma. Cuando lo soltó, la duda sobresalía de su rostro y Johnny evitó cualquier otro tipo de contacto visual. Por primera vez lo vio nervioso y eso preocupó a Daniel.

Colores y PromesasWhere stories live. Discover now