Los ojos brillantes la devoraban
entre pestañas.
El corazón se aceleraba por las prisas
del tiempo.
La piel se erizaba por el silencio
del sonido
de las ondas de un viento plenamente
enardecido.
Rasguños de desespero rasgaban la vergüenza.
Las palabras no temían de su alcance.
Acariciaban, como los dedos sobre el muslo,
secretos que la dermis susurra a la sangre.
Se empañan el aire y el respeto,
se evaporan las prendas desconocidas,
obstáculos de la noche que viste un encuentro.
Se pelean los polos intensos, los deseos opuestos,
bajo los fríos labios que escurren intensiones.
Ardiente es la sonrisa que quema
y ahoga en la garganta el nombre.
Regresa el tiempo, con el cuero empapado de sudor,
el cuerpo rojo de la indiferencia,
en un bosque con serpientes por susurrar.
Acuerdo de habitación que suplica detrás de la puerta,
olvidando identidad, nunca el cuerpo,
jamás la intimidad.
Resuenan en el concreto poblado
de aventuras nocturnas:
el gozo a la vida
y los tacones al caminar.
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A mis amores
PuisiYo he amado. Con intensidad y a mí manera; con mis limitados años y en las sombras que me tocaron. He tenido que tragarme sentimientos por no saber nombrarlos, por temerle a mi honestidad, por qué no parecía ser el momento. Me he llenado de amor, d...
