Historias

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Trabajar en una cafebrería resultó ser más laborioso de lo que había pensado en un inicio.

Y es que no solo tenía que atender clientes, servir bebidas y recomendar libros; conforme fueron pasando los días, Tzuyu comenzó a dejarme más trabajos, cada uno más laborioso que el anterior.

Entre los muchos trabajos que comencé a realizar, el más laborioso era el de acomodar los nuevos libros que llegaban, algunos solo tenía que acomodarlos en las estanterías donde viera el título, el mayor problema eran las novedades que llegaban semana con semana. Esos libros tenían que ser acomodados en un mueble cercano a la entrada en orden de popularidad de acuerdo a una lista que Tzuyu me daba.

"¿Y qué se supone que haga con los libros de la semana pasada?" pregunté el primer día que me había tocado realizar este trabajo.

"¡Los acomodas en los libreros en el orden en el que deben ir!"

Aquello provocaba un efecto dominó que desembocaba en tener que mover la mayor parte de los libros a repisas inferiores para que los nuevos libros entraran en los libreros.

Por fortuna había algunos libros que tardaban más de una semana en salir de la lista de popularidad, así que esos solo los tenía que acomodar en el mueble de la entrada de acuerdo con su posición.

Fuera de ese trabajo, seguía disfrutando del trabajo, además de que mis libreros comenzaron a llenarse con libros que compraba o me regalaba Tzuyu.

Una tarde del viernes llegó el señor Quevedo solo, cosa que ya de por sí era rara. Se sentó en la mesa habitual y volteó a la barra.

"Creo que te busca a ti" dijo Tzuyu secando una taza.

"Podría buscar a cualquiera de los dos" comenté.

"¡Joven lector!" gritó el señor.

"Te busca a ti" dijo Tzuyu.

Tomé el menú y me acerqué a la mesa.

"Buenas tardes" saludé con una reverencia. "¿Su amigo no vendrá hoy?"

"¡No menciones a ese desgraciado!" gritó el señor Quevedo. "¡Al maldito le dio la locura de Augusto y decidió seguir ciegamente a su nueva Eugenia y dejó de lado a su gran amigo!"

No entendía bien qué quería decir aquel señor respecto a su amigo.

"Si yo fuera el señor Unamuno..." dijo él dejando que la frase se perdiera en el espacio. "Pero no estoy aquí para refunfuñar."

El señor Quevedo pidió lo de siempre antes de acercarse a los libreros.

"Estaba hablando de la novela Niebla" comentó Tzuyu en cuanto llegué a la barra. "Es la historia de Augusto, quien se enamora perdidamente de una mujer llamada Eugenia quien lo trae de acá para allá y lo comienza a volver loco."

"Creí que no eras mucho de literatura" comenté llenando la taza de café.

"Eso no significa que no leí esa clase de novelas en preparatoria" señaló Tzuyu.

Llevé la orden a la mesa donde el señor Quevedo miraba fijamente un libro.

"Jovencito" dijo antes de que me retirara.

"¿Sí?"

"Sé que este no es un trabajo que le competa a usted, pero quería pedirle por favor si me puede leer un poco."

La petición me tomó por sorpresa. Volteé a ver a Tzuyu y noté que se encogía de hombros.

"No hay mucha gente en la cafetería" añadió él. "Será solo por hoy."

Precious LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora