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—U-Ugh, Kazutora. M-Más rápido. Mierda, si.

Los sonoros gemidos de Chifuyu hacían eco en todo el cuarto de baño. Con fuerza movía su mano de arriba abajo por toda la extensión de su falo, sintiendo los espamos que esto provocaba, dejándose llevar, sentado dentro del agua tibia de la bañera medio llena.

La imagen de su profesor penetrándolo contra su escritorio mientras él se encontraba boca abajo invadía toda su mente. Se imaginaba las fuertes y duras estocadas, el cuerpo del mayor sudar contra el suyo, los graves y roncos gemidos del profesor contra su nuca, siendo esta besada por sus húmedos labios y de vez en cuando dejando leves mordidas. El sonido de las pieles chocar formando un sonido de lo más suciamente placentero. Arriba, abajo. Arriba, abajo.

Pronto pudo sentir un hormigueo apoderarse de su pelvis, haciendo
asi sus movimientos más rápidos

—O-Oh— jadeo finalizando y entrando al orgasmo.

Aún no podía creérselo. Había tenido la experiencia más erótica de su vida con su profesor y ahora se había masturbado pensando en él...

Algo muy normal de todos sus días. Sí.

—La mejor corrida de toda mi puta vida....— susurro para luego reirse y regular su respiración.

Agradecía que fuera martes y que su hermano trabajara hasta las nueve y media de la noche esos días.

[...]

Miércoles, 7:00 de la mañana. El chico se encontraba gruñendo ante la insistente alarma que le gritaba que se levantara. Pero todo rastro de molestia se esfumó al sonreir recordando la primera hora de docencia que le tocaba: Literatura Clásica. Aquello bastó para que se levantara de un salto y se plantara delante del armario en busca de su mejor atuendo. No es que tuviera demasiada ropa, pero algo podría hacer. Tampoco es que tuviera la ropa más sensual que pudieras imaginar, el de la ropa provocativa era Takemichi. Siempre con unos pantalones ajustados y camisas que dejaran ver sus clavículas.

Cómo no, si el condenado tenía un cuerpo de infarto. Matsuno ahora mismo lo envidiaba. No solo eso sí no su mejor amigo también iba con sus pantalones rotos y ajustados acompañados de camisetas (en su mayoría de colores sólidos) sueltas. Volvió a suspirar. ¿Acaso él era el que más soso se vestía de los dos?

Siguió rebuscando entre las perchas y cajones llegando a tal punto de desesperarse. Nada. No encontraba absolutamente nada.

—Chifuyu, es hora de levantar... ¿Estás despierto? ¿Tú?

Mikey, hermano mayor de Chifuyu, entró a la habitación como todas las mañanas hacía para despertar a su pequeño hermano, cosa que siempre tomaba una eternidad porque el menor era de sueño pesado. Se sorprendió bastante al verlo ya en pie y completamente espabilado. En cambio a Matsuno se le iluminó el rostro. Mikey sería su salvación.

—Hermanito, necesito que me ayudes— pronunció con un puchero.

—Levantado, pidiéndome favores mientras me llamas hermanito... Tú no eres Fuyu. ¿¡Dónde has escondido a mi hermanito, impostor!?— acusó señalándolo con el dedo.

—Hablo en serio, Mikey— habló rodando los ojos.

—Ahí está el Chifuyu de siempre, Bueno. Cuéntame ¿en qué puedo ayudarte?— mientras hablaba, se sentó en la cama.

—Necesito que me ayudes a vestirme. Ya sabes, así como tú, estiloso, provocativo. Que me prestes ropa. Ya sé que no eres de lo más alto, pero...

—¡Yah! ¡Me llevas solo cinco centímetros! Maldito mocoso.— Mikey se levantó para golpear el hombro de su hermano. Los dos rieron.— ¡Llevo esperando esto años! Ya era hora de que sentaras cabeza y dejaras esos pantalones anchos de hippie que siempre llevas. Te voy a dejar increíble. Tanto, que todos van a babear por ti.

Papi [Kazufuyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora