Capítulo 1.

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A sus siete años no había nada más difícil que sentarse a esperar en un sábado por la tarde. Miraba hacia la puerta principal de su casa y soltaba un suspiro una vez cada dos minutos, estresándose por no escuchar el sonido del timbre o la voz de su mejor amigo en la cercanía. Su madre sólo sonreía de lado al verlo y le recordaba que la paciencia era una virtud.

—¡Mamááááá! ¿Cuándo llegará Seung Minie?

—Pronto, mi amor —contestó una mujer de cabello tan oscuro como el de su hijo—. Hace un ratito hablé por teléfono con la señora Kim y me dijo que ya estaban a unas cuantas calles. No te desesperes.

Lo que más le encantaba al pequeño Hyun Jin era pasar tiempo con su mejor amigo Seung Min. Se conocieron en un parque local cuando tenían cinco años y se volvieron inseparables, incluso en la escuela. Siempre jugaban y tenían las aventuras más increíbles gracias a su enorme imaginación; podían pasar horas siendo exploradores, piratas, detectives, héroes y su opción favorita: astronautas que juraban recorrer el universo para encontrar las estrellas más brillantes y conocer a seres de otros mundos.

Hyun Jin era sólo medio año mayor que Seung Min, pero lo protegía como si tuviera al menos tres años más. Era el menos tímido de los dos, también el más fuerte, impulsivo y escandaloso. Estaba consciente de lo sensible que era el otro niño, aunque no por eso le gustaba verlo llorar, por lo que siempre que veía lágrimas en los ojitos del contrario, lo abrazaba y lo consolaba cariñosamente. Eran adorables.

—¡Seung Minie! —Gritó el pelinegro cuando escuchó cómo un automóvil se detuvo en frente de su casa—. ¡Ya llegó! ¡Es él, mamá!

—No olvides ser amable y saludar también a los señores Kim, no sólo a Seung Minie.

Tan pronto como terminó de dedicar un simple "Hola" a los padres del niño con cabello café, se acercó a éste y le sujetó una mano para comenzar a guiarlo hacia su habitación. Los adultos no hicieron más que soltar una risa suave.

—¡Ven, Seung Minie! ¡Te enseñaré algo genial!

El mayor había perdido un diente de leche esa mañana y quería mostrárselo al castaño, en verdad actuaba como si tuviera el tesoro más asombroso de todos en su poder. Seung Min, por supuesto, quedó impresionado y Hyun Jin le dijo que usaría el dinero que recibiera por su diente para comprar helados.

Después de eso, se pusieron a jugar a que eran astronautas viajando por el espacio. Saltaban por toda la habitación del pelinegro, también en la cama, y usaban grandes cajas de cartón que ellos mismos habían decorado para que fueran sus naves.

—¡Veo algo por allá! —Seung Min señaló hacia una esquina, misma en la que habían acomodado unos peluches en una montaña de sábanas.

—¡Es la entrada a una nueva galaxia! —Aseguró el pelinegro—. ¡Bien hecho, Seung Minie! Vamos a acercarnos.

—¡Espera! ¡Veo extraterrestres ahí! ¡No sabemos si son malos!

—Entonces, ¡vamos a descubrirlo! No tengas miedo, Seung Minie, iremos juntos. Recuerda que nunca estaremos solos cuando vivamos una aventura —le sonrió—. Hyun Jin y Seung Min, ¡por las estrellas!

—¡Por las estrellas! —Repitió el castaño, claramente con menos preocupación.

Todo era perfecto en su vida hasta que, poco después de que Hyun Jin cumpliera diez años, su madre le informó que tendrían que mudarse a Daejeon por una oferta de trabajo que su padre había recibido. Esa fue la primera vez que el pelinegro lloró con fuerza sin importar que intentaran tranquilizarlo.

—¡No quiero mudarme! ¡No quiero mudarme! —Se quejó—. ¡Si nos vamos a otra ciudad, nunca podré volver a ver a Seung Minie!

El día en el que tuvieron que despedirse fue demasiado triste. Seung Min era incapaz de detener su llanto y no quería romper el abrazo que su mejor amigo le daba, aunque sus padres ya estaban esperándolo en el automóvil.

Dame una señal, Hyun Jin [HyunMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora