Capítulo 7.

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—¿Ya podemos irnos? —Preguntó Chang Bin sin molestarse en disimular lo aburrido que estaba.

Hacer tareas en la biblioteca le parecía de lo peor. Sin embargo, desde que su amigo Hyun Jin había cambiado un poco, todos los de su círculo también terminaron siendo arrastrados de una manera u otra hacia sus nuevos hábitos. El más alto ya ni recordaba cómo era fumar un cigarro.

—Sí, ya terminé —le contestó por fin el pelirrojo, quien ya no usaba lentes de contacto sólo porque Seung Min, medio enfermo, le había dicho que se veía lindo así dos semanas atrás—. Y que ni se te ocurra decir algo como "Lo que investigaste aquí de seguro también lo habrías encontrado en Google".

—O sea, ¿no quieres que diga la verdad? —Bufó el chico de cabello azul grisáceo—. Yo terminé mis tareas atrasadas en tiempo récord gracias a Google.

—Yo hice las mías mezclando la información que encontré en algunos libros con la información que encontré en internet. Cualquiera pensaría que quedaron como el monstruo de Frankenstein, pero son realmente buenas —comentó el mayor de los tres, el castaño que tenía nacionalidad coreana y australiana.

—Deberías pedirle a tu adorable Jeong Innie que te ayude la próxima vez —canturreó Chang Bin.

—¡No! Es vergonzoso —rio un poco—. Quiero decir, él es menor, yo debería ser el que lo ayuda.

Mientras sus amigos conversaban, Hyun Jin levantó su teléfono celular de la mesa y revisó sus mensajes más recientes, tecleando una respuesta simple.

—Ya vámonos. Seung Minie, Han y Jeong In nos están esperando en la entrada —le avisó a los otros dos chicos.

—Qué bonita funda para tu celular, Hyun Jin —comentó después el peliazul con tono burlón.

—Cállate. Seung Minie la escogió, así que pobre de ti si lo molestas.

—O sea que... ya es oficial —soltó un suspiro, levantándose al ver que los demás lo hacían.

—Sí. Cien por ciento —respondió con una sonrisa de lado.

Todo era maravilloso desde que tenían sus sentimientos más claros.

En su última visita al centro comercial, el pelinegro vio unas fundas de celulares para parejas que le encantaron y no dudó en conseguirlas tras asegurarse de que podía encargarlas para diferentes modelos de teléfono. Seung Min reconoció ante su novio que las había comprado por impulso y le dijo que no debía sentirse obligado a usar la suya, pero para Hyun Jin valía demasiado la pena ver al más bajo sonreír cada vez que juntaban sus teléfonos celulares para completar la imagen de un par de astronautas en el espacio con un corazón hecho de estrellas entre ellos.

Salieron de la universidad. Un chico de aspecto inocente, con oscuro y corto cabello rizado, corrió hacia los brazos del mayor del grupo tan pronto como lo vio acercarse. Seung Min no vio nada de malo en imitarlo y así terminó por correr de la misma manera hacia Hyun Jin, quien lo recibió gustosamente con un abrazo fuerte.

—Por todos los cielos... ¿Deberíamos abrazarnos para que esto no sea tan, pero tan incómodo? —Bromeó el rubio con Chang Bin.

—Empiezo a creer que sí, Han —le dijo el más bajo, entendiendo que su amigo no hablaba en serio.

Los seis chicos pasaron una tarde divertida en el centro de la ciudad, recorriendo plazas, riendo, viendo ropa nueva en vitrinas y comiendo en un restaurante de comida rápida. Tomaron caminos diferentes después de un rato, pero Seung Min quiso acompañar a Hyun Jin hasta su casa.

El pelinegro tenía sus dedos entrelazados con los del más alto mientras caminaban en un cómodo silencio que duró hasta que llegaron a la puerta principal de la casa de la familia Hwang.

Dame una señal, Hyun Jin [HyunMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora