Capítulo 6

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Es imposible. Todos nos quedamos en silencio.

Es una niña pequeña, lleva ropa de verano muy sucia y rota, sandalias y el cabello oscuro enredado y sucio.

–¿Megan?– Frijol da un paso adelante.

–¿Quién demonios es Megan?– le pregunto. Sale corriendo antes de que pueda agarrarlo pero lo sostengo por el brazo a medio camino –¡Espera, no sabemos quién es o de dónde...!

–¡Es Megan! Es Megan, Ice. ¡Estaba en el autobús conmigo!– dice cómo si fuera la explicación más lógica, después se vuelve hacia la niña –Hola, Megan.

–Bizcocho– dice Ben en voz baja –. Comprueba las escaleras. Dumbo, tú las ventanas. Después revisen la planta baja, los dos. No ha podido llegar hasta aquí ella sola.

–Me duele la garganta– dice ella de repente, con la voz ronca. Quebrada. Entonces sus ojos enormes se quedan en blanco. Se le doblan las rodillas. Sam corre hacia ella, pero es demasiado tarde y cae desplomada, golpeándose la frente contra la alfombra un segundo antes de que Frijol llegue.

Ben y yo corremos hacia la niña y él se agacha para recogerla, pero Cassie la levanta primero y la lleva a la habitación del alienígena, luego la cubre con seis capas de mantas.

Los demás la seguimos sin saber muy bien que hacer o qué decir.

Es obvio que no pudo llegar sola, estamos en pleno invierno y no hay posibilidad de que llegara hasta el hotel con solo su ropa de verano. Es imposible, y no es una coincidencia. Veinte minutos desde que llegó el helicóptero, y ella aparece aquí.

Ben me observa, preocupado –Algo no encaja.

–Por supuesto que no. Nos la han entregado a domicilio, saben que estamos aquí. No hay otra explicación.

–Pero, en vez de bombardear el edificio, la sueltan a ella. ¿Por qué?

Sam regresa con el fusil de su hermana y me interrumpe antes de que pueda responder.

–Es Megan– explica –. Fuimos juntos en el autobús a Campo Asilo.

–Sí Frijol– le digo, ambos nos acercamos a la cama dónde ella duerme.

Observo a la niña. Está muy delgada, y muy maltratada. No puede haber sobrevivido por su cuenta tanto tiempo, y mucho menos llegar sola hasta aquí. Esos malditos Otros, los odio tanto. Pero, entonces si estuvo en Campo Asilo y ellos la tuvieron...

–¡El dispositivo de seguimiento!– digo de repente –Le han implantado una cápsula.

Sullivan se inclina sobre la niña y le lleva una mano a la nuca, luego niega con la cabeza.

–Sabían que miraríamos ahí– comento, impaciente –. Hay que registrarla. Centímetro a centímetro, Sullivan. ¡Frijol, afuera! ¡Tú te vas con Zombi!

–¿Por qué no puedo quedarme?

–¿Quieres ver a una chica desnuda?– le pregunta Ben frunciendo el ceño, Frijol hace una mueca. –Qué asco. No.

Ambos salen del cuarto. Miro a Sullivan y ella a mí. Suspiro –Hay que hacerlo.

Me llevo las manos a la cabeza. No puede ser. Maldita, maldita sea. Bajamos las mantas hasta los pies de la cama y exponemos su cuerpo maltratado a la luz. Está cubierta de costras, moretones, llagas abiertas y varias capas de suciedad y mugre.

–Maldición– digo entre dientes, casi gimiendo. Me entran unas terribles ganas de llorar, y hago fuerza para contenerme.

–Lo sé, también me siento así– me dice Sullivan, solo que ella ya está llorando.

La Quinta Ola - El mar Infinito (Ben Parish)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora