2|| Hermanas.

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María les entregó un par de documentos que nos había dado, al inicio de la hora, a todos los demás y se dirigieron con lentitud a un par de sitios libres al final de la clase.

Justo cuando pasaron al lado de nuestras mesas, sentí sus miradas sobre nosotras. Intenté hacerme la tonta y evitar demostrar que me había percatado de ello, pero nunca se me había dado bien eso de aparentar.

Frustrada y confusa con toda la situación, comencé a enrollarme mechones de mi pelo en mis dedos. El nerviosismo había comenzado a hacer presencia en mi cuerpo y no pude evitar tratar de buscar una distracción para intentar opacarlo.

Cualquier cosa era bienvenida con tal de quitar este sentimiento de amargura que tenía en mi estómago.

¿Por qué me siento como una loca?

¿Por qué nadie se extrañó al verlos entrar en clase después de lo que sucedió?

Yo había visto cómo habían destruido la pared. Yo había visto cómo se estaban peleando. 

No podían haber sido imaginaciones mías, mis ojos habían captado aquellas imágenes.

Estoy completamente segura.

— Maggie, ¿de verdad te encuentras bien? — Amy colocó una mano sobre mi hombro y yo reaccioné pegando un pequeño salto, alejándome de ella. Me levanté de mi sitio y apoyé ambas manos sobre la mesa.

— Vayámonos, ya se acabó esta clase — evité contestar a su pregunta y negó con la cabeza, cogiéndome, esta vez, del brazo.

— Estás muy pálida, apenas has hablado desde que terminamos de contarnos nuestro verano y pareces querer huir de aquí — enarcó una ceja, esperando a que yo dijera algo. 

Sin embargo, me limité a quedarme callada y ella suspiró, rindiéndose.

Soltó mi brazo bruscamente y me limité a guardar en mi mochila los bolígrafos y las hojas de papel que había sacado al inicio de clase por si tenía que apuntar algo. Observé a Amy recoger sus cosas y  traté de respirar hondo. 

Era bastante evidente para mí que estaba molesta: llevaba ignorándola toda la hora y no me había atrevido a darle ninguna explicación del porqué.

— Amy, yo...

— Dame un segundo y nos vamos — cuando apenas había comenzado a intentar explicarme, ella me interrumpió y se alejó por uno de los pasillos de clase para salir del aula rápidamente. Antes de cruzar la puerta, me miró de nuevo y se puso de puntillas —. ¡Espérame aquí! 

— No hay problema — murmuré en voz baja, asintiendo y formulando una respuesta para mí misma, mirando a mi alrededor e intentando evitar las curiosas miradas de algunos de nuestros compañeros.

Suspiré cansada y me concentré en observar a los pocos alumnos rezagados que todavía seguían en clase recogiendo sus materiales o hablando con algún amigo. Tan solo quedaban cinco minutos para que la siguiente asignatura comenzase y prácticamente teníamos que desplazarnos a la otra punta del edificio para poder llegar.

Miré el reloj en mi mano izquierda y negué con la cabeza. 

No íbamos a llegar a tiempo.

Cansada, me senté sobre la desgastada mesa de madera que había estado compartiendo con Amy y observé mis uñas. Hice el amago de mordérmelas, pero, rápidamente, aparté la mano, recordándome a mí misma que no debía caer, otra vez, en el mismo vicio que había estado teniendo durante, prácticamente, toda mi vida.

Un par de chicas se despidieron de mí con la mano antes de salir por la puerta de clase, provocando que me impacientara y me levantara de la mesa. Comencé a andar en círculos y respiré profundamente.

Oscura SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora