El doctor Boris Podelka dijo que esa protuberancia en la espalda, era un cáncer canino.
Lidia rompió en llanto, abrazando a su perrito confundido.
Lisa, la madre de la niña, le lanzó una mirada al doctor que le exigía más compasión.
—¿Es... Está seguro? Es decir, tiene otros síntomas, ha estado tosiendo bastante por ejemplo...— Preguntó Lisa.
—Eso también es síntoma del cáncer.— Aseguró el doctor fríamente, sin siquiera intentar tener más tacto.
—Su pelo se esta poniendo rojo, mamá.— Dijo la pequeña en un sollozo, limpiándose las lágrimas y los mocos.
El perro en un principio tenía un color gris, pero había empezado a teñirse color vino.
—Es parte del cáncer.
La madre sonrió forzadamente y le dio las gracias al veterinario, pero cerró con más fuerza de la necesaria la puerta de su local. Aún así, iba a tener que llevar al pequeño "Drake" ahí de nuevo, aunque sabía que era para sacarle más dinero.
Si el diagnóstico era cierto, seguramente no tenía cura.
Lo peor para ella era la tortura emocional para su hija, al escuchar toser a su perro de una forma tan seca y desesperada, ese repentino cambio de color y otro bulto más, a la par del primero, creciéndole en la espalda.
Seguían llevando al perrito con el doctor Boris Poddelka, pero éste sólo le inyectaba medicamento para el dolor.
La última vez que lo llevaron, fue por que ambos "tumores" eclosionaron, liberando una suerte de alas huesudas con piel muy suave y aparentemente frágil.
Lo llevaron con el doctor, Lisa preocupada, pero su hija emocionada por lo que al parecer estaba sucediendo, sin embargo aturdida por los tosidos cada vez más fuertes y alarmantes, posiblemente dañando su garganta.
Pusieron al perro en la mesa metálica, algo más grande y mucho más rojo que la primera vez, y el doctor quedó mudo al ver ese par de alas que se movían sin coordinación.
—¿Que es eso?— Preguntó la madre, angustiada por que parecía que la garganta le explotaría Drake en cualquier momento.
Pero el doctor Boris sólo veía con extrañeza a la mascota que no debería existir.
—Es un dragón, mamá.
—Es un perro, hija, no un dra...
Una especie de ladrido mezclado con tos, provocó una llamarada saliendo de su boca, la cual por suerte no fue dirigida hacia ellos ni a ningún objeto, pero generó bastante calor en los pocos segundos que duró.
Dejó de toser y volvió a ladrar como antes, en momentos sacando pequeñas llamaradas inocentes.
—Entonces... ¿"Doctor"?— Dijo Lisa con ironía temerosa.
Él reflexionó unos segundos.
—Es cáncer.— Dijo asustado.
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Cuentos cortos y raros para personas con gustos extraños.
HorrorADVERTENCIA Los siguientes cuentos contienen situaciones que podrían resultar desagradables para muchos lectores, por lo que si usted es una persona sensible o impresionable, será mejor que no los lea.