Teresa

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-¡Mamá! ¡Mamá ayuda! ¡Mamá, me cuesta respirar!

Recuerdo perfectamente el momento…

-¡Mamá! ¡Mamá! -Sollozaba

Recuerdo el oír la madera arder, recuerdo cómo me sentí, como me sentí cuando vi que todo lo que tenía ardía en llamas…

-¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Pum!

Recuerdo el sonido de aquella viga caer, recuerdo el silencio del apartamento, solo se oía el ruido de las llamas…

Recuerdo el olor, el olor de mi vida desvaneciéndose por instantes, recuerdo el sentimiento de tristeza… y luego, nada.

-Se despierta-

Cada día sueño con ello, como si fuera una pesadilla, mi cabeza solo quiere amargarme más de lo que ya lo hace la vida misma. Aquel día mi hija murió, murió a manos de un incendio. Ese día, cuando todos dormíamos, un asfixiante olor a humo nos despertó. Lo recuerdo perfectamente aún habiendo pasado ya 2 años. Ese día recuerdo oírla gritando, pidiendo auxilio; y yo fui incapaz de hacer nada, el miedo en aquel momento me paralizó, y me culpo de ello todos los días; mi vida ya no tiene sentido.

Los periódicos dijeron que fue un mero accidente, la policía no hizo más que corroborarlo; pero yo sé, estoy segura de que eso no fue un accidente. Se que la vida es injusta, injusta hasta niveles ridículos; pero no tanto como para llevarse vidas inocentes por accidente. No sé para quién iba destinado ese cruel final, ni siquiera sé si a esa persona le llegó; pero seguro que para Carla no, nadie podría, nadie querría. Ella fue un daño colateral, solo eso; y eso me parece la injusticia más grande del mundo.

Tras recapacitar sobre la vida en la ducha me pregunto, ¿cómo desperdiciaré el día hoy? Yo no tengo trabajo, estoy mantenida por mi mejor amigo Ángel desde el accidente; él ha sido mi sostén desde entonces, lo que me preocupa es que algún día se canse de mí y me eche, el tampoco tiene familia al igual que yo, por lo cuál hasta que encuentre una novia supongo que no me echará. Siempre me levanto y tengo una taza de café caliente en la cocina, es demasiado bueno conmigo; y yo solo le traigo desgracias y depresión. Sé que no es mi psicólogo, pero no tengo dinero propio y es a él a quien le cuento mis problemas, y mis pesadillas. Tras beber la taza de café me preparo unas tostadas y me siento en el sillón a comer mientras veo las noticias; pero no siempre me quedo todo el día ahí viendo la tele, a veces me siento en la sillita de al lado, a veces me tumbo, hay veces en las que me siento tan despreciable por estar allí sin hacer nada que me pongo a renovar mi currículum, pero nunca lo termino, lo más cerca que he estado de hacerlo lo he tirado a la papelera y más tarde acaba en el contenedor.

Algunos días siento tanta tristeza que no salgo de la cama, pienso que en cualquier momento ella entrará en la habitación, y que con su alegre sonrisa me despertará saltando en la cama como solía hacer; a veces pienso oírla en la cocina, en el baño, en el salón. Pero nunca está allí. Cuando recuerdo eso lo único que quiero hacer es morirme.

La vida es un constante ciclo de remordimientos, y la única forma de salir es… morir. Lo he intentado, innumerables veces, y de muchas maneras distintas, todo para reunirme con mi pequeña Carla. Siempre fallo, no sirvo ni para eso, es la cosa más sencilla que alguien puede hacer, y ni eso soy capaz de terminar. Ángel entra en casa:

-¡Hola! ¿Qué tal amanecemos?

No tengo ni fuerzas para responderle, cada día me siento más cansada que el anterior. No significa que pase de él, es más, todo lo contrario, estoy enamorada de él; él me salvó de la penumbra, y en cierto sentido siempre le he tenido un cariño especial.

Esos grandes ojos marrón café me absorben cada día, y me encanta. Tengo una fantasía con él, no sé si esta historia es para menores, pero lo menos que esta fantasía contiene son condones. Él es mi Ángel guardián, mi protector, y mi único amigo.

-¿Teresa? -Intenta saber si sigo en casa.

-¡Dime! -Respondo con un falso ánimo…

Odio hablar cuando estoy deprimida, pero tengo que obligarme a no solo sobrevivir, sino a vivir. No sé si va a ser una buena idea pero creo que voy a ir a dar un paseo. Cuando se lo comento a Ángel este se alegra por mí y me pide acompañarme; el corazón se me acelera y me sonrojo un poco, menos mal que tengo ya la mascarilla puesta para salir y él no lo nota. Me quedo muda durante un rato y al final decido hacerme la sorda, hacer como si no le hubiera oído y pasar del tema por mucho que me gustaría que me acompañara. Cuando abro la puerta para salir, repite la pregunta:

-¿Puedo ir contigo? -Lo dice esta vez gritando, parece ser que lo de hacerse la sorda es creíble.

¡No me lo creo! Me he echado a perder estos años y no estoy en mis mejores momentos (nunca lo estoy), no me siento capaz de tener una cita ahora mismo; ¿quién ha dicho que sea una cita? ¿Lo sería? ¿Él piensa que podría serlo? ¿Qué le digo….?

-¡No gracias! Prefiero ir a dar una vuelta sola, ¡quizás otro día!

¡Tonta de mí! ¡A los ángeles no se les dice que no!

Cojo el coche y me dirijo a la plaza de San Telmo en Las Palmas, allí me gusta visitar el parque para perros del lugar; pero desde cierta distancia (ya que soy alérgica). Al mirar hacia el otro extremo de la plaza puedo ver el parque infantil, con todos los niños y niñas pequeños jugando y corriendo alegremente; y la tristeza regresa a mi cuerpo como si ya fuera parte de él. Los recuerdos me inundan la cabeza impidiendo que pueda pensar en otras cosas para evadirme a mi misma; y una vez más, todo me recuerda a la pequeña Carla.

Se oyen las risas despreocupadas de los pequeños y eso me recuerda a tiempos mejores, donde la tristeza llegaba con heridas, heridas superficiales y enseguida se marchaba; pero nada se daña como un corazón.

Mi corazón tuvo dos rupturas; una cuando mi hija falleció en el incendio (de la cual no pensé que podría recuperarme); y la segunda, la que me rompió por completo, cuando mi marido, Juan, me dejó por su amante. Encima me puso una denuncia por asecinato, ¡COMO SI YO HUBIERA MATADO A NUESTRA HIJA! ¿DÓNDE ESTABA ÉL? ¡SEGURO QUE TIRÁNDOSELA A ELLA!... En cierto sentido yo también me culpo a mi misma, si el miedo no me hubiera paralizado… ¿la habría salvado o habría muerto yo también? En cualquiera de esos dos casos estaría mejor que como estoy ahora…

CarlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora