Prólogo

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2 años atrás

Lilian Adams estaba de regreso en el pueblo para las vacaciones y había planeado con sumo esmero la fiesta de Halloween. Sus padres eran sin duda una de las familias mejor ocupadas del lugar, y su casa lucia orgullosa en la pequeña colina del pueblo, dándola como monumento visual.

-¡Liliam, se acabó el ponche!

La nombrada dió un par de tropezones y bufó. El alcohol había subido drásticamente a su cabeza y lo cierto es que ya no estaba en todos sus sentidos, pero comprendía la queja de su amiga, puesto que su vaso ya estaba completamente vacío también, y una fiesta sin licor, definitivamente no era una fiesta.

-El inepto de Benjamin Franklin olvidó recargar los barriles, seguro anda follando con alguna estúpida por ahí- gruñó caminando hacia uno de los barriles, que en efecto, estaba sin una gota de alcohol- Maldición, solo espero que no se le haya ocurrido usar mi habitación para putear o lo mataré

-¿Hey nena, a dónde vas?- un chico grande y atlético la frenó en la entrada, pero ella se soltó de un manotazo

-¿Otra vez tú? No estorbes, debo ir a buscar más ponche

Su fiesta no había sido muy llamativa, al final había decidido invitar únicamente a unos cuantos de sus antiguos compañeros de clase, aunque por lo visto había más de uno que se había colado, aquel chico por ejemplo, no tenía ni la menor idea de quien era, pero empezaba a fastidiarle.

-¿Te está molestando éste imbécil?

Rueda los ojos y mira al joven con mirada fruncida

-¿Leo, no se supone que debes estar en el salón con el resto? Ahora mismo quién está molestándome eres tú.

Camina hacia una puerta al final del pasillo y al abrirla se detiene un segundo ante la oscuridad del lugar. Odiaba los sótanos, eran oscuros y húmedos y siempre terminaban infestado de roedores. Jaló la cuerdita metálica que colgaba junto a la entrada y de inmediato la luz se encendió, dejando ver una hilera de escalones de madera en descenso.

El lugar era más bien un depósito de muebles arrinconados y otras cosas que había dejado de utilizar su familia. Por lo que había gran cantidad de polvo; y a un costado, una bodega con los vinos de su padre.

- No es precisamente ponche, pero servirá- guarda dos botellas bajo sus axilas y suelta un chillido al sentir el contacto helado contra la piel descubierta- ¡Maldición, están heladas!- suspirar y toma otra dos para llevarlas en cada mano.

De repente la luz comienza a parpadear, y un frio gélido invade su columna vertebral, poniéndole los pelos de punta. Su primer impulso fue girar hacia las escaleras y huir, pero el sonido chirriante de algo desgarrando el desusado sofá, le heló la sangre

-¿Hola?- dijo insegura-¿Hay alguien ahí?

Nada... el silencio fue interrumpido por un segundo rasgueo que la hizo sobresaltar. La música de la estereo sonaba en la parte de arriba de la casa, pero se oía muy leve desde donde estaba. ¿Podrían oírla gritar?

Se armó de valor y giró, sosteniendo fuerte las botellas; las otras dos seguían bajo sus brazos pero no dudaría en dejarlas caer si tenía que atacar. Lilian era la clase de chica rubia y torpe con un alto nivel de popularidad a causa de sus millones y su belleza, pero fuera de ello era tan hueca y frágil como una avellana podrida

Su corazón pulsaba con premura, conforme se aproximaba al sofá. La sangre hacia latir sus oídos a causa del temor. Resonó el alarido que dejó salir al ver como una sombra negra salta de detrás del sofá. Las dos botellas impactan en el suelo haciéndose trizas, y de inmediato el olor a uva rancia impregnó exquisitamente el lugar.

Miedo y vergüenza combinados, consiguen hacerla soltar una risita nerviosa, seguida de una carcajada maniaca que se extiende al ver a un gato sobre el sofá. Negro como la noche y con unos ojos como farol que brillaban hacia su dirección

-¡Gato estúpido, casi me matas del susto!

Pero su risa cesó cuando una segunda risa le hizo eco

-¿Dulce..?

La chica miró de un lado al otro en busca de la pequeña voz sin tener resultado, todo estaba oscuro, salvo la luz que emitía la entrada

-¿O travesura?- la voz se distorsionaba a una de niño juguetón

Lilian Intentó correr hacia la entrada presa del pánico, pero La puerta del sótano se cerró de imprevisto aumentando su pánico

-Travesura- ésta vez la voz era gruesa y espeluznante. La rubia intentó llegar a gatas a la entrada pero de sus pies algo tiró de ella, arrastrándola por el pavimento.

-¿¡Por dios, qué es esto!?

El sótano amortiguaba los alaridos desesperados de la chica que suplicaba que la dejaran ir.
A los pocos segundos Liliam había dejado de gritar y La luz volvía a funcionar como si nada hubiera ocurrido. La puerta se abre y al otro lado aparece una chica un tanto curiosa y disgustada

-¿Oye Lian, por qué tardas tanto?. Oye, con respecto a lo que sucedió allá arriba, yo no..- Amber, su amiga, suelta un grito al asomarse por la entrada y ver con horror el rostro desfigurado y ensangrentado de su amiga. Lo último que escuchó antes de huir hacia el salón donde estaban todos, fue unas risas de un pequeño que parecía estar divirtiendo mucho

Revenge NightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora