Venganza

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Disclaimer: los personajes de Kuroko no Basket y las imágenes utilizadas no me pertenecen. Sólo los utilizo con fines de entretenimiento.

Advertencia!: Smut, angst.


Cuando escuché el timbre pensé que sería la pizza.

Dejé el control remoto en la mesa, me bajé del sillón donde estaba acostado y caminé decalzo hasta la puerta. Tenía los músculos entumecidos así que me estiré y acomodé mi ropa. En el camino me di una breve mirada en los ventanales del balcón: mi cabello estaba crecido, tenía que cortarlo ya que comenzaba a enredarse en las puntas, y de lavarlo? Ni hablar, el rojo estridente que muchos envidiaban ahora parecía un rojo óxido, sucio y deslucido. Pero eso no era lo peor, mis ojos parecían dos punteros láser sin batería, eran lúgubres, ocultos en un pozo de ojeras oscuras cual mapache.

Me frote un poco la cara, no quería ver la impactada y lastimosa mirada de otro chico del delivery. Abrí la puerta y está vez fui yo el impactado. Como si me hubiera caído un rayo a mitad del pasillo.

—Que haces aquí?

Eso fue todo lo que pude decir. Luego de lo que pareció media hora con la puerta algo abierta, apretando tan fuerte el picaporte que ya lo había calentado, observando tanto y tan poco al mismo tiempo.

Ahí estaba el desvergonzado de mi ex, como si nada hubiera sucedido, como si no hubiera abandonado mi corazón agonizante cuando me dejó, como si hubieramos regresado hasta hace dos años atrás cuando su dulce sonrisa aún estaba dirigida a mi.

—Hola cariño! No me llamaste así que pensé que estarías preocupado!

Me dió un rápido beso en la mejilla y entró sin pensarlo dos veces. Me quedé boquiabierto, siguiéndolo con la mirada ví como se quitaba la bufanda, la mochila, el abrigo.. todo dejándolo en el respaldar de la mesa como si fuera su perchero, justo como hacía hace dos años.

—Ahhh!! Redecoraste? Esa mesa no la conozco.

Se acercó al ventanal y miró por todos lados la mesa en la esquina. Ahí había polvo juntandose desde hacía dos meses como mínimo, pero él lo miró con una sonrisa divertida, incluso tomó los libros que estaban encima y los ojeó un poco.

Se los arrebaté de la mano sin pensarlo. Ni siquiera supe cuándo di los tres pasos que me separaban de él. Lo observé con los ojos tan abiertos que debí haberlo intimidado, era mi mirada de "no me jodas", pero él simplemente no me miró. Siguió mirando aquí y allá como si nada sucediera.

Aquello hizo arder mi sangre. Nunca le había levantado la mano pero de pronto sentí que mis puños se cerraban, los apreté con tanta fuerza que los libros en mi derecha crujieron. Lo odiaba, lo odiaba con todo mi ser. Estaba temblando de rabia y quería darle el puñetazo que debí darle hace dos años.

Entonces ví mi reflejo de nuevo, como instantes atrás mi cabello seguía igual de asqueroso; pero mis ojos parecían haber rejuvenecido. Ahora brillaban, incluso si ese brillo provenía de la furia que me aceleraba el corazón con un martilleo sanguinario.

—Que haces aquí, Kouki?

—Hum? Ya te dije no? Creí que te preocuparias.

Mis cejas se juntaron, mi cara se arrugó con incredulidad.

—Por que..?

El timbre me interrumpio. Le eché una última mirada y fui a la puerta. Ahí estaba el delivery. Mi expresión no cambio ni un apice al ver al chico que debía ir a la universidad, pagando quizás sus estudios con ese apestoso empleo. Como cliente no fui gentil, no hubo propina y le cerré la puerta en la cara antes de que acabara de decir "Tenga buen provecho".

Hace Dos AñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora