El Tercero

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Mientras perdiamos el tiempo tomando nuestros helados en la tienda comenzó a llover. Vaya forma de pasar una primera cita, pensé que tal vez debí llevarlo al cine o a mi nuevo departamento, pero eso habría acabado en un desenlace que me parecía demasiado apresurado.

Con Kouki quería ir despacio, conocerlo, enseñarle lo bueno de mi, demostrarle que no era el monstruo que mi padre veía con hartazgo, como si fuera un maldito fastidio el existir. Y sobre todo no quería que me viera como mi madre: con esa lastima y culpa palpitante, como si cada vez que fijara sus ojos en los míos tuviera remordimientos.

Por eso me mudé al comenzar la universidad, iba a empezar de cero dónde nadie me molestara, dónde nadie me tuviera miedo o recelo. Kouki era la perfecta página en blanco para mí y no quería apresurarme a mancharla, al menos no todavía.

Sentados en una mesa redondeada junto a las ventanas salpicadas de lluvia, Kouki devoró su helado de fresa al punto de mancharse la comisura de los labios. Me lamí el pulgar con la lengua fría y luego lo unté en su cara.

—Estaba sucio —sonreí de lado, mis colmillos deslumbrantes, lo supe por la expresión sumamente avergonzada que me mostró.

—Uh.. tu también.. —murmuró y empujó mi helado en la punta de mi nariz— estás sucio jajaja.

—Y que esperas? Limpialo por mi.

No esperó ese contraataque, enrojeció mucho más que antes y miró a otro lado.

—Demasiado valiente para devolverme el golpe pero demasiado tímido para aceptar las consecuencias..

Kouki apretó los labios, alternando la vista entre mi helado de menta granizada, la mancha en mi nariz que comenzaba a congelarse y mis ojos pervertidos que no serían tan geniales con esa mancha en mi cara. Me encogí de hombros y tomé el borde de mi camiseta.

Los enormes ojos de Kouki se hicieron aún más grandes cuando usé el dobladillo de la tela para limpiarme la cara, enseñándole sin prisa lo cuadrados que eran mis abdominales marcados.

—Mejor? —Asintió con aire ausente. Se cubrió la boca para soltar una risita nerviosa.

—No creí que fueras así.

—Asi como?

—Tan.. atrevido.

Se le notaba a kilómetros la pena y nerviosismo. Ni un kilogramo de helado podría enfriar los sentimientos que comenzaban a arder en mi interior, y la expresión tan encantadora de Kouki sólo lo volvía mil veces más difícil de soportar. Me incliné frente a él cuando alguien se apareció entre ambos.

—Tu! Sin duda eres un chico muy guapo! Cómo te llamas? —No supe dónde ver primero, si los ojos saltones que me miraban eufóricos por unos lentes muy gruesos, su cabello estridentemente rubio o los enormes senos que tenía casi sobre la mesa— ah, disculpa pero te vi y no pude contenerme. Soy una publicista y estamos buscando nuevos talentos, me llamo Alex!

Me tendió una tarjeta y la tomé algo intrigado, nunca había visto a una mujer tan directa y decidida pero parecía honesta. Su ropa era de oficinista pero de calidad, tenía unos tacones elegantes y su colonia era la misma que usaba mi madre, en conclusión: tenía dinero.

—Si alguna vez tienes ganas de modelar o hacer fotos llámame, bien? Sólo dime que eres el lindo pelirrojo y lo sabré! —A último momento clavó sus ojos de halcón buscando una presa en Kouki, pareció sopesarlo y sacó otra tarjeta— me gusta tu cara tierna, también podrías tener éxito!

Una vez que se marchó de la tienda ambos la seguimos con la mirada, se subió a un taxi y se fue. Kouki murmuró, algo sorprendido— siempre te pasan cosas así?

Hace Dos AñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora