[Epílogo]

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No podía sentir el oxigeno en sus pulmones, se sentía como si muriera lentamente. Se estaba ahogando en su cuerpo delgado y tembloroso, asfixiado por su realidad.

Rápidamente sacó la cabeza del tazón cuando la falta de oxigeno fue insoportable, parece que había olvidado que debía sacar una manzana del agua, pero eso ya no importaba. Puso de nuevo la diadema del disfraz de Halloween sobre su cabeza y recogió su vaso del suelo, estaba aburrido y su hielo se había derretido.

Caminó sin rumbo por uno de los pasillos de la casa que desconocía, demasiado perdido en el sabor de su cerveza goteante y helada, cómo para interesarse en el mundo real.

Vivía constantemente en su propio cielo ficticio. Ignorando el sonido de la música estrellándose con las paredes tan fuerte, que el papel tapiz comenzaba a despegarse.

Estaba desorientado, cómo si desconociera su cuerpo, su espacio, como si se desconociera a sí mismo.

De la nada reaccionó y regresó su mente distraída hasta su cuerpo, pues había chocado con un chico en medio del camino.

Todo en esa fiesta era demasiado ruidoso, estallando sus sentidos.

El otro chico logró recoger su cigarrillo antes de que cayera al suelo, no parecía molesto, de hecho parecía estar igual de perdido que él.

-Disculpa, no te ví, estoy algo distraído- se excusó avergonzado. Detalló al chico más bajo frente a él: labios pequeños, nariz pronunciada, cuerpo trabajado y cabello desorganizado, realmente atractivo, con un aura muy apropiada para su disfraz de diablo negro.

-Está bien, no importa- habló con su voz gruesa y puso el cigarro entre sus labios de nuevo. Finalmente se miraron, y una corriente eléctrica atravesó sus cuerpos.

Tan similar.

Tan familiar.

Tan bello.

El pelinegro también apreció la indudable belleza del más alto; belfos carnosos, cabellos rubios, mejillas sonrojadas, cuerpo delgado y atlético. Pero sobre todo, estaba ese cielo nocturno pintando en sus mejillas, dándole a su imagen una pizca de irrealidad.

Muy angelical para ser humano.

-Olvida lo que dije, sí importa- el rubio ladeó la cabeza sacándole una sonrisa -Aceptaré tu disculpa si me dices tú nombre, ¿Qué opinas, lindo ángel?- Dijo en referencia a su brillante disfraz de ángel usando un tono seductor.

El pecoso se avergonzó en su lugar.

-Eres un tanto atrevido, ¿No lo crees?- El mayor respondió con una media sonrisa. -Soy Félix ¿Tu eres?

-Soy Changbin, un gusto, lindo- Félix lucía como un pequeño tómate, lo que hacía que su belleza se triplicara ante los ojos del muchacho. -¿Te gustaría bailar, cielo?

Sonrió y asintió gustoso, sintiendo una extraña comodidad y seguridad al lado del mayor.

Ambos sintiéndose tan familiares, cómo si aquel encuentro hubiese sido planeado por ellos mismos en su anterior vida.

Una conexión tan fuerte, que jurarían estar viviendo un perfecto deja vú que está destinado a repetirse mil veces más.

Porque siempre necesitarás de miedo para saber que una vez estuviste en calma y viceversa.

Porque tal vez el agua y el fuego son compatibles simplemente por la intensidad de sus esencias.

Porque el destino es un ajedrecista habilidoso pero tramposo, haciendo que creas que perderá cuando ha planeado el jaque mate desde el inicio.

Porque quién está destinado a estar a tu lado, llegará aunque un limbo lleno de vacío los separe.

De nuevo, ¡Gracias por leer!🐱
Adiós~

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