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La emoción en el estómago. La respiración agitada, el pecho moviéndose frenéticamente. Las gotas de sudor recorriendo su frente. Sus brazos extendidos a los lados, una postura erguida, orgullosa. Algunos mechones grises que se pegaban a su rostro. Los aplausos del público, el bullicio de la audiencia.

Ah... Adoraba esa sensación. Esta temporada que comenzaba, entraría en la división senior del Grand Prix. Se miró al espejo, no se sentía nerviosa. Solo decepcionada, ahora que su última temporada de junior había acabado. Suspiró recogiendo su cabello liso en una coleta.

─¡Khalovshka! ─se giró instintivamente hacia la puerta cuando una voz sacó de sus pensamientos. Su hermano la llamaba desde el piso de abajo.─ Date prisa, o llegaremos tarde.

─¡Ya voy! ─respondió, finalmente saliendo de su cuarto con la maleta y pasando frente a su hermano─ Como me vuelvas a llamar Khalovshka te corto los huevos. Mikhaila, me llamo. ¿Empiezo a llamarte Vityusha?

Viktor solo rió. 

─ Qué cruel. Bueno, ¿vamos o piensas perder el avión?

A la de ojos grises no le quedó mas remedio que resoplar, calzarse y seguirle. Sus padres se despidieron de ellos.

Tras facturar en el aeropuerto, ambos hermanos subieron al avión. Iban cubiertos por una capucha y llevaban el rostro cubierto por una mascarilla para evitar complicaciones. Lo cierto es que el físico de los hermanos Nikiforov no pasaba desapercibido: dos jóvenes, esbeltos y de gran atractivo, con cabello gris y hermosos ojos. Su cara era increíblemente conocida en todos lados, e incluso habían sido alguna vez portadas de revista. 

─Entonces... ¿Me estás diciendo que estamos yendo a Japón porque has visto a un chaval hacer una de tus coreografías y se te ha antojado ir a entrenarle?

─Ajá.

─¿Y que por eso te has retirado?

─Ajá. Bueno, más bien me tomo un descanso.

─¿Y que papá y mamá me han mandado contigo porque les ha dado la real gana?

─Sip.

─¿Y que esto no tiene nada que ver con que seas un pedazo de homosexual que no quiere admitir que lo es?

─Correct- Un momento- ¡Oye! ─se quejó─ Yo nunca lo he negado. ─puso una sonrisa de suficiencia mientras la azafata comenzaba a explicar lo típico de los chalecos y las salidas de emergencia.

Mikhaila dejó de prestarle atención y dirigió su mirada a la ventanilla, desde la que podía ver el alerón del avión y toda la pista de aterrizaje y despegue. Contempló un avión despegar a lo lejos y al poco rato el suyo comenzó a moverse. Tras el despegue, una vez hubieron atravesado la capa de nubes y todo lo que había para ver por la ventana era cielo nocturno, se puso música y se echó a dormir en el hombro de su hermano. Seis horas de vuelo eran muchas horas para pasarlas despiertas sin nada que hacer.

Finalmente, tras el aterrizaje y un ratillo en taxi llegaron a Yu-topia Katsuki, que era un resort de aguas termales. Mikhaila perdió de vista al peligris en cuanto pudo y se quedó con Makkachin en la sala principal, jugando un poco con él. Al final el perro se cansó y fue a dormir a una esquina, así que la chica sacó una libreta que llevaba con ella y siguió trabajando donde lo había dejado.

─Cariño, ¿Quieres un té o algo? ─la llamó una voz de mujer. Levantó la cabeza y se encontró con una mujer de mediana edad, la señora Katsuki. Les había recibido al llegar y era muy amable. La chica declinó amablemente su oferta.

─No, muchas gracias.

─¿Qué estás haciendo? ─preguntó, curiosa, mirando el cuaderno de la peligris─ Pareces muy concentrada. 

Winter Maiden | Yuri PlisetskyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora