c i n c o

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─¿Quién es esta vieja?

Sí, amigos, esa fue la primera reacción de Yuri Plisetsky cuando le presentaron a la señora Lilia Baranovskaya. Antes de que pudiese siquiera pestañear, la mujer le abrió la boca.
─No tiene caries.

Luego le obligó a apoyarse en una barandilla y estirar su pierna hacia arriba.
─Físicamente, es terrible. Empezaremos de cero con las clases de ballet.

─Haz lo que quieras. ─respondió su entrenador.

─¿¡Qué diablos!? ─se intentó quejar el joven.

─Coreografiaré tu programa libre. ─le interrumpió─ Primero, ya decidí cuál será tu próxima meta. Serás el principal de la temporada, no, la prima ballerina. Si estás dispuesto a vender tu alma para ganar. ─colocó una mano en su mejilla, observándolo.

Mientras la conversación se seguía desarrollando, Mikhaila y Mila estaban ahí también. La peligris estaba un poco de metiche, teniendo en cuenta que no es alumna de Yakov, pero al viejo no le importaba, pues la conocía desde que era una renacuaja que se colaba en la pista a ver a Viktor.

Cuando volvió a mirar la escena, Yuri y la mujer se estrechaban la mano.

─Ve a casa y recoge tus cosas. Vivirás conmigo a partir de ahora para entrenar.

─¿EH?

─Yakov también.

─¡Lilia!

─No te confundas, Yakov. No pienso volver contigo.

─Qué. ─Yuri definitivamente necesitaba contexto, y Mikhaila también.

─Ese no era... Mi objetivo.

La mirada oliva de la mujer sobre la chica le hizo enderezar sutilmente su postura. Se acercó a ella con el rostro serio, mientras la peligris estaba confusa.

─¿Y tu?

─¿Yo qué?

─Has cambiado desde la última vez que te ví. ─habló, tomando entre sus dedos un mechón plateado de su melena. Lillia había sido su profesora de ballet cuando todavía era una niña pequeña hasta que se mudó a Moscú.─ Y, bueno, la hermana de Nikiforov, nada menos. Tienes todas las de ganar para ser la principal de la temporada. Siempre las tuviste.

─Por supuesto. ─dijo en un tono suave, su expresión se volvió seria y quitó la mano de la mujer, quien arqueó una ceja en respuesta. Los presentes observaban la escena expectantes.

─Lillia, ella no-

─¿Le pasa algo? ─miró a Yakov y luego a Mikhaila─ ¿Estás lesionada?

─No.

─¿Ya tienes otro maestro?

─No.

─¿Entonces?

La de cabello gris guardo silencio por un momento, mirándola a los ojos. Sentía varias miradas sobre ella.

─No necesito un entrenador. Ni una maestra. Menos aún alguien cuya percepción de mi no va más allá de quién es mi hermano. ─sentenció con calma y la mirada fría, desafiante─ Puede creerme o no, pero se lo demostraré en el Grand Prix.

La tensión era palpable.
─Ah, ahora lo recuerdo. Tu madre me lo comentó hace poco, que quieres ir por tu cuenta. ─la castaña no pudo evitar mostrar algo de descontento, nadie en su sano juicio rechazaría las enseñanzas de alguien como ella─ Te creeré. Cuando me traigas la medalla de oro.

─Por supuesto.

En los días siguientes, el pobre Plisetsky fue rápidamente sometido a las demandas de su nueva entrenadora, estricta como la que más.
Mikhaila regresó al apartamento de su hermano alrededor de las diez. Dejó la bolsa de los patines a un lado y tiró la ropa de su mochila a lavar.

Winter Maiden | Yuri PlisetskyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora