«All of our best memories
Faded a long time ago for you
But for me, they're still thumping hard on me
And I can't beat the loneliness I'm in
Since you left me»
Never Was Enough
Indigo MoodItachi Uchiha, ese era su nombre y fue lo primero de él que me llamó la atención incluso antes de cruzar palabra alguna. Quizás porque su nombre me recordaba a una comadreja o tal vez porque compartíamos el mismo apellido. Durante nuestros años de preparatoria solía pensar que era un pariente lejano, pero resultó ser una simple coincidencia.
Una como tantas otras.
No lo conocí en Tokio. El inicio de nuestra historia juntos se encuentra al extremo norte de Japón, en la isla de Hokkaidō, el lugar donde nacieron dos chicos con el mismo apellido.
Itachi se caracterizaba por ser alguien de pocas palabras, silencioso en cada cosa que hacía. Me parecía que se movía entre las personas como si manejara a la perfección el arte de pasar desapercibido. Sin embargo, siempre me impresionó la propiedad con la que se expresaba cuando se veía arrinconado y no le quedaba más que entablar una conversación.
La comadreja, a pesar de todo, siempre sabía que decir. Tenía un vasto conocimiento en todas las áreas posibles. Memorizaba fórmulas matemáticas, palabras complicadas, leyes de química y física, hitos históricos y datos curiosos de cultura general que la mayoría no conocía. Itachi abría la boca e impresionaba.
A mí me desconcertaba que alguien con tan poco roce pudiera desenvolverse con tal elocuencia, pero a pesar de la curiosidad que despertaba en mí, jamás me atreví a acercarme. Me asustaba su intelecto, me asustaban sus frases peculiares y esos ojos negros profundos que parecían verlo todo. Así que solo me dediqué a observarlo, desde lejos y sumido en mi mundo de chicos populares, riéndome de chistes que no me daban risa y mezclándome con personas falsas con las que no se podía discutir ningún tema serio.
Durante mi adolescencia, Itachi fue una rosa lejana, una a la que yo mismo le atribuí espinas imaginarias. Me inventé excusas para no acercarme y seguir viviendo una vida plástica que pronto se convertiría en insostenible. Quizás me aterraba acercarme porque su belleza frágil era abrumadora. Parecía una criatura lánguida a pesar de la elocuencia de sus palabras amables y calmadas.
Yo creía ser demasiado bruto para ponerme en contacto con un muñeco de cristal.
Pero ahora sé que lo que más me aterraba no era su aspecto frágil y quebradizo, no era su inteligencia y mucho menos su forma de hablar. Me asustaba verme en el reflejo de sus ojos transparentes y a la vez tan negros. Me daba miedo encontrarme conmigo mismo si me alejaba de la hipocresía y falsedad a la que estaba acostumbrado.
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Mar | ShiIta
Fiksi PenggemarAl gato que nos unió en verano le nombraste como al mar, no sé si por las costas de Hokkaidō o por su inmensidad. Yo creo que por lo segundo. Al fin y al cabo, el significado que tuvo aquel felino en tu vida fue inmenso, más de lo que yo pude llegar...