Capítulo 13 - Fotografía (2)

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Desde lo poco que puedo recordar, siempre tuve dolores de cabeza y casi volverme loco por las noches en las que no pude dormir por culpa de todos esos sonidos desagradables.

Los niños y los adultos del orfanato, decían que estaba loco, que dejará de actuar, que me comportará.

Nadie se preocupaba por mí, tan solo era un estorbo para ellos.

Aquellos días fueron un completo infierno, y eso que tan solo estaba empezando.

Fue cuando un día, un hombre de mediana edad llego al orfanato, el cual también funcionaba como centro de adopción, así que no hace falta decir porque vino.

Recuerdo que nos llamaron a todos para hacer una fila y presentarnos frente a él, todos querían dar una buena primera impresión para así ser adoptados, mientras que yo por mi parte me cubría los odios con mis manos, en un intento de apaciguar todo el ruido.

Jamás imagine que yo sería el escogido para ser adoptado.

El mundo a veces es misterioso en cuanto a lo que pasa.

Después de eso, puedo decir que todo mejoro para mí.

Obtuve una familia, un hogar, una forma de superar aquel problema que me atormentaba, lo que siempre hubiera querido.

Todo se lo debo a mi abuelo, él es la razón de todo lo bueno en mi vida.

Lo que menos puedo hacer, es no decepcionarlo ni provocar problemas.

Suelo rendirme con facilidad, pero el abuelo siempre esta ahí para darme una mano, cada vez que puede.

Y a pesar de eso, todavía presento dificultades para socializar con la gente que no sea mi abuelo o mi hermano.

Quizás sea el miedo al rechazo o lo que dirán sobre mí, no lo sé.

Pero al final de todo, si logre conocer gente, algo extrañas, pero buenas en el fondo, con un sonido que no es para nada desagradable o molesto.

"¡Idiota!"

"¡Ugh!"

Aquella patada, dirigida a mis costillas, me devolvió a la realidad.

Es cierto, ahora estoy siendo golpeado e insultado por ex compañeros de la secundaria debido a un asunto desconocido que me involucra.

Odio las peleas, nunca estuve involucrado en ellas.

Pero el abuelo creyó que sería buena idea que aprendiera dos artes marciales, ya que nunca se sabe cuándo deba defenderme por mí mismo.

Trate de defenderme, enfrentarlos; sin embargo, dos de ellos me sujetaron fuertemente los brazos, lo que fue aprovechado para golpearme hasta terminar en suelo, siendo pateado a continuación.

"¡Más fuerte, más fuerte!"

En momentos como estos, protegerse la cabeza y nuca es primordial.

"¡Te lo mereces!"

Los golpes y las patadas duelen mucho, dan ganas de llorar, a la vez de querer gritar que paren.

Desafortunadamente, si hacía una de esas dos cosas, no iban a parar y solo provocaría burlas.

Solo puedo seguir aguantando, tanto como pueda.

"¡No puede hacer nada!"

"¡Si, menudo inútil!"

"¡Jajaja, quiere llorar!"

No sé cuándo tiempo paso, porque lo sentí eterno.

Pero los golpes se detuvieron.

Creo que ya se cansaron de usarme como pelota de trapo.

Una Nueva EnseñanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora