Capítulo XIV. Estatua

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«Larissa y Henry habían viajado de vacaciones a San Luis Potosí, esa noche regresaban a Houston en un viaje largo por la carretera federal setenta, pero al llegar a un cruce de caminos el auto se detuvo, intempestivamente, provocando que Henry revisara el cofre.

Larissa aburrida de esperar bajó y observó a unos pasos un cultivo de maíz, pero fue un destello brillante sobre la tierra lo que llamó su atención. La curiosidad la invitó a acercarse, y descubrir una hoz de hierro abandonada, cuya hoja reflejaba la luz de la luna. Decepcionada decidió volver al auto.

Sin embargo, al caminar sobre la hierba todo desapareció de su vista, encontró frente a ella un paisaje surrealista, acercó su mano para intentar tocar, y averiguar si era real, pero sintió un cosquilleo al notar un límite invisible, lo atravesó, y del otro lado encontró un panorama fantástico, lleno de caminos, que a lo lejos vislumbraban lugares quiméricos, Larissa fascinada y sin dudar eligió un sendero y caminó hasta llegar ahí, encontrándose con calles de ciudad y personas que iban y venían, entonces una descarga eléctrica atravesó su cuerpo provocando que se desmayara.

Cuando despertó, ayudada por transeúntes, la lluvia que caía empapaba su cuerpo y no podía recordar nada más»

Larissa se enderezó, lágrimas calientes corrían por sus ojos, todo su cuerpo le dolía, aquellos recuerdos que afloraban a su mente eran el final de su historia, ella era la chica de otra realidad, y ahora estaba claro que debía volver.

«¿Cómo volveré?» pensó, mientras de pie intentaba no ser descubierta, entonces recordó a Ima Makya, encontró en su bolsillo la hoja de papel.

La chica caminó cuesta arriba, intentando llegar a la carretera, vio luces de autos a lo lejos. Pero, ante ella apareció Evan. El hombre le saltó encima, la golpeaba y le desgarraba la ropa. Larissa luchaba, manoteando y arañando, los ojos de Evan estaban grises y su gesto de rabia la aterrorizaban. Ella gritaba, pero nadie parecía oírla. De pronto, Evan lanzó un profundo quejido, colocando sus manos sobre su cabeza, Larissa pudo liberarse, empujándose con sus manos y piernas hacia atrás.

Evan parecía volver a ir tras ella, un gruñido lo hizo detenerse, sus ojos grises volvieron a la normalidad y Larissa detuvo su huida

—¡Corre! ¡Huye y no te detengas! —exclamó Evan entre sollozos.

Larissa rompió en llanto, obedeció emprendiendo su rápida huida.

Evan que luchaba incansable por el control de su cuerpo, supo que no conseguiría la victoria, su destino estaba sellado, aquello que lo habitaba era más fuerte que él, pero el joven era terco. Miró un enorme risco, y se arrodilló para golpear su cabeza contra la roca. El oíche que lo habitaba intentaba detenerlo, pero el espíritu de Evan se fortaleció, y volvió a golpear su cabeza mucho más fuerte. Al final cayó a un lado, su vista se volvió borrosa, perdió todo control corpóreo y después se liberó.

Evan murió. Pero, el oíche salió a través de su boca.

Larissa corría tan rápido, como podía, el sonido de las sirenas de la policía le hicieron sentir algo de alivio. Gritó por ayuda, hasta que una patrulla se detuvo y dos policías corrieron hacia ella, mientras uno más esperaba pidiendo refuerzos.

—¡Ayuda! —exclamó la joven cuando se acercaron los policías

—Tranquila, ¿Dónde está el agresor? —dijo uno de los policías

Larissa apuntó hacia atrás, y al girarse miró aquel humo ennegrecido que se acercaba a ellos. Gritó horrorizada y corrió hacia la carretera. Provocó que el último policía descendiera de la patrulla de inmediato.

Los policías apuntaron contra aquella neblina oscura que se acercaba, hasta que, formando un remolino, comenzó a adentrarse en uno de los policías a través de su garganta. El otro policía miraba incrédulo apuntando a su compañero con el arma.

Cuando el oíche estuvo dentro de su huésped, sus ojos grises tenían un semblante descarado. Se levantó, provocando el temor en su compañero, pero sin miramientos tomó la pistola y le disparó derribándolo. Cuando el otro policía llegó, y se vio amenazado le disparó en el rostro y el cuerpo cayó al suelo, para de nuevo liberar al oíche.

El policía atemorizado atinó a correr por impulso, Larissa que ya estaba en la patrulla gritaba con fuerza que corriera, había encendido la patrulla y cuando el policía subió, condujo con rapidez.

Hasta que se encontraron con refuerzos de la policía y detuvieron el auto.

Los policías se acercaron e hicieron que Larissa descendiera amedrentada. La esposaron y ella miró alrededor sin encontrar a ese maldito espectro acechador.

El policía contaba la tétrica historia a sus compañeros, Larissa era llevada a una patrulla y comenzó a reír frenética, sus carcajadas sonoras, provocaron la confusión de los policías, hasta que su incesante risa se convirtió en un escalofriante llanto, tras subir a la fuerza en la patrulla, la chica comenzó a convulsionar, y perdió el conocimiento.

Cuando Larissa despertó se encontró en la cama de un hospital. No podía mover ni un solo centímetro de su cuerpo. Estaba paralizada. Divisó una menuda figura femenina, frente a ella, mirándola con compasión

—¿Qué le ha pasado? —preguntó Margaret a la doctora que estaba a su lado

—Todo parece indicar que su hermana tiene un episodio catatónico, pero estamos haciendo estudios para confirmarlo.

—Pero, va a curarse, ¿Verdad? —dijo Margaret temerosa

—El tratamiento la ayudará.

Margaret asintió, mientras observaba a su hermana cuyos engrandecidos ojos verdes la miraban fijamente, como si intentaran decirle algo, la interrupción de un policía provocó que Margaret Hillings saliera de la habitación.

Margaret y el detective de la policía sostenían una compleja y vociferante conversación

—¡No entiendo lo que dice! —exclamó Margaret entre el estupor y la indignación

—Sé que es difícil, volveremos a realizar las pruebas, pero como le he dicho es la tercera vez que las realizamos, nosotros también estamos muy confundidos —dijo el detective

—Mi hermana está dentro de esa habitación, fue atacada, y casi la matan —dijo Margaret entre sollozos—. Ahora usted viene a decirme que la persona que viajaba con mis padres era mi hermana. ¡¿Quiere enloquecernos?!, Larissa está aquí, ¡Viva y enferma por culpa de su incompetente policía! ¡Arregle el maldito error o voy a demandarlos!

El detective se disculpó múltiples veces después de haber visto con sus propios ojos a Larissa Hillings. Margaret lo acompañó a la puerta de la habitación, hasta que el policía se fue, y se quedó recargada sobre el marco de la puerta, mientras recordaba las incoherentes palabras de aquel detective, diciéndole que las pruebas de ADN indicaban que el tercer cuerpo que viajaba con sus padres era Larissa. ¡Era una locura!

CuandoMargaret observó a Larissa, la encontró inmóvil, con los ojos bien abiertos,mirando a la nada, como una estatua.

La chica de otra realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora