Capítulo XII. Zafiros

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Larissa encontró a Evan sentado sobre el pasto verde, tenía un gesto de derrota, mientras bebía una cerveza.

La chica se sentó a su lado

—¿Estás bien?

—La cerveza es tan costosa, nunca fue tan caro ponerse ebrio —dijo Evan, intentando bromear

—No te pongas así, todo estará bien, quizás estamos siendo demasiado crédulos —dijo Larissa descubriendo su decepción y tratando de animarlo.

—Cuando tenía seis años, vivía en una pequeña casa junto a mis padres y mi tío, que tenía quince años en aquel entonces. Mis padres eran adictos a la heroína, así que, todo el tiempo estaba solo —Evan desenfocado, detuvo su relato, que se quebraba por las ganas de llorar, ante una Larissa que acariciaba su hombro para reconfortarlo—. Un día, mi tío... Él abusó de mí, y después me llevaron hasta un orfanato. Supongo que intenté ser mejor, pero al final uno no puede huir de los demonios que acechan —Evan tenía una pinta derrotada, se había sincerado con Larissa sobre su doloroso pasado, porque le pesaba mucho en su interior, y aquella chica le inspiraba confianza, y un poco de paz

—No digas eso, no vamos a dejar que ningún demonio nos lastime —dijo Larissa con los ojos enrojecidos de llanto—. Yo no voy a permitirlo.

—Tal vez podamos ganar contra los demonios externos, pero, ¿Cómo ganaremos a nuestros demonios internos?, el dolor no se va de mí, solo crece cada vez más —confesó Evan con los ojos repletos de lágrimas.

Larissa lo observaba con profunda compasión, quería abrazarlo y consolarlo hasta que mejorara su estado de ánimo.

Pero, Ima Makya acompañada de Avuut se acercó a ellos. Los jóvenes se pusieron de pie

—Deben marcharse de aquí —dijo la anciana con firmeza, provocando que el par de chicos se miraran entre sí, con desconcierto

—Ya nos vamos —replicó Evan

—Busqué una manera para que vuelvas —dijo Makya apartando a Larissa del resto, Larissa la observó atónita, como si un rayo de esperanza la iluminara, sintió alivio

—¿Cómo? —exclamó con ansia

—No hay certeza de que funcione, pero. puedes intentar —dijo la anciana Makya extendiéndole una hoja de papel—. Están anotadas unas coordenadas, es uno de los puntos donde las realidades se conectan entre sí, y es de donde proviene la energía del Thysiágape, sigue las instrucciones.

Larissa observaba el papel, sus manos estaban temblorosas

—Debes irte antes de que ellos te atrapen.

—¿Quiénes?

—Los oíches.

Larissa estaba atemorizada por las palabras de la vieja. Miró alrededor, observando como desmontaban las carpas, y las camionetas se llevaban toda la exhibición del festival. Comenzaba a anochecer, y un viento refrescaba el lugar.

Evan se acercó a Larissa y le pidió que se marcharan, luego ambos jóvenes caminaron hasta el auto alejándose de la vista de Avuut e Ima Makya, quienes observaban su despedida

—¿Cree que tengan suerte, y huyan de los oíches, Ima? —preguntó Avuut intrigado

—No. —dijo la anciana determinada—. Pero, ahora, todos estamos en peligro.


Evan conducía el auto, mientras iban alejándose de las montañas de Ouachita a través de la autopista 88. Larissa leía lo que la anciana había escrito en aquel papel, pero no parecía tener coherencia

«21.862292, -99.628040 coordenadas»

Tras leer, Larissa buscó las coordenadas a través de su celular, revisando que, se trataba de un cruce de caminos en la ciudad San Luis Potosí, en México. Larissa curiosa siguió leyendo:

«Deberás buscar el punto que quiebre la unión de las realidades, y atravesar, cuando estés del otro lado deberás recitar las siguientes palabras:

"Estamos donde las realidades se unen, y esta vez ninguna se cruzará por la sal y la mar:


Como dos gotas de agua,

Dos estrellas brillantes.

Como dos pupilas azules,

Dos rayos de luz.

Como dos galaxias,

Dos agujeros negros.

Como dos almas gemelas,

dos zafiros"»


De pronto Evan frenó el auto con intensidad. Larissa se asustó mucho, increpó al chico por manejar tan mal, y guardó la hoja de papel en un bolsillo de la chaqueta, Evan miraba al frente distraído. Cuando Larissa observó al causante de la situación se quedó muda.

Evan tocaba el claxon, a fin de que aquel hombre que estaba parado en medio de la carretera se quitara. Aquel hombre estaba dándoles la espalda.

Cuando se giró a mirarlos un escalofrío les erizó la piel, los ojos de aquel hombre eran totalmente grises, cuando fijó la atención en ellos, su actitud fue errática y desafiante.

Sus movimientos parecían contorsionados. Larissa y Evan observaban con intriga y suspenso, tenían el corazón helado por una sospecha, que les estaba enloqueciendo la conciencia. Pero no actuaron hasta que aquella persona caminó de frente al auto, tan rápido, que Larissa gritó que retrocediera.

Evan pudo conducir de reversa, pero aquel hombre no se detuvo y corrió hacia el auto.

—¡Vamos, apúrate, nos está alcanzando! —exclamó Larissa espantada



La chica de otra realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora