Petalos unidos

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Resaltaba cada parte de aquella pequeña flor. Delicados pétalos que, aunque había pasado más de una semana parecían impolutos frente al paso del tiempo. Se cuestionaba profundamente cómo podía ser posible si no tenía raíces de la cual sobrevivir, en consecuencia, cada tarde cuando llegaba de estudiar a su dormitorio, sus ojos se aseguraban de que ese recuerdo siguiera allí. En lo preferible que le trajera aquella sensación de nuevo.

Un día ellos dos, solos preparando una comida que apenas y disfrutaron antes de perderse. Las palabras de la chica de la clase B tenían espacio en su cabeza como película cuya cinta no paraba de reproducirse.

Reparó en lo caótico que se estaban transformando sus pensamientos y se detuvo en el acto. Buscó entre los cajones de su escritorio un lápiz. Sacó punta de este para luego abrir su preciada libreta y con empezar a trazar líneas cuya conjunto inicial apenas y lograban distinguir una silueta. Las horas pasaban y la luz que pasaba por su ventana lo comprobaba.

Al finalizar le dio de nuevo un vistazo a su obra por fin terminada y estiró tanto los dedos como el cuerpo. Su estómago rugió para dar aviso que ya era hora de comer, acomodó apenas para no dejar el desorden de los restos de lápiz y borrador esparcidos. O así era hasta que alguien tocó su puerta.

Se sacudió el pelo y reparó en que no tuviera nada extraño en la cara y giró la perilla.

—Hola —saludó con la mano.

Shiozaki Ibara estaba parada en frente de su puerta. Tenía una camisa amarilla con decoraciones de pequeñas hojas de otoño que se acumulaban en el lado derecho y una sudadera con la misma temática, pero a diferencia de que ya casi no había hojas.

—Ho-hola —por los nervios se alejó de la chica como si se tratase de una invasora—. ¿Qué haces aquí?

—Pensaba en ayudar a un amigo, estuve varias horas esperándote en la sala, pero no bajaste...

—¿Y por qué no...?

Se detuvo al caer en cuenta que:

•Número 1: no es amiga de nadie de la clase (al menos hasta donde su conocimiento llegaba)

•Número 2: no tienen el número del otro, por lo que solo vale la comunicación verbal.

—¿En qué me vas a ayudar...? —disimuló su error.

—Creo que sería buena idea tomes un respiro de tu habitación, no es bueno estar tanto tiempo encerrado, Midoriya-kun.

—¿Y co-cómo sabes que llevo aquí tanto rato?

—Pues... digamos que la flor que te di es como un órgano capaz de percibir de cierta manera el entorno.

—¡¿Enserio?! —la sola idea de pensar las implicaciones de eso lo asustó por completo.

—Es broma, te vi desde la ventana. Jajaja —se llevó la mano a la boca para bajar el volumen—. Deberías ver tu cara, parece un tomate.

Pronto el pasillo quedó en silencio, y sintiendo que no había ningún problema, dejó pasar a su invitada. La única preocupación que tenía encima era la de tartamudear en exceso, afortunadamente para Izuku, el aseo siempre ha sido un hábito que va por delante. Todas sus pertenencias estaban perfectamente acomodadas salvo por un cosa. La libreta no estaba guardada. Y aún peor, el dibujo de la chica de la clase B estaba a la vista.

—Parece que la has cuidado —murmuró Ibara mientras miraba la flor—. Nada mal.

—La verdad es que yo no he hecho mucho, solo me aseguro de que no salga volando —dijo nervioso—. Apenas y la toco.

—Ese es el truco, esta pequeña sobrevive por su ambiente, asegúrate de no exponerla a nada extremo y tampoco a.... cierta música.

No era muy difícil entender a que se refería. Asintió tan rápidamente que casi se le despega la cabeza del cuerpo. Mientras conversaban él se fue moviendo lenta y disimuladamente hacia su libreta, cuando por fin la tuvo entre sus manos estaba por meterla entre un orifico de un cajón que no estaba del todo cerrado.

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⏰ Última actualización: Aug 14, 2022 ⏰

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Recuerda regar las plantas (IzukuxIbara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora