¿Perdida?

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Sus manos temblaban sosteniendo con fuerzas el teléfono. Gritos que la dejaban casi sin voz salían de su garganta pronunciando los nombres de sus amigos.

<<¿Por qué no me escuchan? Ya tienen que haber percibido mi ausencia.>> Mencionaba para sí.

Realizar una llamada por el móvil era imposible debido a la falta de señal.

Olivia había salido de excursión con sus amigos, pero un extraño rastro de flores silvestres tiradas en el suelo captó su atención.
 
Como le era difícil controlar su curiosidad, decidió descubrir qué había tras ese sendero; así que sin mencionar nada, se puso en marcha. Después de todo, regresar sería muy fácil… o eso era lo que pensaba.

—¿Hola? —llamó echándole una ojeada a la zona en la que se encontraba la última flor.

Viendo que todo estaba solitario, y que no había encontrado nada sorprendente, decidió incorporarse con sus amigos. Para su desdicha, el rastro de flores había desaparecido. Un escalofrío recorrió su piel, pero intentó mantener la calma, y siguió su camino, fracasando completamente. Ya no sabía dónde estaba, no tenía idea hacia qué sentido se dirigía.

Estaba perdida.

Caminaba con visible temor y una sensación de ser observada la atacó, volteando a ver a todos lados.

—¿Hay alguien ahí?

Una figura masculina avanzaba hacia su encuentro. La respiración de Olivia se tornó agitada y su corazón latía a toda prisa. Retrocedió de espaldas, tropezando con una gran raíz y cayendo al suelo. No tardó en ponerse en pie y tomar una enorme roca.

—N-no t-te acerques —advirtió tartamudeando. 

—¡Boo! —ironizó él, al detenerse a más de un metro de distancia—. Tranquila, no voy a hacerte daño.

—¿Q-qué quieres?

—Tú eres la que necesita de mí —respondió cruzándose de brazos. 

—No te necesito —aclaró decidida.

—Pensé que estabas perdida y necesitabas ayuda, pero okey, me marcho… —Dio media vuelta y comenzó a alejarse.

—¡Espera! —El chico se detuvo sin voltearse—. Ayúdame, por favor —imploró Olivia.

Él asintió con un movimiento de cabeza. —Sígueme.

—¿Quién eres? —preguntó ella.

—Alguien en este mundo —respondió sin prestarle atención.

—Muy gracioso. Me llamo Olivia.

—Uh-hum.

—¿Qué edad tienes? —Continuó su interrogatorio mientras caminaba rápidamente para alcanzarlo.

—¿Eres policía?

—¿Por qué me ayudas? 

—Porque el cargo de conciencia no me dejaría en paz —respondió observándola por encima del hombro.

—Tienes pinta de maleante —aseveró la chica. 

—Y tú de niña impertinente.

Olivia gruñó enojada. —Odioso.

—Gracias.

—Si no es mucha molestia, ¿pudieras caminar más despacio? —pidió un poco sofocada.

—Llegamos —mencionó el chico al detenerse.

—¿Dónde estamos? ¿Vas a matarme aquí?

Él rodó los ojos y movió unas cuantas plantas que entorpecían el camino. El asombro de Olivia no podía ser mayor, no sólo por el lugar tan espléndido al que habían llegado, sino porque ahí se encontraban sus amigos sosteniendo un pastel y cantando ‘’Cumpleaños feliz’’.

—¿Así que todo era planeado? —preguntó cruzándose de brazos y enarcando una ceja.

—Feliz cumpleaños, Olivia —mencionó su acompañante con una pícara sonrisa. 

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