» ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ɪᴠ «

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Jessica

Al llegar a casa por la tarde, lo primero que hago es soltarme el cabello y quitarme los zapatos. El piso frío contra mis pies calientes es algo que necesito para espabilar. Mi cuerpo entero se siente pesado y el cansancio hace que todo lo que quiera es tocar la cama y dormir.

Pero no puedo olvidar la orden de Aiden para una cita no planeada.

Subo a la planta de las habitaciones y me adentro en la que me corresponde. No hay rastros de Aiden, lo cual es un alivio para mí, y aprovecho su ausencia para colocarle seguro a la puerta y comenzar a desvestirme.

En el proceso, mi cerebro se encarga de recordarme el incidente en mi oficina.

Me adentro al cuarto de baño y me detengo en el espejo que adorna el lavabo. Me quito los lentes de contacto y con la ropa fuera, las marcas en mis pechos y en mi cintura, se muestran como moretones. Mis brazos también presentan marcas que hasta el momento, duelen si presiono en ellas.

Recuerdo el perfume que Demian me dio antes de marcharse. Miro por última vez mi cuerpo desnudo, repleto de marcas dolorosas y me repito que ya no voy a permitir que mi cuerpo vuelva a mancharse con marcas nuevas.

Me ducho rápidamente porque quiero ver a mi bebé y la niñera está por retirarse en media hora, así que no tengo tiempo que perder.

Me pongo pantalones holgados, una camiseta desgastada y el pelo vuelto una maraña pelirroja llena de nudos que no me molesto en deshacer. Vuelvo a recogerlo con unas pinzas para el cabello, y tras la ducha, me siento más ligera y un poco más enérgica.

Salgo de la habitación, no sin antes esconder el regalo de Demian y recoger mi ropa del suelo, para dirigirme al cuarto de juegos de Vittoria.

El silencio es algo que inmediatamente me provoca un revoltijo en el estómago cuando abro la puerta y no veo a mi bebé en la alfombra donde usualmente se encuentra jugando cuando regreso del trabajo.

Intento calmarme y respirar, pero el pánico y la ansiedad me aprietan el pecho y mis ojos no tardan en humedecerse.

Abro la puerta de la habitación de Vittoria y tampoco hay rastros de ella o la niñera allí.

Bajo las escaleras ya con las lágrimas deslizándose rápidamente por mis mejillas y el pecho cada vez más apretado por la falta de aire.

—¡Vittoria! —mi voz hace eco en la sala y nadie me responde—. ¡Vittoria!

Busco en todos los rincones de la casa. El ama de llaves y la cocinera corren hacia mí al verme llorando y gritando como si estuviera loca.

—Señora, ¿qué le...?

—¡¿Dónde diablos está mi hija?! —ambas retroceden ante mi tono violento—. ¡¿Dónde carajos está Vittoria?!

—¡El señor se la llevó hace horas! —responde asustada el ama de llaves—. No sabemos a donde fueron, solo me ordenó que le prepare la pañalera de la niña. Es todo lo que sé, lo juro.

Un zumbido me ahoga y siento que mi corazón fue arrancado de mi pecho.

Aiden nunca se interesó mucho por sacar de paseo a Vittoria. Nunca la llevó a ningún lado sin mi supervisión y tampoco sin avisarme antes.

El pánico se hace más fuerte y vuelvo a correr hacia las escaleras para ingresar de nuevo a mi habitación. Busco mi bolso y lo vacío en la cama para tomar mi teléfono, con las manos temblorosas, decido llamar a Aiden, rezando por que conteste.

Infame ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora