« ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ɪx »

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Una semana después...

Jessica

Ese pequeño beso que tuvimos, probablemente marcó el inicio de algo nuevo entre nosotros.

Luego de varios días viviendo con Demian, rápidamente creamos una rutina. Me dejaba dormir sola en la habitación cuando se lo pedía, pero habían días donde lo dejaba dormir conmigo, con el único requisito de que no me toque.

Cosa que no se cumplía porque siempre amanecíamos enredados con las sábanas, mi cuerpo sobre el suyo, o sus piernas y brazos rodeándome a mi como una víbora.

Vittoria no tardó en acostumbrarse tampoco. Antes siempre lloraba y estaba malhumorada por cualquier cosa que la molestara, ahora se ve más tranquila, duerme mejor y sin dudas, se nota más feliz cada vez que está entre los brazos de Demian.

Todavía no sé qué es lo que hizo con Aiden y pensar que lo mató, hace que se me revuelva el estómago. No me gusta la imagen de Demian manchándose las manos por mi, o matándolo, aunque sé que está más acostumbrado a eso de lo que me gustaría admitir.

-Jess. ¿Ocurre algo?

Sacudo la cabeza y me levanto del sofá, al hacerlo rápidamente, el mareo se apodera de mi cuerpo y hace que me caiga de nuevo.

-Hey -su perfume llena el aire y abro los ojos-, estás muy pálida, amor.

-Seguramente algo me habrá caído mal.

-Voy a llevarte a la cama. Haré que venga un médico a verte.

-Demian, no es necesario. Estoy bien.

-Cuando el médico me diga lo mismo, voy a creerte. Antes no.

Me toma entre sus brazos con facilidad y mi cabeza descansa contra su pecho. Es tan suave y a la vez firme, que entiendo por qué a mi hija le encanta tanto estar entre sus brazos.

Camina conmigo como si tuviera a mi bebé en los brazos y me lleva a la habitación. Vittoria probablemente esté dormida, teniendo en cuenta que la casa está en silencio.

Me acuesta en la cama y una cadena cuelga de su cuello mientras se inclina para acomodarme mejor sobre las sábanas y almohadas. Tomo la cadena con mis dedos y juego con ella, sus acciones se detienen y me mira. La cadena tiene dos argollas de oro y son esas las que me llaman más la atención.

-Son tuya y mía, para cuando nos casemos.

Como si me hubiera abofeteado, dejo de tocar las argollas y sonríe con un poco de diversión ante mi respuesta.

-Siempre soñando en grande, Demian.

-Y siempre trabajando para que sea realidad, amor.

Termina de acomodarme y se aleja. Saca su teléfono del bolsillo de su pantalón y se lo lleva a la oreja. Entabla conversación con alguien y se muestra conforme con la respuesta que le dan. No tarda más de cinco minutos hablando con la otra persona y cuelga cuando tiene lo que necesita.

-Pedí que me manden una doctora, para que estés más cómoda.

Sonrío ligeramente.

-Gracias.

-Voy a traerte un vaso de jugo. ¿No tienes ninguna molestia más?

-Me duele un poco la cabeza y sigo un poco mareada. Supongo que todo es porque me levanté muy rápido del sofá.

-Voy a traerte el jugo y vamos a esperar a ver qué dice la doctora antes de darte cualquier medicamento.

-Bien.

Infame ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora